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Toxicologia Fundamental

santilmateomc2 de Noviembre de 2014

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PERIODO PRIMITIVO. EDAD ANTIGUA

El veneno en la caza, la mitología y el delito

Puede decirse que cada época histórica ha teni- do su tóxico, y que los venenos han desempeñado un importante papel en la historia, sea con fines positivos (caza, exterminio de plagas o animales dañinos, medicamentos, etc.) o con fines crimina- les, lo cual ha hecho que su estudio, es decir, la toxicología, se haya desarrollado gradual y para- lelamente a estas prácticas. Es de suponer que el hombre prehistórico ya tuvo conocimiento de propiedades tóxicas de algu- nas sustancias minerales, animales o vegetales. La experiencia ha enseñado al hombre qué sustancias resultan perjudiciales y cuáles no lo son tanto, y algunas de ellas fueron empleadas por el hombre primitivo para la caza y, posteriormente, con fines euforizantes, terapéuticos o criminales. Muy probablemente fueron los productos de origen vegetal los tóxicos primeramente maneja- dos. Así, en algunos palafitos de la Edad del Bronce se han encontrado frutos del papaver. Investigaciones arqueológicas de G. Saint- Hilaire y Parrot han proporcionado conocimien- to sobre el empleo de tóxicos por los hombres del Paleolítico, que impregnaban las puntas de lanzas o flechas con diferentes sustancias. Aun

hasta nuestros días, los bosquimanos de África han seguido utilizando para ello mezclas de Amaryllis distichia, varias especies de Euphor- bium y Acocanthera; algunos pueblos utilizaron también venenos de serpientes y de araña negra. Otras tribus africanas han empleado desde tiem- po inmemorial semillas de Strophantus hispidus o Strophantus kombe. Aristóteles (384-322 a.C.) apunta el uso del veneno de víboras, y Estrabón (63-20 a.C.) el de peces. Dioscórides (siglo I) cita el uso del tejo y el eléboro (tetanizante e hipoten- sor), también usado por los castellanos con el nombre de «yerba de las ballestas», y como expo- ne Scarlato (2007) se observa claramente una diferenciación regional en el uso de estos vene- nos; en Japón el acónito, en Oceanía los tetanizan- tes y sofocantes, y en América una gran diversi- dad, como tuvieron ocasión de comprobar los descubridores. En la zona del Amazonas se usa preferentemente el curare y el estrofanto en las «flechas herboladas», en Colombia, Panamá, Ni- caragua, Costa Rica, sur de Venezuela, Guayana, etc., se emponzoñaban flechas con ácaros (que contienen numerosos alcaloides) y venenos de reptiles, como la rana dorada, sapo minero, etc. (Dendrobates auratus o tinctorius, Phylobactes terribilis o bicolor) en que los indios clavaban fle- chas y ponían cerca del fuego, para que con el calor segregara el veneno. Y en América del Norte, los pieles rojas y mexicas aplicaban los venenos de serpientes y alacranes.

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Se sabe que el emperador del Japón Shen- Nung (3.500 a.C.) poseía un jardín botánico con plantas medicinales y tóxicas; posteriormente los japoneses extraían un cardiotóxico del crisante- mo. En Egipto de los faraones se utilizaban diversos tóxicos cuyo conocimiento estaba reser- vado a los sacerdotes, como ocurría en muchas tribus primitivas. El veneno más clásico de todos los tiempos ha sido el arsénico, en forma de diferentes compues- tos, y ya figura en lo que se tiene por el texto de medicina más antiguo, escrito hace más de cuatro mil años en tablillas de barro encontradas en Mesopotamia por el norteamericano Samuel S. Kramer en 1956. En el Papiro de Ebers datado hacia el año 1500 antes de Cristo, (descubierto por el egiptólogo alemán Georg Ebers) se encuen- tra la documentación escrita más antigua acerca de medicamentos y de venenos, con referencias a plomo, antimonio, cobre, cáñamo índico, papaver, conina, acónito, hioscina, helebro, opio, etc. De la misma época es el papiro egipcio de Hearst, con referencias al veneno de las serpientes y de otros animales.

En el Papiro

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