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La pobreza en el Perú y los nuevos «no pobres vulnerables»

Edgar ReyesTrabajo17 de Junio de 2021

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La pobreza en el Perú y los nuevos «no pobres vulnerables».

¿No eran «nueva clase media emergente»?

Humberto Campodónico Sánchez[pic 1]

[pic 2][pic 3]

Sumilla

En el Perú la pobreza disminuyó de 50% a 20% desde el 2010 al 2018, lo que ha sido considerado como uno de los grandes logros del modelo económico neoliberal aplicado desde fines de 1990. No solo eso. Se considera que los peruanos que han superado los umbrales de la pobreza se han convertido en «clase media emergente», lo que nos pondría cerca del estatus de «economía de ingresos altos», tal como la define el Banco Mundial.

Sin embargo, desde el 2010-2011, sucesivas publicaciones de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) han advertido acerca de los serios problemas que acarrea esta clasificación, pues no toma en cuenta la llamada «vulnerabilidad de la pobreza». Dicha vulnerabilidad indica que, en muchos países, en los cuales se incluye el Perú, un gran porcentaje de la población que sale de la pobreza sigue estando muy cerca de dicho umbral, motivo por el cual podría volver a la condición de pobreza en casos de retroceso del crecimiento económico. En años posteriores, tanto el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como el Banco Mundial realizaron análisis que llegaron a conclusiones similares a aquellas alcanzadas por la Cepal.

Recientemente, en diciembre del 2020, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) ha publicado el Informe Técnico Perú: Estimación de la Vulnerabilidad Económica a la Pobreza Monetaria. En dicho informe se calcula, por primera vez, el número de vulnerables que tiene el Perú, llevando a cabo un riguroso análisis para su definición, acompañado de metodologías de última generación que permiten un cálculo adecuado de dicha situación. En este artículo se hará un análisis de los resultados del mencionado informe y se reflexionará acerca de la conveniencia de las políticas de diversificación productiva para aumentar el empleo y reducir la informalidad, así como de las políticas sociales para disminuir la pobreza. Se incluye, además, una breve reflexión acerca del neoliberalismo y su negación de la justicia social.

Estándares internacionales de medición de la pobreza

Desde principios de la década de 1990, cuando la región salía de la década perdida por el pago de la deuda externa, los organismos multilaterales dejaron de lado las categorías económicas de medición del nivel de empleo y la distribución del ingreso para reemplazarlas con una nueva medición: la pobreza monetaria.

Poco a poco en la región se estandarizó esta medición con la metodología de los gastos monetarios: se define como pobres a aquellos hogares cuyos gastos no alcanzan para cubrir la llamada

«canasta de pobreza», que contempla la obtención de ingresos por parte de las familias para satisfacer necesidades mínimas de alimentación, vestido, vivienda y educación, principalmente.

Las críticas a esta metodología son diversas. Una es que los umbrales de la canasta de pobreza están fijados de manera arbitraria –son muy bajos– y, por ello, la cantidad de personas «no pobres» estaría claramente sobrevaluada. Dicho de otra manera, si una familia tiene los ingresos suficientes para adquirir esa canasta

–con un umbral bajo–, entonces ya no es pobre.

Es por ello que se plantea utilizar otros indicadores, como las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), el contenido calórico de la alimentación, la proliferación –o no– de la anemia y, sobre todo, la metodología del enfoque multidimensional de la pobreza, ya que

estos pueden captar de mejor manera los efectos e impactos del crecimiento económico en la disminución de la pobreza.

Al mismo tiempo que se estandarizaba la metodología de los gastos monetarios, muchos países de la región impulsaron programas de compensación social de alivio a la pobreza bajo diversas modalidades. Un ejemplo de ellos son los programas de transferencias gubernamentales condicionadas a los sectores pobres y, sobre todo, de extrema pobreza, destacando las transferencias a ancianos, educación y salud de niños, niñas y madres gestantes1. Estos programas son importantes para el alivio de la pobreza y de hecho tienen impactos positivos en los sectores de pobreza extrema. Sin embargo, si no existen oportunidades de empleo o alguna manera institucional de generar ingresos alternativos, cualquier disminución de dichas transferencias tendrá un impacto negativo

en los niveles de medición de la pobreza.

El neoliberalismo y la justicia social[pic 4]

Los programas sociales son rechazados por el ideario neoliberal ya que no existe la llamada justicia social. Se afirma que las remuneraciones que reciben los individuos en el mercado no pueden ser consideradas

«justas» o «injustas».

La razón: solo pueden ser consideradas justas o injustas las acciones humanas. Pero la sociedad –donde está el mercado– no es una persona[pic 5]

1     «Las pensiones y transferencias también cumplieron un papel significativo en la disminución de la desigualdad de ingresos, particularmente en el caso de los estratos de menores ingresos. Esto muestra la importancia de las redes de protección social que se ampliaron y fortalecieron en América Latina a partir de comienzos de la década de 2000 para contener deterioros distributivos y, en los años más recientes, para evitar mayores retrocesos en la lucha contra la pobreza. Entre esos instrumentos destacan las transferencias monetarias y las pensiones no contributivas dirigidas a las familias de menores recursos, las que, en algunos casos, son complementadas por las remesas de trabajadores migrantes» (Comisión Económica para América Latina (Cepal). Panorama Social de América Latina. Santiago de Chile: Cepal, 2019, p. 17).

individual. Son millones de personas que actúan a través de un orden espontáneo, donde la posición final de cada individuo es el resultado de las acciones de muchos otros, y nadie tiene el poder de asegurar que estas acciones producirán un resultado particular para una determinada persona.

Así, la divergencia entre la distribución del ingreso y la riqueza, y la distribución del mérito individual, es el resultado de permitir a los individuos la libertad de elegir su propia ocupación, su propio nivel de trabajo y ocio, su propio paquete de consumo y, en general, de utilizar su conocimiento particular.

[pic 6]Los neoliberales afirman que «el ingreso de una persona depende, a fin de cuentas, del valor que el mercado le atribuye a su acción, y eso no es previsible pues no depende de la decisión consciente de nadie. Es el resultado de un juego, la catalaxia. Hay que respetar sus resultados y no buscar que se falseen sus resultados. Es un juego imprevisible, con ganadores y perdedores. Y es esencial para el funcionamiento del mercado» (Dostaler, Gilles. Le libéralisme de Hayek. París: Editions La Découverte, 2001).

Rechazan el término «justicia social» pues, afirman, generalmente se refiere al reparto intencional de recompensas económicas por parte del gobierno. Utilizando ese término, resaltan que en verdad se trata de la búsqueda de algún patrón de remuneración basado en la evaluación del desempeño o las necesidades de diferentes individuos o grupos por parte de una autoridad que posee el poder de hacer que eso se cumpla. Y esa autoridad, concluyen, es el Estado, que no puede conocer las decisiones de millones de personas.

El problema central de este argumento es que da por sentado que la distribución se hace de acuerdo a los méritos de cada persona, la misma que concurre al mercado con el bagaje de riqueza y de conocimiento del cual está provisto. Pero, y esta es la cuestión central, no todos llegan al mercado con los mismos bagajes: algunos llegan con «más bagajes que otros», no por el mérito individual de cada uno de ellos sino por determinadas condiciones históricas, económicas y sociales que estructuran relaciones de poder en la sociedad.

Conclusión: cuando los bagajes de las personas no son los mismos se produce lo que la Cepal llama la «trasmisión intergeneracional de la pobreza». Si el padre y la madre nacieron pobres, lo más probable es que el «libre mercado» determine que seguirán siendo pobres. A menos que, claro está, desde el Estado se dicten las políticas de educación y salud, así como de distribución del ingreso, para nivelar el campo de juego. Mientras eso sucede, es perfectamente legítimo poner en marcha programas sociales como Juntos, Pensión 65, Beca 18, Qali Warma, entre otros.[pic 7]

Dicho esto, es importante anotar que, en casi todos los países de la región, la pobreza disminuyó de manera notable durante los años del superciclo de precios de las materias primas, sobre todo desde el 2003 hasta el 2014. Desde el 2015 en adelante se ha revertido la tendencia, aunque no de manera brusca.

Dice la Cepal:

Desde el 2002 las tasas de pobreza y pobreza extrema se redujeron considerablemente, siendo en el 2014 de 27.8% y 7.8%, respectivamente. Pero desde 2015 se ha venido observando en la región un aumento en los niveles de pobreza, y especialmente de pobreza extrema, aunque dicha tendencia perdió fuerza entre 2017 y 2018. Con todo, la pobreza total en 2018 superó en 2,3% a la registrada en 2014, un aumento de alrededor de 21 millones de personas. La pobreza extrema creció 2,9% y aproximadamente 20 millones de personas entre 2014 y 2018. Para 2019 se proyecta un aumento de la pobreza y de la pobreza extrema en el agregado regional, ya que llegarían a tasas del 30,8%

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