Algunas Consideraciones En Torno A La Posibilidad De Una Filosofía Mexicana Como Una Filosofía Sin más.
cirano2229 de Agosto de 2014
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El parentesco del título del presente ensayo con la obra del maestro Leopoldo Zea no es casual, pues en él se encierra una problemática que aquejo a un buen número de intelectuales distribuidos desde el siglo pasado por toda nuestra Latinoamérica, y cuya pregunta fundamental gira en torno a la posibilidad o imposibilidad de una filosofía autentica y propia. Dicha interrogante continua abierta, incluso en nuestros días, pues si bien es cierto que nuestra América –al igual que el resto del mundo- goza de su propia historia, cultura, ideología, etc. lo cierto es que también, ésta cae en aprietos al quererse comparar con las viejas escuelas europeas, las cuales han dado los arquetipos necesarios para todo el quehacer filosófico. Es por ello que la misión autoimpuesta por los filósofos latinoamericanos ha sido la de probar o negar (según sea el caso) la existencia de un pensamiento filosófico propio, que sea capaz incluso de encontrarse alejado de cualquier influencia externa y que además ofrezca una propuesta original y atractiva a la empresa filosófica mundial, pero ¿Cómo es posible lograr esto cuando nos hallamos en un banquete en donde ya se han servido todos los manjares existentes?
Para responder a tal cuestionamiento, es preciso analizar la naturaleza y el sentido del mismo; es decir, para poder indagar acerca de cuál debería ser la filosofía que debamos exportar al mundo primeramente debemos preguntarnos si acaso es posible siquiera consolidar una; ¿Será posible que por algún motivo, no sólo los mexicanos sino también toda Latinoamérica se encuentren imposibilitados para el ejercicio filosófico?, ¿hacia dónde debe dirigirse el ejercicio filosófico?, ¿Qué problemas es menester abordar? Y más aún ¿En dónde se halla la esencia de la propia filosofía: en el espíritu de cada hombre, sin importar su origen o por el contrario es un rasgo que muestra la distinción histórica y social de una nación determinada. A lo largo de las siguientes hojas se ofrecerá una respuesta a todas estas interrogantes.
1. El encuentro de dos mundos.
Como se recordara, 1492 es el año que marco el encuentro entre dos mundos, refiriéndonos con ello tanto al viejo continente como al llamado Nuevo mundo. Se dice que tres naves zarparon el 3 de agosto de ese mismo año desde el puerto de Palos con dirección a las islas Canarias. El 12 de Octubre las naves tocaron nuevamente la tierra y aunque no llegaron a las costas de Asia oriental como se tenía planeado lo que si descubrieron -aunque en ese momento sin saberlo- fueron las entrañas de un nuevo continente. Lejos de las condecoraciones e innumerables riquezas que se obtuvieron de tal monumental hallazgo, lo cierto es que la llegada de nuevos habitantes a esas tierras nativas trajo consigo -para ambos bandos- un cambio histórico, cultural e intelectual sumamente violento y sin embargo interesante.
Por una parte, tenemos a los pueblos instaurados a lo largo de todo el continente recién descubierto; hombres y mujeres de naturaleza guerrera aunque de apariencia sencilla, con trabajos cotidianos y apegados a las bondades que ofrecía la tierra; seguidores de tradiciones ancestrales y creyentes de un destino predestinado, que paradójicamente pusieron a los conquistadores europeos como los dioses a quienes habían estado esperando ¿Es posible siquiera imaginarse el cambio radical y traumatizante que experimentaron los pueblos prehispánicos al contemplar la destrucción de su mundo precisamente por aquellos a quienes llegaron incluso a adorar? Los ahora llamados indios tuvieron que aceptar la ideología y la sumisión por parte de los hombres blancos, puesto que sus armas hasta entonces desconocidas les resultaban impresionantes; de igual forma tuvieron que aceptar la humillación de despojarse de sus creencias, de su propia esencia, trabajando para unos reyes lejanos e indiferentes así como arrodillarse ante un Dios distante, cuyo reino en los cielos les tenía las puertas cerradas, justamente por ser indios.
Como prueba de lo anterior señalado podemos encontrar vestigios de escasos poemas elaborados en la época de la conquista, mismos que reflejaban el gran estupor e incertidumbre que aquejaban a los indígenas. Aquí un fragmento de El canto triste de los conquistados: los últimos días de Tenochtitlan:
Y todo esto paso con nosotros.
Nosotros los vimos,
Nosotros los admiramos.
Con esta lamentosa suerte
Nos vimos angustiados.
Por otra parte, No es necesario abordar aquí la naturaleza del llamado viejo continente; aunque lo que si es preciso señalar es el reflorecimiento intelectual que se generó después del contacto con América, especialmente en las universidades españolas y portuguesas en lo que a antropología filosófica se refería. El objeto de estudio: los nativos de esas tierras. ¿Qué eran precisamente esas extrañas creaturas? Ciertamente parecían iguales a ellos pero ¿realmente lo eran? ¿Por qué su desconocimiento ante la Biblia? ¿Cuál era su esencia, su fin? Estas y muchas más preguntas representaban las nuevas investigaciones efectuadas por dichos centros intelectuales, las posturas tanto a favor como en contra no se hicieron esperar. Recordemos por ejemplo a Juan Ginés de Sepúlveda (1490- 1573) para quien la guerra generada de la conquista de América era aceptable y de hecho conveniente, pues era la forma mediante la cual las sociedades más avanzadas y civilizadas podían ejercer su “superioridad cultural” así como también salvarlos de la pecaminosidad y la barbarie, encaminándolos así hacia la salvación y las buenas costumbres. A propósito de lo anterior, el mismo Sepúlveda expresa en su Apología a favor del libro sobre las causas justas de la guerra:
“Tales gentes (los indios), por derecho natural, deben obedecer a las personas más humanas, más prudentes y más excelentes para ser gobernadas con mejores costumbres e instituciones; si, previa advertencia, rechazan tal autoridad, pueden ser obligadas a aceptarlas por las armas.”
Una postura contraria la encontramos en Bartolomé de las Casas (1484-1566), el cual sale a la defensa de la integridad y la dignidad de los indios americanos pues consideraba a la guerra como un acto aberrante en donde se violaban -por desigualdad de fuerzas- los derechos civiles, divinos y naturales de los hombres, ya que partiendo desde una postura cristiana, todos los hombres son iguales ante la mirada de Dios, y del mismo modo en que los apóstoles se dieron a la tarea de predicar la fe, del mismo modo la misión de aquellos que tocaban tierras novohispanas era la de evangelizar a los nativos, no por medio de golpes, sino a través de la enseñanza, el buen ejemplo y la suave incitación de la voluntad:
“Ahí está el único método o la manera de atraer a todos los pueblos hacia la verdadera religión: siendo pacíficos y mostrando el ejemplo; siendo persuasivos y dialogantes.”
De igual forma podemos traer a escena la conocida bula “Sublimis Deus” redactada por el papa Paulo III en 1537, en donde se efectúa una defensa de los derechos de los indígenas, partiendo del supuesto de que poseen racionalidad. Aquí un fragmento del documento:
“Aunque estén fuera de la ley, no están sin embargo, privados ni hábiles para ser privados de su libertad ni del dominio de sus cosas; más aún, pueden libre y lícitamente estar en posesión y gozar de tal dominio y libertad y no se les debe reducir a esclavitud.”
Es así como todas estas confrontaciones ideológicas, son tan sólo la muestra del fenómeno conocido como mestizaje, en donde además de mezclarse el destino y la sangre de éstas dos razas , también se produjo una interacción de sus culturas. Pese a esto, es sabido que a los americanos sufrieron la aniquilación de gran parte de su ideología, sus creencias, la cosmovisión que tenían sobre el mundo, imponiéndoles, como una especie de propiedad privada intelectual, los cánones que hasta ese momento se encontraban establecidos en todo el mundo occidente.
2. Una aproximación al concepto de mexicano
Tras ésta exposición acerca de los orígenes y desarrollo de la conquista, sobra decir que América no volvió a ser la misma. La colonización trajo consigo expansión, esclavitud, mestizaje así como el surgimiento de nuevos pueblos, resultado de la interacción entre europeos e indios y también entre indios y otros esclavos traídos desde otras tierras, como por ejemplo, nativos provenientes de pueblos africanos conquistados. Concentrándonos en el territorio mexicano, la historia no fue diferente; nuestra tierra fue descubierta en 1517 durante una expedición, pero fue hasta el año de 1521 que la gran ciudad de México-Tenochtitlan, se rindió ante el poderío español. Después de esa fecha se efectuó la colonización de lo que fue nombrado desde ese entonces como la Nueva España.
¿Qué paso con los indígenas que moraban en aquellas tierras y que ahora eran propiedad de la corona española? Ciertamente sufrieron cambios radicales, como ya se ha venido explicando, Los indígenas eran tan diferentes a los españoles, quienes los consideraban como seres sin alma, sin avances, sin voz, en fin, barbaros a los que había que cristianizar, someter y arrebatarles todas sus riquezas. Aquellos indios sin voluntad, fueron programados de manera violenta para hablar y pensar de una forma diferente, comenzando con un cambio en su sistema de creencias, la imposición de un nuevo lenguaje, la construcción de nuevas ciudades, nuevas formas de cultura, etc. pero nunca en vías de superar a los nuevos amos, al contrario, lejos del rencor y la tristeza que ellos llegaran a poseer, estaban desarrollando un sentimiento extraño: la ilusión de poder
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