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DIGNIDAD HUMANA


Enviado por   •  31 de Julio de 2013  •  2.079 Palabras (9 Páginas)  •  401 Visitas

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DIGNIDAD HUMANA

Por Carmen Godínez Flores

En sentido estricto sólo es digna, en este mundo la persona, por ser de naturaleza intelectual o espiritual. El hombre posee libertad de acción y de autogobierno, capaz de acceder y vivir su interioridad, de buscar y obtener el bien. Estas facultades le permiten ser dueño de sí mismo y por lo tanto, nunca podrá ser propiedad de otro, es decir esclava, y por reconocimiento a la dignidad de otros seres semejantes a él, tampoco podrá someter, dominar o privar de su libertad a otros. Lo cual es reconocido en el Artículo I, de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Aún cuando la persona humana tenga un comportamiento inmoral, su dignidad como persona humana permanecerá inalterable ya que es independiente de su conducta moral, por ej. La madre Teresa de Calcuta y la mal llamada “Mata viejitas” ambas con un comportamiento muy diferente, una llena de generosidad y compasión y la otra de rencor y odio. Las dos conservan su valor y dignidad, pues con su comportamiento no disminuye ni aumenta su valor o su dignidad humana. “La persona es digna, en cuanto tal, por lo que es, no por lo que hace. […]… es, desde el momento en que se le infunde el alma en el seno materno, persona humana, y no deja de serlo jamás.”

De igual forma, poseen la misma dignidad dentro de la temporalidad un neonato que un anciano; dentro de las clases sociales vale lo mismo el pobre que el rico, en lo académico; el analfabeta que el letrado, el rector de la Universidad que el alumno; en los niveles laborales, el gerente que el intendente; en la diferencia de género, vale igual el hombre que la mujer; es tan digno el mexicano que el inglés, es decir que la valía como persona no merma o aumenta por la nacionalidad o el lugar de nacimiento; hay igualdad de dignidad en todos los hombres sin que afecte para ello su raza, casta, linaje o religión.

Entiéndase que la dignidad personal es el bien más preciado que se posee y que aún a pesar de los más grandes errores o aciertos, el hombre sigue valiendo como hombre, pues mantiene su ser espiritual y debe ser tratado y respetado como tal.

Es esa dignidad humana la que nos hace ser tratados como sujetos y no como objetos, ni como medios para que otro hombre alcance a través de nosotros algún objetivo mundano, pues como bien lo dice la Dra. Luz García Alonso, “Toda persona, por ser espiritual, es absolutamente digna. Y por ello, no puede ser tratada como un simple medio.” Nadie debe ser tratado como: instrumento, objeto de placer o de servicio, mercancía de compra y venta, ser infrahumano, cosa de recambio o refacción. Por tanto, los matrimonios arreglados, el malinchismo, feminismo exagerado, tráfico de personas, tratantes de blancas, venta de órganos para trasplante, prostitución infantil, secuestros, narcotráfico, explotación de menores y migrantes, terrorismo, entre otros, son delitos graves en contra de la dignidad humana y que bien podríamos llamarle genocidio, haciendo referencia a los crímenes internacionales cometidos contra los grupos más vulnerables de la población. Hoy en día se sabe que existen redes internacionales de criminales cuya influencia y organización no reconoce fronteras políticas, de lenguaje o cultura. Llevando a nuestra sociedad a un estado de paranoia colectiva. Siendo obligación de cualquier hombre evitar que proliferen estas mafias internacionales, y responsabilidad de los gobiernos sancionar y erradicar.

Lo primero que debemos hacer para que se restablezca el orden social, es no desesperanzarnos, creyendo que no es posible cambiar el rumbo; si cada uno hiciera suya la pena, el dolor, la angustia que viven por ejemplo los familiares del secuestrado y del mismo secuestrado, si nos pusiéramos “en los zapatos de ellos”, seguramente acabaríamos con la apatía, indolencia y corrupción, es más, si cada delincuente reflexionara y se hiciera cien por ciento consiente sobre el daño que se causa y causa a los demás no cometería tal acción. Por ello, la importancia de aprender e inculcar a todo ser humano, que el valor positivo de una acción humana, depende de las consecuencias y repercusiones que se causen a nivel personal y social. La punibilidad no estriba solamente en la realización de un delito, sino también dejando de hacer el bien, pudiéndolo hacer.

Lo que impulsa a obrar de forma ilícita es la obtención de “ganancias fáciles”, que si se analizan, resultan no tan fáciles, por poner un ejemplo las muertes violentas, producto de los llamados “ajustes de cuentas”, entre las mismas bandas de malhechores.

La valía de la vida de cualquier ser humano, supera inmensurablemente cualquier valor de algún objeto material. El valor económico tiene su moneda de transacción en el dinero, dinero que tiene su esfera o dimensión de dominio en lo material, por ello su poder no sirve en lo extra material, el dinero no proporciona el amor verdadero, la paz de la conciencia o simplemente la tranquilidad cotidiana y ni que decir acerca de la vida humana, que no es ni será nunca valorable en dinero.

El hombre aun que posea el mundo, seguirá siendo pobre, ¡si no es dueño de sí mismo! el ser humano vale por lo que es en medida de valores y virtudes y no por lo que posee materialmente.

Respecto a su comportamiento es común señalar que alguien tiene o no “conducta digna”; será digna sí vive su vida con decoro y pundonor, cuando se esfuerza para ser recto y honorable. Sus actos indican más perfección en la persona humana cuando son buenos, y menos perfección si realiza actos malos, aunque como ya se dijo: no por un comportamiento alejado del deber ser humano, deja de ser persona y valer como tal.

No debemos olvidar que por ser Individuos de la especie humana poseemos intrínsecamente derechos pero también. La persona humana es el ser más eminente, el más perfecto de la creación, por tanto, no cabe más que vivir a la altura del ser que somos; no podemos comportarnos en relación con otros seres y consigo mismo como bestias; actuar como una planta, o

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