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Modelo Actancial de Greimas


Enviado por   •  24 de Marzo de 2014  •  2.187 Palabras (9 Páginas)  •  632 Visitas

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Pancho Papadas.

(Xavier Vargas Pardo).

Ejercicio de aplicación del modelo actancial de Greimas.

Este cuento del escritor michoacano Xavier Vargas Pardo se encuentra en el libro “Céfero” publicado en el año de 1961. Es la historia de un mono que encuentra una difícil situación al cambiar de dueño, ya que cuando es adquirido por el “maistro Delfino” la familia de este lo hace ver su suerte al hacerlo víctima de un sinfín de travesuras y maltratos que terminan en tragedia. Encontramos un narrador de tipo omnisciente que nos presenta la historia como si la hubiese presenciado.

En lo que ocupa a nuestro estudio y aplicando el modelo actancial de Greimas, los personajes adquieren los siguientes roles:

Sujeto: el sujeto es “Delfino” el cual obtiene el objeto de su deseo (Pancho Papadas) en torno al cual se desarrolla la historia.

Objeto: este rol lo asume “Pancho Papadas” es el objeto que se adquiere al inicio del cuento, el objeto del deseo del sujeto que se aferra a poseerlo.

Destinador: en este caso, siguiendo el orden de los hechos narrados los destinadores serían tanto el cotorro como la familia de “Delfino” que castigan y le hacen la vida pesada al mono huasteco.

Destinatario: lógicamente el destinatario de esas travesuras y maltratos va a ser “Pancho Papadas”.

Ayudante: este rol también lo asume “Delfino” que es el único que hace algo por defender al mono cuando lo están maltratando.

Oponente: los oponentes son los chavales y la cotorra, aquellos que trabajan en el taller y que le hacen la vida imposible al mono huasteco.

La secuencia de la historia podría explicarse de la siguiente manera:

1.- La venta de Pancho Papadas.

En este apartado se lleva a cabo el trato entre Delfino y el forastero, antiguo dueño del mono que es víctima de las habilidades de regateo de Delfino quien termina adquiriéndolo a un muy bajo costo:

“— ¡Te doy un tostón por ese mono huasteco!

—No se dan en guía como las calabazas.

—Parece de alambre, te doy un tostón por él con todo y los trabucos; está matrero todavía…

— ¡Tiene alilayas de cristiano! Se llama Pancho Papadas.

— ¿Papadas? ¿Pos cuáles?

—Las tiene acá abajo, ¿no ve? ¿Pa qué lo quiere?

— Pa juntarlo con la cotorra… ¡Pa que divierta a Severa! Te doy cuarenta.

— ¡Dijo que un tostón!

—Cuarenta, ni más ni menos, no puede hablar como la cotorra.

Y como en este mundo desde que el sol sale unos se levantan a chingar y otros a no dejarse, el maistro Delfino le sacó el huasteco al forastero del cilindro por los cuarenta fierros.”

2.- El recibimiento.

Como ya se anticipó la vida de “Pancho Papadas” dio un giro negativo al llegar a la familia de “Delfino”, la cual no lo recibió nada bien, empezando por su mujer a la que no le causo ningún agrado la llegada del nuevo miembro de la familia:

“Se trepó el chango sobre el hombro y se metió en el taller donde estaba toda la palomilla con su vieja.

Hasta pararon de chambear y la cotorra armó un escándalo como nunca cuando lo vieron entrar con su animalito bizbirindo de cuatro jemes.

—¡Mira, mira… compró un huasteco papá!

—Ya no cabe en los pantalones de pechera, le quedan retrincados… —¡Préstamelo pa quemarle un buscapiés!

—¡No, mejor truénale un garbanzo!

—¡Nada, nada! —dijo el maistro Delfino—. Lo dejan quietecito pa que agarre confianza —y lo soltó sobre un montón de carrizos— ¿O no?

Severa le dio una mirada a aquel garabato con pelos y siguió retacando cuetes como si nada.

—¿Qué no te gusta el huasteco, Severa? Me costó cuarenta y dijo el amigo que se llamaba Pancho… Pancho Papadas. Mejor le cambiamos el nombre y le ponemos Trabuco… ¿No? —Severa no hizo caso.

—¿Así que no te gusta el huasteco? ¡Pos que se lo lleve el carajo, a ti no te gusta nada! —y le puso una patada a los carrizos.

3.-El martirio del mono huasteco.

Los personajes que son la pesadilla del mono huasteco son los chavales de Delfino y la cotorra, los cuales no lo dejan ni a sol ni a sombra y convierten la vida de Pancho en un infierno:

" De allí en adelante como si le hubiera echado la maldición al infeliz. Pa pronto lo agarraron los chavalillos, lo sacaron afuerita y por principio de cuentas le amarraron a la cola una mecha como de medio metro de larga y le prendieron. El huasteco empezó a chillar y a correr echando chispas y humo por todas partes:

—¡Curro tonto, curro tonto…! —repetía la cotorra muerta de risa colgando de una salo pata, y los canallas mocosos se retorcían de gusto mientras les sonaban sus garbanzos al bizbirindo por dondequiera:

—¡No halla qué hacer, perdió la chaveta! ¡Parece lavativa brincando!

Ya se le salían los ojitos y las tripas de las arrastradas y las volteretas que daba. Quedó hecho una lástima, arrebolado contra la parangua de la cocina.”

4.-La cotorra mañosa.

Este personaje es bastante cómico, por un lado se burla de las desgracias de “Pancho Papadas” pero lo que en verdad le importa es conseguir lo que quiere a costa de las artimañas que sean necesarias, como interrumpir los rezos de la familia o simplemente desaparecer en los momentos precisos:

“La cotorra ya le sabía al maistro todas sus movidas y, en cuanto oía ruido de trancas a media noche, se arrancaba pa’l guamúchil y no bajaba hasta la hora del rosario del día siguiente; porque, eso sí, al rosario no le fallaba el maistro Delfino. Todas las noches antes de acostarse la vieja Severa arriaba a la chusma con un leño y los tenía hincados de punta a punta, desde que se santiguaban hasta la letanía:

—Arca de la alianza.

—Ruega por nosotros.

—Puerta del cielo.

—Ruega por nosotros.

La cotorra repetía con todos:

—Ruega por nosotros.

—Estrella de la mañana.

—Ruega por nosotros.

Nunca se equivocaba desde el día en que Delfino le atravesó un diablazo por haber empezado a chiflar a media letanía aquello de: “Lorito, toca la marcha, que ya viene mi general…

El avechucho tenía mil mañas pa hacer que le volvieran a llenar el cajete cuando se le vaciaba.

—¡Chocolate pa la cotorra! ¡Chocolate pa la cotorra! —se cogía gritando, y si no le hacían caso se aventaba “La Salve” —:¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce virgen María…!

Pero como a la vieja Severa no le gustaba oír semejantes barbaridades, a la carrera ordenaba:

—¡Sabina! ¡Sopas pa la cotorra!

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