HÁBITOS ALIMENTARIOS
valen10g20 de Abril de 2014
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HÁBITOS ALIMENTARIOS DE HOMBRES CON CARACTERÍSTICAS DE DISMORFIA MUSCULAR
Olga A. Marfil Briceño1, Reyna Cruz Bojórquez1, Rosalía Vázquez Arévalo2, José Ignacio Baile Ayensa3.
1. Facultad de Medicina, Universidad Autónoma de Yucatán.( (Mérida, México); 2. FES Iztacala de la Universidad Nacional Autónoma de México, (México, México); (PAPIIT309609); 3. Facultad de Psicología Universidad de Madrid (Madrid, España)
Introducción
Los hábitos alimentarios son un conjunto de conductas adquiridas, por la repetición de actos, en cuanto a la selección, preparación y consumo de alimentos, mediante las cuales se expresan las creencias y tradiciones de un grupo, ya que se relacionan con las características sociales, económicas y culturales de una población.
Se establecen desde los primeros años de vida, a medida que el niño va creciendo dentro de una determinada sociedad, el proceso consciente e inconsciente de aprendizaje de los valores, las actitudes, las costumbres y los hábitos se realiza a través de la influencia de sus padres, maestros y otros agentes culturales de su grupo social. Estos valores van evolucionando y cambiando a través de los años, en la medida que las personas se ven obligadas a modificar sus estilos de vida por las presiones económicas y/o socioculturales.
Entre los factores socioculturales que pueden transformar los hábitos de alimentación de las personas se encuentra la situación económica, la disponibilidad de los alimentos en la zona geográfica donde vive, la religión, los avances de la ciencia alimentaria y la tecnología entre otras (1,2).
La tecnología enfocada a la información ha tenido grandes logros permitiendo que las personas sobre todo las más jóvenes tengan acceso a los mayores avances desde los espacios más alejados del planeta. Esta situación ha traído como consecuencia la influencia de cánones estéticos de moda que promueven una imagen corporal que no corresponde a la mayoría de la población, influyendo de manera importante en el comportamiento de los adolescentes poniendo en riesgo su salud y su vida. Un ejemplo muy claro de esta influencia son los Trastornos de la Conducta Alimentaria como la Anorexia Nerviosa, la Bulimia Nerviosa y los Trastornos no Especificados que incluyen comportamientos alimentarios inadecuados (3,4).
El deseo constante de obtener un cuerpo socio-culturalmente ideal, extremadamente delgado en la mujer y atlético y musculoso en el hombre, ha incrementado la presencia de trastornos de la imagen corporal como son las dismorfias corporales. En ese juego de la venta y consumo de la “imagen perfecta” es donde la práctica de la actividad física se ha convertido no sólo en un instrumento para mejorar la salud, sino también en una herramienta para lograr dicha imagen. Por ello son cada vez más el número de personas que han tomado la decisión en todo el mundo de practicar algún deporte o acudir a los gimnasios a ejercitarse en forma desmesurada y sin supervisión (5-13).
La compulsión por ir al gimnasio, es una alteración que fue sacada a la luz por el Psiquiatra estadounidense Harrison G. Pope y su equipo de investigación, entre 1987 y 1993, cuando exploraban los efectos secundarios del abuso de esteroides anabolizantes en personas que acudían a los gimnasios; descubrieron que varios fisicoculturistas de Boston y Los Ángeles, tenían largas historias de consumo de hormonas esteroideas y llegaban a mostrar comportamientos psicóticos (14,15,16).
Este nuevo trastorno se refería a un deseo de ganar peso magro, acompañado de alteración de la imagen corporal, por la cual se veían pequeños y débiles cuando realmente eran lo contrario. Los sujetos afectados presentaban obsesiones por su cuerpo y realizaban prácticas deportivas compulsivas para agrandarlo. Su vida psicológica y social se veía afectada por querer estar todo el tiempo en el gimnasio y evitaban situaciones donde creían que los demás comprobarían lo poco musculosos que estaban (17-21).
Esta sintomatología parecía ser exactamente opuesta a la Anorexia Nerviosa. Por ello, la primera denominación que se le dio fue la de “Anorexia Nerviosa Inversa” o “Anorexia Masculina” (22,23).16, 19 A través de los años, se fue matizando el término hasta llegar a denominar esta patología como “Trastorno Dismórfico Muscular” (24-28).
La prevalencia de este trastorno no se conoce con exactitud, ya que no se cuenta con estudios epidemiológicos en ningún país, sin embargo de acuerdo con lo reportado por Pope en Estados Unidos se ha considerado que podría estar afectando entre el 1% y el 10% de los usuarios habituales de los gimnasios, sin considerar a los que por sentirse avergonzados con su poco desarrollo muscular se ejercitan en casa. En España se estima una prevalencia aproximada de 0.048% en la población general (29,30).
Tienen mayor riesgo a desarrollar Dismorfia Muscular las personas que se encuentran entre los 15 a los 37 años; los halterofílicos y fisicoculturistas, donde los últimos son los más propensos en comparación a otros grupos que sólo practican entrenamiento de pesas; esto está sustentado por el estudio de Lantz, Rhea y Cornelius de Estados Unidos realizado en el 2002, donde participaron 100 fisicoculturistas y 68 levantadores de pesas ambos de alto nivel competitivo y cuyos resultados demuestran que el grupo de fisicoculturistas en comparación a los levantadores de pesas son significativamente más propensos para reportar preocupaciones en cuanto al tamaño y simetría de su cuerpo, a realizar cambios en el comportamiento dietético y utilizar sustancias farmacológicas (31,32).14, 23 En el año 2003, Montoya y Araya en Costa Rica, obtuvieron resultados similares al realizar una investigación parecida a la de Lantz et al, pero en una población más pequeña de fisicoculturistas y levantadores de pesas (33).
De la misma forma que las personas que padecen Anorexia Nerviosa, los hombres con Dismorfia Muscular optan por hábitos alimentarios que ponen en riesgo su salud, para tratar de que sus cuerpos alcancen el estándar de la moda (34). Muchas de estas conductas se comenzaron a conocer en las entrevistas realizadas por el equipo de Pope durante el descubrimiento de la psicopatología. Entre las conductas encontradas están: el conteo riguroso de las kilocalorías contenidas en los alimentos que consumen, el seguimiento de dietas altas en proteínas y muy bajas en grasas, así como el consumo de costosas barras, licuados y varios suplementos. También está el tiempo excesivo dedicado a planear, preparar, pesar y empacar las porciones exactas en pequeñas bolsas de plástico con los alimentos que conformarán la dieta (35). Estos comportamientos repercuten también en forma negativa en sus relaciones sociales, porque las personas rechazan desde ir a comer a restaurantes hasta irse de vacaciones por miedo a no saber de manera precisa las kilocalorías, proteínas y grasas que contiene la comida, como enfatizaron posteriormente algunos estudios realizados por Lantz et al, y Montoya et al, donde se menciona que las personas con Dismorfia Muscular, tienen una mayor preocupación y control sobre su dieta (36,37,38).
Otra situación que caracteriza estas personas es el consumo de sustancias para “ayudar” a incrementar su masa muscular; entre los más utilizados son los extractos de proteínas provenientes del huevo o del suero de la leche en diversas presentaciones como son polvos, barritas y licuados; también consumen multivitamínicos, bebidas hidratantes para reponer electrolitos, sustancias como la carnitina y productos con cafeína, entre otros. Estos productos generalmente son recomendados por los entrenadores de los gimnasios, por amigos o tomados de revistas deportivas sin considerar la acción de algunos de sus componentes en el organismo. La mayor parte de estos productos pueden adquirirse en las tiendas especializadas en suplementos alimenticios sin necesidad de receta médica, pero existen otras sustancias consideradas fármacos que son empleadas en forma ilegal como son los esteroides anabolizantes, las hormonas de crecimiento, los medicamentos protectores del hígado, entre otros; se han reportado también el uso de sustancias destinadas para uso veterinario como el clenbuterol y el equipoise (39,40,41). El problema con el uso de estas sustancias es que su consumo se realiza de manera indiscriminada, sin supervisión médica y mucho menos en las dosis adecuadas, ya que existen datos que aseguran que algunas personas han llegado a consumir de 10 a 100 veces la dosis de esteroides anabólicos que se utilizan en el ámbito médico, además de varias hormonas y algún fármaco protector del hígado de manera cíclica y por largos períodos de tiempo con la finalidad de no perder los beneficios de crecimiento muscular obtenidos (42,43). Los aspectos adversos del consumo de estas sustancias pueden ser: hipertensión arterial, riesgo de sufrir un ataque al corazón por hipertrofia del ventrículo izquierdo y aumento de riesgo de ateroesclerosis por disminución de las lipoproteínas de alta densidad; también puede aparecer colestasis hepática, peliosis hepática, reducción de la secreción de gonadatropina causando atrofia de los testículos, reducción de la producción de esperma y ginecomastia, además de los efectos del comportamiento como tendencia suicida, agresividad y manías (44-47).
Unido a estos efectos, se encuentran también los causados por el sobreentrenamiento como son: fatiga, insomnio, disminución del apetito, esguinces, desgarres, fracturas, etcétera (48).
No obstante, a pesar de lo mencionado el conocimiento sobre los hábitos de alimentación en las personas con
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