Una Lectura Del 15-M Y De La Indignación
dlbachiller21 de Marzo de 2014
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UNA LECTURA DEL 15-M Y DE LA INDIGNACIÓN
Dani López-Bachiller Riera
06/06/2011
Desviació i Control Social
Curs 2010/2011
Una lectura del 15-M y de la indignación
En el siguiente artículo, me gustaría hacer una reflexión sobre el movimiento del 15-M a través de la utilización de una serie de materiales trabajados en clase. Para ello he decidido utilizar una estructura lineal en la exposición de las diversas tesis de los autores trabajados, intentando relacionar las ideas de uno con las del siguiente.
Para empezar, me gustaría aclarar de forma genérica cómo empezó, qué es y que significa el llamado “movimiento del 15-M”. El pasado 15 de mayo se convocó una gran manifestación en las principales ciudades españolas desde la plataforma Democracia Real Ya. Dicha manifestación se gestó en internet, a través de las redes sociales y tenía cómo seña de identidad una creciente indignación hacia los estamentos políticos y económicos que rigen la sociedad actual. Se pedía un cambio de paradigma político que no estuviera tan supeditado a la agresiva economía de mercado de occidente. La manifestación de Madrid acabó en Puerta del Sol y un grupo de individuos decidieron acampar allí, como continuación a las protestas que aquel día se habían sucedido. Éste hecho (sumado a los desalojos de la mañana siguiente) encendió una mecha difícil de parar que se extendería por numerosas plazas españolas. Así, desde del pasado 15 de mayo, las plazas más importantes de las ciudades españolas se han convertido en pequeñas ágoras de discusión y de construcción de una realidad alternativa.
Lo que en este ensayo me gustaría exponer son los motivos que pueden haber llevado a tantos miles de personas a cuestionarse de una forma tan contundente el orden establecido, así como subrayar cuales han sido o están siendo los medios utilizados (qué hace a este movimiento tan característico y diferente de muchos otros movimientos sociales acaecidos en los últimos años).
Según mi parecer hay un punto de partida común a todos los participantes (tanto activos como pasivos) del movimiento, esa indignación, ese rechazo hacia una élite de poder en la cual el ciudadano ya no se ve representado. Un rechazo hacia unas estructuras (políticas, económicas, culturales, etc.) en las que prevalece la lógica de los mercados antes que la “lógica de las personas”. Es en fin, un rechazo hacia una inmoralidad colectiva que la estructura capitalista actual ha infundido en la sociedad. Al referirme a dicha inmoralidad, hablo del término que de ésta hace referencia Z. Bauman en su obra “Modernidad y holocausto”. El sociólogo polaco analiza como el holocausto fue una consecuencia de la sociedad moderna y no un fallo de ésta. Tal barbaridad fue posible gracias a dos aspectos: el decrecimiento de la solidaridad comunal y unas nuevas estructuras (que organizan el poder legislativo y económico) que la modernidad proporcionaba (y no a pesar de ellas, como se ha intentado explicar el holocausto desde muchos ámbitos del pensamiento). Es por ello que habla de una inmoralidad de la colectividad que hizo posible que se produjera dicho holocausto, involucrando a personas corrientes y honradas en el proceso. Para ello se deshumanizaron las víctimas, se aislaron y categorizaron. La gran división del trabajo, ordenado de manera jerarquizada, permitió obtener a los individuos implicados la satisfacción de su trabajo bien hecho, traspasando la responsabilidad moral a un actor situado por encima de él en el orden jerárquico. Pero sobretodo, el concepto principal para entender esta inmoralidad, es que en la moderna burocracia priman los medios, las técnicas e instrumentos por encima del fin que se persigue. Los medios en que la sociedad deposita su confianza, fueron los que hicieron posible el holocausto.
Ésta lúcida interpretación de la moralidad humana en la sociedad moderna sigue vigente hoy en día, aunque de manera más sutil, bajo la máscara de la democracia representativa actual. La división del poder y del trabajo de forma jerárquica prevalece a día de hoy, lo que implica unas relaciones de dependencia y subordinación que favorecen la ausencia de moralidad por el hecho, ya expuesto antes, de traspasar la carga moral al actor situado por encima en la escala jerárquica. Más que una inmoralidad del colectivo, esto implica una moralidad no reflexiva, es decir, los actos realizados por los individuos quedan legitimados por el uso de los medios adecuados, lo que hace desparecer la carga moral que de sus actos se pudieran suceder. Es decir, delegamos a nuestras instituciones la capacidad para ordenar y juzgar lo que es moralmente reprobable, aun y cuando ellas mismas no son capaces de actuar bajo unos supuestos mínimos de transparencia moral.
En este sentido el movimiento del 15-M se levanta como una crítica a unas instituciones que regulan nuestro presente y futuro sin la aprobación directa del ciudadano, sin un control moral de la sociedad, sin un cuestionamiento real de su función. Precisamente esa es una de las características primarias de éste movimiento: cuestionar el orden establecido, expandir la capacidad crítica de los ciudadanos para con las instituciones que deciden por nosotros, en definitiva, fomentar el “pensar por nosotros mismos”. Solo así seremos capaces de romper con la moralidad no reflexiva de la que Bauman hace referencia. El movimiento es una llamada a la reflexividad del ciudadano, tanto en la esfera pública, como en la privada. [Más adelante será tratado con más profundidad el tema de la reflexividad, del “pensar de otro modo”, al hablar de un nuevo paradigma en la educación de los ciudadanos].
Otro aspecto que Bauman trata en su obra sobre la moralidad, es el decrecimiento de la solidaridad colectiva. Se ha producido un distanciamiento moral ante el dolor ajeno. Como ya se ha comentado antes, durante el holocausto se deshumanizaron y aislaron las víctimas. En la actualidad, las estructuras económicas están altamente especializadas y la producción se disecciona a lo largo y ancho del globo. Esto reduce en parte la cohesión de la sociedad y aumenta el distanciamiento entre individuos. Así se deja espacio a la creciente inmoralidad, al distanciamiento hacia el Otro, al distanciamiento ante el dolor ajeno.
Ulrich Beck trata el tema de la individualización de la sociedad en “la desaparición de la solidaridad”. Para éste, una sociedad individualizada no significa una atomización (aislamiento) de los individuos, sino, según sus palabras, un desmembramiento de las formas de vida de la sociedad industrial por obra de otras en la que los individuos tienen que montar, escenificar e improvisar sus propias biografías.
Mientras que Bauman entiende la disminución de la solidaridad colectiva como uno de los hechos característicos del aumento de la inmoralidad tanto en las instituciones como en la sociedad en general, para Beck la individualización tiene connotaciones más positivas: cree que el proceso de individualización puede ser la fuente de creación de una nueva política (a la que él llama subpolítica). Beck explicita que dicha individualización no comporta una desaparición de la política sino la creación de una nueva subjetividad política. Esta subpolítica no está en las instituciones ni forma parte de las ideologías, es la que conforman los movimientos sociales.
En este sentido el movimiento del 15-M no sería una reacción a la inmoralidad de una sociedad jerarquizada e individualizada, sino una consecuencia de dicha individualización. Beck se pregunta si como consecuencia del proceso de individualización en marcha se derrumbarán los últimos bastiones de la praxis social y política y la sociedad se deslizará desde una situación de desencuentro con los políticos a otra de enfado con el Estado. Así el movimiento se manifiesta en estos términos, y pretende, como dice el autor, configurar la sociedad desde abajo, fuera del sistema político.
Lo que diferencia las tesis de Beck de la realidad aparente de éste movimiento ciudadano, es que el autor cree que la nueva subjetividad política se crea gracias a la realización personal. Por otro lado, parece que el movimiento del 15-M es, más que ninguna otra manifestación social anterior en nuestro país, una exaltación de lo colectivo, de la realización de unos objetivos mediante el consenso y la reflexión entre todos los integrantes del grupo. Por eso creo que éste movimiento social no está en la línea de los descritos por Beck (feminismo, ecologismo, etc.) por tener en la colectividad su arma más potente de fuerza, por tener en el método asambleario y reflexivo sus características más visibles hacia el exterior. Dejando de lado el movimiento en todo su conjunto, las acampadas que se han extendido por las plazas del país (que son la punta del iceberg de algo mucho más amplio, pero que son en definitiva el trampolín para que el movimiento consiga ciertos objetivos) muestran un tipo de solidaridad colectiva nada propia de la sociedad moderna actual. El método asambleario, la división horizontal de funciones, la ausencia de un líder visible, todas estas características son más propias de sociedades dónde rige una solidaridad mecánica. En las sociedades primitivas, la solidaridad mecánica surge de la conciencia colectiva, y en las acampadas organizadas a raíz del 15-M, también surge un símil de solidaridad mecánica, que es consecuencia directa de una conciencia colectiva muy fuerte. Entonces el movimiento del 15-M no se constituye como resultado de un proceso de individualización creciente de la sociedad,
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