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El estilo autobiográfico


Enviado por   •  27 de Mayo de 2012  •  2.050 Palabras (9 Páginas)  •  302 Visitas

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dhaosijdpaosjfpoasjfpoajfjaspgjowmkrektgmPara cualquier evento histórico existen datos crónicos que todo el mundo acepta sin cuestionar. Este tipo de historia a veces sirve sólo un propósito para sólo una perspectiva. Rara vez es la historia oficial objetiva. Cuatrocientos años después de la fundación de Chile, Isabel Allende da voz a uno de los fundadores, Inés Suárez, en su novela, Inés del alma mía, para presentar una visión más amplia y verdadera de los eventos de esta fundación. Allende confiesa al principio de su novela, que “en estas páginas narro los hechos tal como fueron documentados…me limité a hilarlos con ejercicio mínimo de imaginación”. Es precisamente por este uso mínimo de imaginación que cumple la meta de la protagonista, Inés. Esta meta, según Inés Suárez, consiste en “contar mi vida por la conquista de Chile, que compartí con Pedro de Valdivia”(106). Un análisis del libro revela que la técnica creativa y el estilo del libro de Allende proveen una coherencia de los datos históricos para hacerlos más reales y creíbles. El resultado es una versión distinta de la historia chilena a través de la perspectiva femenina.

El estilo autobiográfico de la novela hace que el lector viaje al lado de la protagonista y le facilita la libertad de adaptar su punto de vista. Es un vehículo para Inés para contar su versión. La narración en forma autobiográfica le da un sentido íntimo a unos datos históricos que hubieran carecido de esta dimensión. Inés dicta su historia a su hija, Isabel. No es sólo una oportunidad de compartir su pasado con su hija, sino que tiene el propósito bien definido de anotar los eventos.

Con el personaje de Inés, Allende está “historiando” una nueva crónica que amplía a “la historia oficial” de la fundación de Chile. El hecho de que Inés insiste en que Isabel entregue su historia, “a la iglesia de los Dominicos, para su conservación y resguardo” apoya su propósito. La visión histórica se afecta por esta forma íntima de la autobiografía. La narración por el “yo” personal traslada a la visión histórica por la perspectiva de una mujer. El punto de vista femenino se presenta objetivamente porque Inés puede expresar y entender la experiencia de los españoles tal como la de los indígenas, “también los respeto y admiro, no puedo negarlo…dignos enemigos somos españoles y mapuche: de parte y parte valientes, brutales y determinados a vivir en Chile”(144). Se une con Pedro en su idealismo de “esa nación utópica” de Chile, pero tampoco culpa a los indígenas cuando pagan la venganza a los españoles y a Valdivia, dice: “no habían olvidado los miles de muertos, los hombres quemados…”(359). La visión histórica a veces es pesimista para los dos lados. El hecho de que la narradora vacila entre un “yo” personal y un “yo” colectivo permite que a veces tome responsabilidad de lo que cuenta y veces consiga el apoyo del lector. A veces beneficia de una narradora omnisciente que nos cuenta los acontecimientos que el mismo protagonista no vio personalmente.

El estilo del discurso de esta narración autobiografica en cuanto al espacio histórico también permite que dos aspectos yuxtapuestos, la verosimilitud y la ficción, compartan la misma historia. La presencia de los dos elementos enriquece la historia y crea un equilibrio literario. Los datos geográficos, de fechas, de batallas, etc. son parte de lo verosímil mientras el carácter de los personajes, sus deseos y sentimientos son posibles por la ficción. La ficción es un elemento importante porque bajo su sombra se hace posible tener diálogos, sueños, lo fantástico y medioambientes elaborados, etc. Los sueños de Inés la curan de su odio por Pedro. Por ejemplo, ella se convierte en cóndor y le arranca los ojos a Pedro: “fue un sueño estupendo, muy vívido, y desperté vengada”(304). También vemos la conexión entre su enfermedad y el dolor de Pedro en el momento que siente/”sabe” de su tortura. Allende confiesa (por Inés) que hasta el poeta Alonso Zúñiga, en su poema, “Las araucanos”, sacrifica unos hechos por el arte (la ficción) de la poesía. La intertextualidad con el poema épico apoya al elemento de la imaginación de Allende. Inés dice que sus versos “inventan la Historia, desafían y vencen al olvido”(84). Además, el elemento ficticio ayuda con el aspecto intuitivo que se atribuye a lo femenino. Según Inés, hay dos versiones de la historia: la oficial y la suya, “esta es mi historia y la de un hombre, don Pedro de Valdivia, cuyas heroicas proezas han sido anotadas con rigor por los cronistas y perduraran en su páginas…yo sé de él lo que la Historia jamás podrá averiguar”(120).

Tal como el estilo lleva al lector por la fundación de Chile por la perspectiva femenina y le informa de los hechos crónicos, la técnica crea también el ambiente de los eventos que le ayuda al lector a experimentarlos. El poder de las imágenes intensifica los acontecimientos que cuenta Inés. Un elemento que corre por toda la novela es la imagen de la naturaleza. Desde el desierto hasta la jungla, los dos se presentan al extremo. Conquistar a Chile implicó atravesar por el terreno más brutal, “nuestra desesperación aumentaba a medida que pasaban los días sin dar con un pozo sano, los únicos que encontramos habían sido contaminados con cadáveres de animales por los sigilosos indios chilenos”(151). Igualmente, las imágenes brutales de las batallas y el abuso del mapuche enfatizan la brutalidad del ser humano. La naturaleza y lo humano se representan semejantes. Otro tropo efectivo es la presencia de lo fantástico. Se puede decir que la fantasía se relaciona a lo femenino. Cuando Inés “ve” al Juan de Málaga, ella no dice que cree que lo ve, dice con certidumbre que él la visita. Dice: “Juan de Málaga me siguió en el largo viaje a Chile, me acompañó

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