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Modo de afrontamiento de la familia de niños con trastorno del espectro autista residenciados en la comunidad Oropeza Castillo, sector IV, Puerto la Cruz estado Anzoátegui. 2017


Enviado por   •  21 de Enero de 2018  •  Trabajos  •  2.268 Palabras (10 Páginas)  •  213 Visitas

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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación

U .E. “Luces y Virtudes”

Modo de afrontamiento de la familia de niños con trastorno del espectro autista residenciados en la comunidad Oropeza Castillo, sector IV, Puerto la Cruz estado Anzoátegui. 2017

Realizado por:

                                                                                                    -Marcano, Asdrúbal.

                                                                                                   -Romero, Jesús.

                                                                                                   -Torres, Yeliannys.

                                                                                                   -Guevara, Anibal.

Puerto la Cruz, febrero 2017

CAPITULO I: EL PROBLEMA

1.1 Planteamiento del problema

     La llegada de un niño a una familia supone un evento esperado y de gran alegría, pero cuando llega un niño con desarrollo atípico, el ritmo de los acontecimientos se altera notablemente, genera incertidumbre y aumenta las exigencias a la misma, que debe cubrir al niño con atenciones adicionales a largo plazo.

     En ese sentido, puede asegurarse que la familia y el entorno tienen un papel muy activo y determinante en la interacción social que provocará el desarrollo madurativo del cerebro del niño. Por ello, se hace indispensable que los diferentes miembros de la familia intervengan con él, sobre todo ante una dificultad porque en ella misma puede estar la solución y la superación de las dificultades que se presentan.

   En ese orden de ideas, es importante resaltar la necesidad de que haya una adaptación apropiada de los miembros de la familia y sus miembros a la situación que se produce en el momento del diagnóstico del trastorno y en el desarrollo posterior de una posible discapacidad. Y esa atención a la familia debe hacerse desde una visión positiva de sus potencialidades y no de sus déficits, lo que favorecerá los resultados positivos que buscamos de la interacción entre el niño y su entorno.

     La intervención con la familia en atención temprana debe tener en cuenta el estrés que supone enfrentarse a la situación del trastorno de su hijo y a la propia participación en los programas de atención temprana. La atención al impacto en estrés, ansiedad, etc. de esa situación en los padres es fundamental, así como la intervención en el desarrollo de habilidades y capacidades para afrontar dicha situación estresante

   Es importante aclarar que según lo planteado por Jiménez (2016) los Trastornos del Espectro Autista (TEA) son trastornos del neurodesarrollo, que aparecen durante los tres primeros años de vida y que se manifiestan de diferente forma e intensidad durante todo el ciclo vital de la persona. Entre sus síntomas se destacan déficits persistentes en comunicación social e interacción social, patrones repetitivos y restringidos de conductas, actividades e intereses que causan alteraciones significativas a nivel social.

     Como resultado de estas características, se observa un funcionamiento alterado en las familias que tienen un niño con trastorno del espectro autista  TEA. De ese modo, hablar de ello supone un impacto emocional en los padres, el cual se traduce en un alto grado de estrés y dificultades de adaptación la cual en general puede resultar altamente traumática e incluso puede llevar al núcleo familiar a negar la situación dando claras muestras de conductas propias de la evitación y el escape obviando que la adaptación familiar al trastorno puede favorecer de manera muy positiva el desarrollo del niño.

     Al intentar revisar la realidad de Venezuela en lo concerniente a todo lo que se viene planteando es necesario hacer referencia a la reforma de la educación especial, impulsada en el año 2011 por la ex ministra de Educación, Maryann Hanson, que dejó a muchos niños con necesidades educativas especiales desatendidos dado que fueron cerrados en gran parte del territorio nacional aproximadamente 155 instituciones dedicadas a tales fines, entres los que cuentan CAIPA, CENDAS, CDI entre otros, recibiendo la  promesa de que los escolares recibirían  atención en sus propios planteles regulares bajo una nueva modalidad de educación especial. Sin embargo,  al constatar la realidad actual se puede ver que esos infantes se encuentran desasistidos ante la insuficiencia de especialistas y el mal funcionamiento del nuevo modelo. No es preciso negar que el anterior modelo tenía sus fallas, pero al menos existía más cobertura en la atención.

      Desde el citado año al cual se hace referencia arriba, en resumen puede argumentarse que el cambio en la modalidad de los Centros de Diagnóstico, Orientación, Formación y Seguimiento para la Diversidad Funcional impuso el cierre progresivo de los centros de atención tradicionales con el fin de establecer una concepción diferente, en el que se enlacen esos centros con escuelas y liceos bolivarianos, y escuelas técnicas robinsonianas y zamoranas.

     No obstante, nada ajeno resulta que padres y representantes cuyos hijos fueron atendidos aseguren que dicha política generó mayor exclusión, porque la comunidad educativa no está preparada para atender a estos niños. En la práctica, los nuevos centros solo han servido para diagnosticar trastornos, pero no para dar los refuerzos que requieren los niños y el apoyo que requiere la familia para superar y/o sobrellevar la condición de sus hijos.

     Toda esta situación agrega un ingrediente agridulce al modo en que la familia puede afrontar la condición especial de uno de sus miembros, especialmente si se trata de algún trastorno del espectro autista como se viene planteando. Así pues se le ubica en situación de desventaja no sólo al escolar, sino a la familia que como se demuestra en diversos estudios tales como el realizado por  Jiménez (2016) se demuestra que la familia del niño con autismo debe  pasar de considerarse culpable de que el niño desarrolle el trastorno a ser un colaborador esencial en la intervención educativa que va a permitir aminorar los síntomas del trastorno, como pueden ser sus problemas de conducta, y mejorar su desarrollo social y comunicativo, pero en nuestro país asumir esa premisa se ha hecho cuesta arriba.

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