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Resumen Primer Capitulo ASI ES LA VIDA

yeascruz16 de Marzo de 2015

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ASÍ ES LA VIDA

Esta obra es casi un perfil autobiográfico, un constante batallar contra lo mal hecho, un clamor de solidaridad, de paz, de amor y, al mismo tiempo, de continua lucha y de búsqueda. Nos enseña que la vida es estrés y que el estrés es vida, y que no podemos vivir sin estrés. Intenta enseñarnos qué es ser un adulto maduro, saludable, con sentido y resiliencia. Nos abre las puertas para que conceptualicemos de forma distinta el envejecimiento, la enfermedad, el dolor, la muerte. Y sobre todo, el cambio para seguir buscando el bienestar, la felicidad, la calidad de vida, la satisfacción con lo vivido, que nos permite no solo honrar nuestra vida, sino la de los demás.

José Martí, figura de pensamiento en toda América, expresaba que: “Debe prepararse a todo hombre a la batalla, a la privación, a la desgracia, la felicidad constante aniña y debilita, sufrir bien, por algo que lo merezca, da juventud y hermosura”. Martí abogaba por que cualquier sufrimiento, hasta el más mínimo, tenga una repercusión positiva para cada persona, que tenga un sentido.

CAPÍTULO 1. LA VIDA ES ESTRÉS, EL ESTRÉS ES VIDA.

LA VIDA ES ESTRÉS

A medida que vamos creciendo, nuestra capacidad de estresarnos aumenta ya que cada fase de la vida implica su propia etapa en el proceso de creación. La infancia amolda la estructura de nuestra vasija psicológica y emocionalmente, la adolescencia es como el primer horno que nos permite consolidar nuestra identidad, la adultez pule nuestra identidad para experimentar el nosotros y, finalmente, la vejez es el horno más caliente donde sentimos que es mejor rendirnos porque nos creemos incapaces de sobrevivir y experimentar la trascendencia.

En psicología del desarrollo, el especialista estadounidense Erik Erikson postuló la existencia de una serie de crisis que se plantean a lo largo de la vida de cada ser humano e identificó ocho etapas del desarrollo. Cada uno de ellos contiene una cantidad de tareas que vamos consolidando para lograr una mayor consciencia personal y autonomía.

Primera etapa: 0 a 1 año. Confianza versus desconfianza. Cuando recibimos el cuidado amoroso de nuestros padres, desarrollamos confianza en el mundo que nos rodea; pero si primaron las carencias, lo más probable es que la desconfianza y el temor al mundo externo nos acompañen. El fruto de esta etapa es la confianza.

Segunda etapa: 2 a 3 años. Autonomía versus duda. El autocontrol y la seguridad en nosotros mismos es lo prioritario a aprender en esta etapa. Cuando somos exigidos y/o sobreprotegidos, es posible que dudemos de nosotros y de nuestras posibilidades de independencia. El fruto es la voluntad.

Tercera etapa: 4 a 5 años. Iniciativa versus culpa. Si no se nos apoya para tomar nuestras propias decisiones o se nos avergüenza en nuestras iniciativas tenderemos a experimentar culpa y desengaño; pero si se nos alienta a decidir por nuestra propia voluntad, entonces cosecharemos el fruto de plantearnos propósitos.

Cuarta etapa: 5 años a la pubertad. Laboriosidad versus inferioridad. A esta edad comenzamos la escolaridad, nos interesamos por las tareas y por compartir experiencias. Si recibimos críticas duras en esta etapa, o carecemos de incentivos por parte de nuestros padres y la escuela, podemos desarrollar fuertes sentimientos de inferioridad. Si somos alentados y orientados, podremos recibir como fruto el definir nuestras competencias.

Quinta etapa: Adolescencia (12–20 años) Identidad versus confusión de roles. El logro de la identidad es la tarea fundamental de esta etapa. La guía y apoyo que recibamos del medio son fundamentales para evitar la confusión sobre nosotros mismos, lo que nos permite cosechar el fruto de la fidelidad.

Sexta etapa: Adultez temprana (21 a 40 años aproximadamente). Intimidad versus aislamiento. Consolidar la identidad y la seguridad en nosotros mismos nos permite intimar y comprometernos con otros y así poder experimentar el fruto de amar incondicionalmente.

Séptima etapa: Adultez media (40 a 60 años aproximadamente). Generatividad versus estancamiento. En este momento de nuestras vidas nuestra principal tarea consiste en volcarnos hacia los demás para brindar nuestra experiencia con nuestro ejemplo de vida. Cuando esto no ocurre, nos encerramos en nosotros mismos y vivimos del pasado, sin acceder a la satisfacción que brinda el fruto del cuidado y autocuidado.

Octava etapa: Adultez mayor (60 y más años). Integridad versus desesperanza. En esta etapa se vuelve manifiesta la conciencia de la muerte y no aceptarla como parte de la vida, al igual que lo malo y bueno que hayamos experimentado, nos limita de ofrecer el fruto de la sabiduría.

En nuestro desarrollo todo también tiene su tiempo para madurar y florecer. Estas etapas del desarrollo nos ofrecen una visión integral que nos sirve de guía para nuestro camino. Pero si las circunstancias personales interfieren la cosecha de etapas anteriores, la vida nos dará muchas otras oportunidades de lograrlo, gracias a que contamos con una gran capacidad de superar la adversidad, una capacidad que es liberadora y esperanzadora.

No es tan sencillo comprender, tolerar y aceptar que consolidar cada nuevo peldaño de consciencia personal implica un proceso de crisis. Esta condición está presente en toda evolución, ya sea elegida voluntariamente o impuesta por la vida. Nuestras reacciones naturales frente a esta realidad son complejas: sufrimiento - estrés - felicidad.

Nuestra capacidad de elaborar satisfactoriamente las pérdidas y afrontar los desafíos o amenazas que conllevan los continuos cambios a lo largo de nuestra vida, es lo que nos permite finalmente vivir plenos, sanos y felices.

Tanto en los momentos buenos de la vida como en los malos, el eje que los atraviesa es la experiencia de estrés. Es esta experiencia la que nos motiva a buscar respuestas para nuestro bienestar, la que nos invita a ser conscientes de nuestros valores en la vida, de nuestra capacidad de dar y recibir, además de incentivar nuestra voluntad. Puedo afirmar que sin estrés no tendríamos la intensidad suficiente para afrontar los desafíos o amenazas de la vida y finalmente darles sentido.

Si seguimos valorando la experiencia del estrés de forma negativa y vaga, podemos estar limitando nuestra posibilidad de ser plenamente felices, de crecer como personas y como humanidad. Comprender la experiencia de estrés nos protege de sucumbir como víctimas de una amenaza que no es real sino que más bien es creada por desconocimiento e informaciones parcializadas.

EL ESTRÉS ES VIDA

Se vive la experiencia del estrés como algo negativo, que nos amenaza, que limita nuestro bienestar. Hablamos de estrés cuando queremos expresar con cierta indefinición algún tipo de tensión, presión o esfuerzo producido por demandas más o menos duraderas, o bien cuando buscamos precisar algunas emociones y sentimientos que experimentamos ante determinados hechos de la vida.

En un comienzo el estrés se definió como una respuesta psicofisiológica del organismo y, desde este enfoque, se manifiesta a través de palpitaciones frecuentes, excesos de sudoración y dolores internos, entre otros síntomas. Otra conceptualización incompleta es la que nos hace asociar la experiencia de estrés a un suceso externo, visto como un agente ambiental o acontecimiento vital con carácter “amenazante”. Ciertas condiciones externas o internas tienen por sí mismas el poder de estresarnos.

Hay algunas afirmaciones que dejan ver la confusión que hay al definir el estrés. Ellas son:

 El estrés viene determinado por la situación y simplemente lo padecemos.

 Hay determinados acontecimientos o situaciones que son estresantes, siempre y para todas las personas. Por ejemplo el exceso de trabajo o cierto conflicto en una relación interpersonal, la muerte de un ser querido.

 Las situaciones que producen estrés son siempre de carácter negativo. Sería difícil estresarse al enamorarse.

 Estrés, ansiedad o depresión es lo mismo.

 Es imposible que, ante un trabajo rutinario y de poca exigencia, alguien pueda sentirse estresado.

Esta confusión nos lleva a vernos como víctimas de un gran monstruo que amenaza nuestras vidas, al que hoy en día reconocemos con el nombre de ESTRÉS. Este monstruo además se comporta de forma impredecible e incierta.

Ni el estímulo ni la respuesta son los que determinan la intensidad y reacción de estrés, sino más bien la valoración particular que le damos a lo que nos sucede. El proceso que más se acerca a la naturaleza de la experiencia de estrés, es el de una interacción entre la situación y nuestra individualidad. Este proceso varía de una persona a otra de acuerdo al significado que le atribuimos a la situación, a los recursos que poseamos para afrontarla y al sentido personal que le otorguemos.

Lo importante no es lo que la vida nos hace, sino lo que cada quien hace con aquello que la vida nos hace. La palabra estrés al igual que éxito, fracaso o felicidad, tiene una connotación distinta para cada persona, por lo que su definición es muy compleja.

Si logramos comprender mejor nuestro cuerpo y sus reacciones, podemos desmitificar el estrés para sentirlo como un aliado que nos permite asegurar nuestra integridad, y así dejar de verlo como una amenaza a las demandas de nuestra vida actual, que están más relacionadas con nuestra consciencia

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