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Docencia TEORIA DEL DESARROLLO SEGÚN LEVINSON


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2015  •  Ensayos  •  3.269 Palabras (14 Páginas)  •  1.333 Visitas

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TEORIA DEL DESARROLLO SEGÚN LEVINSON

Daniel Levinson (1978, 1986, 1987), psicólogo norteamericano, propuso una teoría del desarrollo del adulto estructurada en una serie de etapas llamadas eras o estaciones . Trabajando inicialmente con hombres (1978) y posteriormente con mujeres  (1987), Levinson postuló que en el centro de todo proceso de desarrollo está la estructura de la vida . Mediante este constructo, Levinson adelantó la idea de que en todo individuo hay un patrón estable de conducta que se manifiesta a lo largo del tiempo y que se convierte en el centro o núcleo de su personalidad haciéndolo único y distinguiéndolo así de los demás. La estructura de la vida de una persona es moldeada por el ambiente físico y social del individuo y le permite responder a los cambios que se van dando a lo largo de los años. Está formada por elementos específicos como el trabajo, el matrimonio y la vida familiar, las amistades y las relaciones interpersonales, las creencias religiosas y las actividades relacionadas con el ocio. Dado que todos estos elementos son interpretados y asumidos de manera única por cada individuo, el resultado será una personalidad irrepetible, distinta de las demás. Incluso eventos normativos comunes a edades o a etapas en la vida darán lugar a conductas diferentes de otras,. Para Levinson (1986), no existe una única y universal manera de estructurar la vida, sino que cada persona adulta le otorga su propia impronta, tratando de vivir las posibilidades que se presentan en cada momento. Ahora bien, ninguna estructura individual puede incorporar todas las posibilidades existentes, por lo que cada persona tendrá que pasar por un proceso de elección, de implantación y de evaluación. Esto implica que la estructura de vida es un fenómeno evolutivo y no estático, flexible y no rígido en el que tanto las opciones seleccionadas como las descartadas ocupan un lugar en la formación de la personalidad y en el proceso de revisión de la estructura de la vida en el que la consejería profesional tiene un papel muy activo.  Según Levinson, este proceso de revisión de la estructura de la vida debe darse en la parte más saludable de la persona, a fin de que los siguientes pasos puedan interpretarse como adelanto y progreso en la vida y no como deterioro de la misma., centrándose en cambio en las llamadas fortalezas,  destrezas o talentos del individuo.  Tanto la formación como la revisión de la estructura de la vida en el universitario deberá considerar esta parte más saludable, marcada por los logros académicos, la clarificación de metas vocacionales y profesionales, la adquisición de nuevas destrezas sociales y el establecimiento de relaciones íntimas, significativas para el individuo. El enfoque eminentemente educativo, proactivo, preventivo y positivo de la consejería profesional se beneficiaría grandemente con la incorporación de esta dinámica de evaluación que acentúa lo positivo sin negar la existencia de situaciones deficitarias, . En su Teoría de la Estructura de la Vida, Levinson (1986) identificó unos períodos del desarrollo vinculados a la edad que se van desplegando a lo largo del tiempo en una secuencia ordenada y universal. Inicialmente cuatro y posteriormente cinco, estos períodos, eras o estaciones se caracterizan por momentos de relativa estabilidad, muchas veces de corta duración y por momentos de transición, caracterizados por una fuerte intensidad emocional. Los cinco períodos identificados por Levinson (1986) son: • Preadultez: Desde el nacimiento hasta los 22 años • Adultez temprana: De los 17 a los 45 años • Adultez media: De los 40 a los 64 años • Adultez tardía: De los 60 a los 85 años • Adultez realmente tardía: De los 80 años en adelante. Aunque Levinson (1978, 1987) encontró que las mujeres atraviesan por los mismos períodos o etapas que los hombres, postuló que en éstas las etapas de la vida están mucho más vinculadas al ciclo de vida de la familia. En el hombre se relacionan más con la selección de carrera y con la vida profesional.  , Levinson propone una serie de tareas que el joven preadulto debe realizar antes de pasar al estadio siguiente. Algunas de estas tareas son: Culminar la estructura de vida adolescente, adentrándose en el mundo preadulto.  Uno de estos mecanismos es la capacidad de llevar a cabo una reflexión crítica de sí mismo, a fin de identificar fortalezas y limitaciones, aprendiendo a hacer uso óptimo de las primeras y a incorporar y transformar las segundas. Comenzar a desarraigarse de la familia de origen. Desarrollar el sentido de autonomía personal. Conlleva internalizar costumbres, normas, principios y leyes aceptados como normativos por los grupos sociales a los que se pertenece, estableciendo y desarrollando un criterio propio de reflexión y de acción. Al tiempo que exige el desarrollo tanto la independencia de influencias sociales, reclama la interdependencia para con otras personas y grupos que contribuyen al sentido de identidad y de los que no es posible desvincular . Desarrollar una identidad ocupacional. La falta de orientación en este campo en muchos jóvenes que ingresan a la universidad contribuye a que las metas establecidas en el proceso de ayuda se compliquen seriamente, ya que el factor tiempo juega un papel decisivo. La presión de la familia, el tiempo y el dinero invertidos, puede contribuir también a estas presiones. Aprender las destrezas de ajuste al mundo adulto, particularmente las asociadas con el manejo de conflictos y la resolución de problemas. Establecer mecanismos para la resolución de conflictos.Establecer amistades íntimas. Distintas de las anteriores por su grado de significado, ayuda al joven preadulto a ubicarse socialmente con respecto a otras personas y a sí mismo. Mantener una interacción sexual saludable, estable y apropiada. A pesar de que se insiste en la existencia de un plan nacional de salud sexual, el mismo es desconocido por muchas personas. Adelantar iniciativas en esta dirección contribuirá a que el joven universitario entienda e integre la fuerza de su sexualidad y la incorpore en su personalidad como un elemento importante pero no como el elemento clave o definitorio de lo que es como persona. Esto conlleva desmitificar el culto a la sexualidad tan presente en nuestra vida social, ya sea abierta o solapadamente y ayudar a las personas a una integración positiva y saludable de la misma. Sin lugar a dudas, ésta es una de las metas más importantes de la vida universitaria. El compromiso social y la contribución profesional al bien común debe ser una exigencia moral de todo estudiante a este nivel. Una vez más, convendría evaluar los mecanismos existentes que contribuyen o entorpecen el desarrollo de esta tarea. Obviamente, al describir los componentes de estas tareas, hablamos de indicadores del grado de desarrollo y de madurez en el joven y no necesariamente de hitos establecidos de manera inflexible. Durante la adultez media, la persona se hace consciente de que no podrá alcanzar todas sus metas y aspiraciones, por lo que tendrá que revisar y modificar su proceder. Es en esta etapa que trabaja más de lleno en su singularidad como individuo y trata de cultivar sus destrezas y sus valores. Las etapas finales se centran en la reflexión sobre los éxitos y los fracasos experimentados y, presumiblemente, en el disfrute de los años que quedan por vivir.   estas transiciones no siempre son fáciles de recorrer o de resolver. Pueden provocar cierto grado de desequilibrio, llegando en ocasiones a producir ansiedad, confusión e inestabilidad en quien las experimenta. El tiempo de relativa estabilidad propio de cada etapa es (1978, 1987) acerca de la influencia de los ambientes físicos y sociales en la formación de la estructura de la vida, subrayado por Dannefer (1984), es ciertamente importante ya que de alguna manera ambos aspectos condicionan la toma de perspectivas y de posturas por parte de las personas y ayudan u obstaculizan los períodos de transición,  En este mismo orden, conviene resaltar que animar a las personas a buscar ayuda cuando todo está marchando bien es mucho más constructivo y beneficioso que hacerlo cuando las cosas se han salido de control y atentan contra la seguridad, el bienestar y la estabilidad emocional. Levinson (1978, 1987) mismo señala que se debe hacer “desde la parte más saludable de la persona”, . En efecto, si cambiamos con regularidad el aceite y el filtro de nuestros vehículos, prolongando así su vida útil, no hay razón para no hacer algo parecido con nuestra vida emocional. Al mismo tiempo, el estilo de conducirse en las muchas transiciones que se dan a lo largo del proceso de desarrollo tiene mucha relación con las creencias, los sentimientos, los pensamientos y las conductas que se dan en la persona y que permiten un paso más o menos efectivo a la etapa siguiente. Aunque Levinson (1978, 1987) hace referencia a una serie de tareas que cada persona debe realizar en cada etapa y antes de pasar a la etapa siguiente, la tarea más importante es precisamente resolver satisfactoriamente todo lo relacionado con cada uno de estos momentos de cambio. Éste debe ser el criterio según el cual evaluemos el éxito o el fracaso de nuestra trayectoria personal. En estos jóvenes, la transición es un fenómeno en el que muchos eventos se están dando a la vez y no siempre son fáciles de interpretar y manejar. Aunque en escuela superior ya se hubiera comenzado el proceso de individuación es en el ambiente universitario donde esta etapa del desarrollo se agudiza más. El universitario no sólo se distancia de su entorno familiar, sino de los grupos de amigos que tenía en la escuela y en su vecindario y comienza a conocer otras maneras de ver la vida y otros estilos de conducta. Estas nuevas realidades le obligan a replantearse sus propias creencias y comportamientos y le presentan la necesidad de crear nuevos significados y nuevos estilos de relación social, algo que no siempre es fácil de hacer. Es en estas dos primeras etapas que el joven comienza a trabajar de manera más o menos seria y estable. Si el trabajo es uno de supervivencia, como en los establecimientos de comida rápida, en los que muchas veces se ve sujeto a un horario 11 Revista Griot Volumen 1, Número. 1, 2007 11 impuesto que puede interferir con sus compromisos académicos, el joven experimentará fuertes tensiones y desequilibrios. Si el trabajo no tiene nada que ver con su elección de carrera o profesión, los niveles de indecisión y de frustración podrán aumentar de forma considerable. Como muy probablemente dependa aún de la ayuda de sus padres y tal vez el trabajo que tenga no le provea la solvencia económica que desearía, no se siente del todo adulto y se le hace difícil asumir las responsabilidades que conlleva esta etapa de su vida. Son elementos a tomar en cuenta durante el proceso de consejería desde el escenario universitario, ya que juegan un papel decisivo en la vida del joven pero muchas veces escapan a la consideración del profesional de ayuda. Visto desde el modelo teórico de Levinson (1978, 1987), el proceso de individuación y desarrollo al que se ve expuesto el joven universitario no es otra cosa que la elaboración de su propia estructura de vida, esos patrones de pensamiento, de cogniciones y de conductas que harán al joven descubrir su unicidad y su singularidad en el mundo y le permitirá hacer sentido de cuanto le rodea. El estudiante debe haber adquirido una buena dosis de confianza en sí mismo y en las demás personas para adentrarse ahora en una multiplicidad de mundos distintos al que conocía en la relativa seguridad de su hogar y de su escuela. Las exigencias académicas, complicadas tal vez por pobres hábitos de estudio, la necesidad de trabajar para sostenerse económicamente y los nuevos estilos sociales que va descubriendo se convierten en fuentes de tensión y de presión que deben ser atendidas mediante nuevos aprendizajes. Integrarlas adecuadamente será un logro del proceso de ayuda. Tal vez la mejor manera de proveer ayuda a través de la consejería al joven universitario en estas dos etapas de su desarrollo es ayudarle a examinar críticamente y a elegir sabiamente de entre la gama de posibilidades que se le presentan como opciones de vida. Conforme elabora su estructura de vida, va seleccionando entre distintas posibilidades de pensar, sentir y obrar. Colaborar en este proceso de selección a través de la consejería es un servicio de gran valor ya que tan importantes son las opciones seleccionadas como las descartadas y, posiblemente más importantes aún son los procesos mediante los cuales se hacen estas selecciones, ya que marcarán la pauta para futuras decisiones. La estructura de su vida se irá consolidando conforme las opciones tomadas cristalicen en una mayor congruencia interna y en unas interacciones sociales más seguras y maduras.  De esta manera, las distintas elecciones que haga de entre las opciones que se le presentan pueden generar nuevas tensiones, confusiones, ansiedades y la selección de nuevas amistades, las primeras experiencias en el mundo del trabajo y la manifestación de nuevas conductas, especialmente las que tienen que ver con amistades o relaciones íntimas. Puesto que no se pueden vivir todas las posibilidades que se presentan, los criterios utilizados en los procesos de selección deben ser lo más confiable posible de manera que tanto las dos etapas que nos conciernen como las múltiples transiciones que puedan darse entre una y otra sean en verdad puentes efectivos y eficaces que conduzcan a la madurez del joven, a un mayor compromiso moral consigo mismo y con los demás y a una mayor proyección social en la que vaya perfilándose como agente de cambio y gestor de un futuro más optimista y esperanzador. Un elemento a tener en cuenta es la manera en la que el joven universitario maneja los fracasos y las decepciones. Conviene recordar el intenso dramatismo de esta edad y la pobre formación en hábitos tales como la perseverancia, la fidelidad y la constancia. Es fácil encontrarnos con jóvenes que a la primera de cambio, cuando las cosas no salen como esperaban o como exigían, tienden a darse por vencidos, o a adoptar una conducta derrotista, agresiva o pesimista. Ayudarles a entender que los fracasos sólo son resultados no esperados y que pueden servir como ocasión de aprendizaje para futuras gestiones es un paso adelante en la construcción de su definición personal y en su estructura de vida. Otro elemento importante es la necesaria flexibilidad interna en la estructura de vida para poder manejar exitosamente las ambigüedades y las contradicciones que se dan diariamente. Como todo joven en estas edades, el universitario tiende a ser radical e inflexible, adoptando una postura de “o todo o nada”, cerrándose muchas veces al diálogo productivo con otras maneras de ser y de hacer. La consejería abrirá nuevos espacios de reflexión y de análisis que se verán traducidos en una toma de decisiones más acorde con su próxima entrada al mundo de los adultos en el que la diversidad será muchas veces la orden del día. Levinson (1978) postula que la transición de una era a la siguiente es un paso significativo en el desarrollo y requiere un período transicional que podría durar varios años. En la etapa que nos corresponde, esos años abarcan precisamente el tiempo que el joven pasará en el escenario universitario, forjando ayudarán a las 13 Revista Griot Volumen 1, Número. 1, 2007 13 personas atendidas a dar el paso a la etapa siguiente de una manera exitosa. Para finalizar, es importante recordar la diferencia entre maduración y madurez así como la relación entre madurez y adultez. Mientras el primer constructo hace referencia al crecimiento fisiológico, mediante la cual el organismo humano accede a estadios del desarrollo cada vez más complicados al tiempo que comienza a experimentar deterioro en los mismos, la madurez es un constructo que hace referencia a la integración responsable de todas aquellas cualidades que nos hacen propiamente seres humanos. El tiempo que los jóvenes pasan con nosotros, entre cuatro y seis años como promedio, lleva consigo la maduración fisiológica, pero no garantiza el que se dé la madurez emocional necesaria para una vida adulta responsable. Este último término, adultez, apunta a cierto grado de estabilidad en la estructura de la vida, estadio en el que se espera haber logrado la identidad propia y la clarificación de los proyectos de vida enmarcados en diferentes contextos sociale. Presentamos, a grandes rasgos, tres modelos teóricos. Son los más corrientes y ampliamente aceptados en relación con la maduración creyente y la pastoral de los adultos. Los dos primeros autores, Erikson y Levinson, representan el enfoque desarrollista, mientras Kegan ilustra la propuesta de los constructivistas. DANIEL LEVINSON. Este investigador americano fundamenta igualmente su modelo en el progreso de la edad, pero da mucha importancia a los distintos roles sociales que un adulto está llamado a asumir a lo largo de la vida. Según él, la existencia humana se desarrolla a lo largo de cuatro estaciones, tres de las cuales transcurren durante la edad adulta; él las llama estaciones de la vida.

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