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Pena De Muerte


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2013  •  2.012 Palabras (9 Páginas)  •  233 Visitas

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¿Quién puede otorgarse a sí mismo la autoridad suficiente para decidir cuándo y cómo, es el momento en que alguien muera? Considero a éste como un interrogante clave en cuanto continuaré refiriéndome a que por ciertas razones que el hombre todavía no ha sabido cómo definir, los seres vivos, seres humanos, tenemos preferencia por la vida más que por la muerte, y sobre todo cuando se trata de la propia existencia. Si le preguntásemos a cualquier ciudadano de hoy en día, cuál de las dos opciones prefiere, sin duda alguna elegiría la vida, porque ya todos sabemos que la muerte es un fin común, nos espera a todos en un futuro, pero tomar conciencia de esto, razonar que en algún momento dejaremos de existir tal y como somos, y pasaremos a desaparecer de la faz del planeta Tierra, nos bloquea, nos congela en el momento ante esa contemplación, ante ese pensamiento, y ciertamente nos impide continuar; analizándolo, tomar conciencia de que algún día todos moriremos, es concientizarnos acerca de que dejaremos de ser seres vivos, de proyectarnos en un futuro, de soñar, imaginar, disfrutar etc. Considero que en el momento en que un ser humano es sentenciado a muerte, a la pena misma, se abandona deja de funcionar como un ser que proyecta y que tiene futuro, se le acaba la esperanza.

Llamamos pena de muerte a la ejecución de un condenado por el Estado, como un castigo por haber incurrido en un acto ilícito, es decir delictivamente. Lo que me indigna de esta práctica no es sólo el aspecto que tiene, en el sentido de que no es un perecimiento natural, sino la cualidad de pena, de castigo, que predomina en ella. Porque si bien, como ya dijimos, todos falleceremos algún día u otro, visto desde un punto legal esto significa que hay un juez, un príncipe, dictador, gobernante o quien sea, que se adjudica el derecho de decidir en qué momento y cómo, ha de morir una persona. Considero una actitud hipócrita el hecho de sostener que se eligen métodos humanitarios, relacionados con la naturaleza o extremadamente efectivos, cuando la realidad es que, más allá del tipo de delito que se haya cometido y de la pena que esa persona tenga, se está decidiendo sobre la vida de alguien más, de alguien que es un ser humano al igual que todos nosotros, y que más allá de los ilícitos que haya cometido y de cualquier circunstancia relacionada a ello, merece morir como alguien digno de sus derechos, alguien dueño de su propia vida.

El tema de la pena de muerte es un gran objeto de debate no sólo por los doctrinarios argentinos sino mundialmente, ya que no sólo abarca, preferentemente, el campo del derecho y la justicia, sino que también predomina en gran parte de la religión, la política, la cultura y fundamentalmente, la ética. Obviamente, y como en todo debate, encontraremos dos posturas opuestas, están quienes apoyan esta práctica, los cuales sostienen que con ella se previene el delito y la reincidencia en él, y la consideran un castigo adecuado y correspondiente para los delitos mayores, y están quienes se oponen a ella, asegurando que no previene delitos, muchas veces los incrementa, que no hace más que violar los derechos humanos, que es un acto irreversible y que puede llevar a ejecutar a personas inocentes por errores cometidos por los jueces.

A pesar de esto, nunca nadie pudo decir que matar está bien, ni que es lo correcto por hacer, cada vez que se incurrió en el asesinato, en matar a un ser humano, fue en nombre de ideas políticas, sociales, culturales, religiosas o étnicas; siempre se buscó ocultar los asesinatos cometidos por los Estados para que continuaran con el poder, sin recibir consecuencia alguna, bajo la gran y perniciosa palabra “desaparecidos”.

A mi parecer, matar es un acto abominable, repudiable y desagradable, no importa quién mate, ni quién sea la víctima, el acto en sí y más estando amparado por la justicia, es casi tan horrible como matar a sangre fría, sin ningún motivo. Nadie tiene derecho a matar, por algo el derecho a la vida está, implícitamente, contenido en la Constitución Nacional. No sirve que la sociedad se escude detrás de la figura de los jueces, ni que se subordinen a acatar las decisiones tomadas por éstos, siempre con respecto a la pena de muerte, porque ¿Quién les concede a los jueces el derecho a matar, a aplicar esta práctica? ¿En nombre de qué ley le es concedida a un juez la autorización para decidir que tal persona debe morir, o que sería mejor que tal otra muriese?

Sin duda alguna la pena de muerte es la sanción más grave y antigua de la historia, ésta ignora totalmente la opción de rehabilitación, los cristianos, o la iglesia católica que están comprometidos con fundamentos de fe y esperanza, se fundan en que según los mandamientos de la Biblia no se debe matar bajo ninguna circunstancia y se debe respetar la vida de todos los seres humanos. A su vez, se basan en el principio de “ojo por ojo, diente por diente” el cual retribuye el daño causado bajo los mismos medios.

Hoy en día, considero que el mundo está encaminado a un ámbito de violencia, donde predomina la susceptibilidad y nos abandona la tolerancia, donde día a día más personas pierden la vida, y donde día a día muchos de nuestros valores disminuyen. En nuestro país hubo varias ocasiones en las que se trató de instalar la pena de muerte, en las primeras décadas del Siglo XX, diversas leyes establecían la pena de muerte para delitos comunes, ésta se ejecutaba por fusilamiento. El Estado argentino ha matado mucho a lo largo de toda su historia, siempre justificándose a sí mismo mediante diversas razones, como en 1810 cuando se ejecutó la primera condena a muerte de la Revolución de Mayo, o en 1812, cuando ocurrió el fusilamiento de Martín de Álzaga y sus compañeros, por conspirar contra ésta.

La constitución de 1819 preveía la pena de muerte para “todo el que atentare o prestare medios para atentar contra la presente

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