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Crítica y resignificación del proyecto de la modernidad


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2022  •  Ensayos  •  1.553 Palabras (7 Páginas)  •  47 Visitas

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      Crítica y resignificación del proyecto de la modernidad

Profesor: Maria Angelica Ferla

Alumno: Peñalver Valentina

Año: 5°C

Asignatura: Filosofía

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Crítica y resignificación del proyecto de la modernidad

Habermas en 1980 presenta su texto “La modernidad: un proyecto inacabado” en debate abierto con las posiciones posmodernas, las ve como una forma de antimodernidad, ya que son un rechazo radical a la herencia moderna.

 Habermas sugiere reflexionar sobre lo sucedido en un presente con conciencia moderna. allí, aunque admite Se acabó la modernidad estética asociada a la idea de arte moderno, sin embargo, esto no significa decir adiós a la modernidad.

Esto trata antes bien de aprender sobre los errores y extravíos que han complementado a este proyecto de la modernidad, en especial su programa de superación, pero sin perder la esperanza en sus anhelos. Habermas reconoce, por lo tanto, un malestar en incremento respecto de la modernidad.

Este malestar se relaciona con la intervención de la lógica de la racionalidad económica y administrativa en los ámbitos culturales del mundo de la vida que se preparan en torno de otro tipo de racionalidad que no es de carácter instrumental sino comunicativo. Esta es una formulación resumida de la tesis

habermasiana de la “colonización del mundo de la vida”, pero para comprender sus implicancias, resulta necesario primero introducir la noción de acción

comunicativa diferenciada de la teleológica, así como la distinción entre sistema y mundo de la vida. Comencemos con la acción teleológica que ha captado la atención en los pasos de acción y consiste en que el actor elija los más apropiados para lograr un fin o realizar un estado de cosas en el mundo. Dentro de lo que llamamos genéricamente la acción es posible distinguir la acción instrumental de la acción. Si el primero se limita a elegir los medios más adecuados para alcanzar el fin, los cálculos del agente para el logro del fin en la acción estratégica también tienen en cuenta las expectativas. Al menos la decisión de otro agente de perseguir su objetivo. De todos modos, el concepto principal es la selección de acciones. En el marco de la acción teleológica, el actor establece relaciones con el mundo, capaces de un juicio objetivo desde dos perspectivas complementarias: en un caso, el actor analizado está formado por opiniones consistentes con el estado de y en el otro, si interviene logra adecuadamente sus fines. Además de esta relación entre el actor y el en el caso de la acción estratégica, el actor también establece una relación con otro actor, pero lo considera como un medio para la realización de sus propios fines.Por ello, no es posible hablar, estrictamente hablando, de intersubjetividad en este tipo de acción, en cuyo núcleo se encuentra la racionalidad instrumental que consiste en el cálculo de los más medios apropiados para un fin.

Con esto habermas quiere decir que hay que reflexionar sobre lo que sucede en el momento sobre esta cuestión de la modernidad, ya que el arte moderno como estética había llegado a su fin, pero esto no implicaba una despedida a esta.

Esto se trataba del aprendizaje sobre errores de lo que nos había dejado la modernidad, pero con un malestar en aumento en relación a la modernidad.

Para Habermas la modernidad es un proyecto inacabado. La modernidad es una época que se define a partir de haber alcanzado conciencia de sí misma. De su novedad que se rompe a su modo, el continuo histórico y, en especial, el principio de subjetividad, de libertad subjetiva.

Habermas muestra que el discurso filosófico acerca de la modernidad se fue formando a lo largo del tiempo mediante el aporte de perspectivas múltiples, de diversos acentos, y que se fue sedimentando como lo hace un precipitado. En la obra de Habermas se pueden ver dos planos. Uno consiste en una labor minuciosa y prolija de revisión de lo ya pensado y de lo ya postulado, a la manera, y con los procedimientos del descifrado cuidadoso y de comparar que caracterizan la labor del historiador de la filosofía. Pero la labor de Habermas no se reduce meramente a una didáctica o al planteamiento neutral de una síntesis histórica de cómo fue el devenir de la modernidad como objeto de indagación filosófica. Antes bien, por el segundo plano, Habermas aborda, selecciona, recorta, enmarca, relee, reinterpreta, se distancia y recombina el aporte de sus predecesores a la luz de su propio proyecto intelectual, implícito, de conciliación.

Habermas revisa críticamente las posturas de cada uno de los participantes en la conformación del discurso filosófico de la modernidad y toma posición ante sus rasgos y su singularidad. Reconoce que ese discurso empieza a tomar consistencia a partir de las tres críticas de Kant y sitúa a la Revolución Francesa de 1789 como el acontecimiento umbral que da nacimiento no a una época sino al proyecto que lleva el nombre de modernidad. Este discurso está atravesado por los sucesos históricos que, durante doscientos años, causaron impacto en la sensibilidad y en las estrategias de conceptuación de cada uno de los pensadores que Habermas considera relevantes en su constitución. La razón y su relación con su otro —el mito, la locura, la sinrazón, la desmesura, la transgresión, lo sagrado, el delirio, el éxtasis, lo imprevisto— ocupan en todos los casos un lugar de centralidad.5 En consecuencia, en el discurso convive, inmanente a él, un contra-discurso. La crítica de la modernidad, sobre todo a partir de Nietzsche, se vuelve así crítica de la razón, pero como tal no puede sino mostrarse autorreferencial y hablar, paradójicamente, también, en nombre de la razón. Al respecto, Habermas plantea la pregunta: “¿qué puede oponer a la razón instrumental de una racionalidad con respecto a fines elevada a totalidad social, si, dado su enfoque materialista, no tiene más remedio que entenderse a sí misma como componente y resultado de esa totalidad cosificada, si la coacción que empuja al sujeto a objetivar y a objetivarse penetra hasta lo más íntimo de la razón que ejerce la crítica?”. Desde el punto de mira que adopta Habermas, tanto el pensamiento de Nietzsche como a los que considera sus sucesores —esto es, Heidegger, Bataille, Derrida y Foucault— presentan debilidades argumentales que pone en la superficie como estrategia clara de diferenciación.

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