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El Asombro En Filosofia


Enviado por   •  7 de Junio de 2014  •  1.778 Palabras (8 Páginas)  •  2.419 Visitas

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INTRODUCCION

La filosofía no serviría de nada si no se pude acceder a ella el espíritu de cada ser humano.

Si entendemos bien lo que es la filosofía, descubriremos su gran diferencia con los otros conocimientos que estudiamos. Las diversas ciencias se estudian desde fuera, gusten o no gusten, se entiendan o no se comprendan del todo.

La filosofía sin embargo se estudia desde dentro. Es decir, uno mismo es parte de lo que estudia, es al mismo tiempo protagonista y objeto de la filosofía.

Por eso la realidad central de la filosofía es la propia vida, la propia naturaleza, la propia idea, la propia esencia.

El asombro es el principio que sostiene todo acto teórico, frente a otras ciencias, que intentan dar respuestas próximas, en relación con los principios propios de cada ciencia., la teoría filosófica surge como el esfuerzo por encontrar las respuestas alternas, pues al hombre no le satisfacen las explicaciones parciales (aunque verdaderas), sino que busca un conocimiento último y radical (y sólo en la correspondencia a la voz del llamamiento del ser, todo hombre es por naturaleza filósofo).

El asombro es lo que marca, lo que inicia y decide. Sin asombro no se llegará a parte alguna. Sin él se estará a expensas de lo que nos cuenten, pequeños filósofos de la vida y que somos parte integrante del asombro al que no debemos eludir si es que pretendemos ser protagonistas de nuestro mundo.

Para Platón y Aristóteles no hay filosofar sin admirarse, sin asombrarse o maravillarse.

DESARROLLO

EL ASOMBRO

DEFINICIÓN:

El asombro es como el motor que impulsa al quehacer filosófico. Si bien la filosofía se ha caracterizado por ser una actividad con el afán de conocer y explicar a través de estudios.

Desde que el hombre apareció en la tierra tiene la capacidad de asombrarse, con lo que se plantean las dudas y problemas con el impulso de conocer más.

Evidentemente es el asombro el que nos permite abrirnos sin condicionamientos a la realidad total, desplazando la contaminación que produce el prejuicio o cualquier estado producto de una actividad puramente mental y, por lo tanto, reductora de aquello que pretendemos conocer.

Conquistar la ignorancia no es una tarea fácil, es dura. Sócrates, en la “Apología” de Platón, ya reseña que incluso el hecho de reconocer nuestra propia ignorancia puede ser difícil y es demasiado frecuente.

De ahí que asombro e ignorancia son como dos caras de la misma moneda. El asombro es la puerta del conocimiento. Con él se transita desde el inicio hasta el final, desde la propuesta hasta la conclusión, desde la rutina de lo establecido hasta llegar a nuestra pequeña gloria desechando lo que se considera vital y encandilante como oscuro, mortecino y que es preciso orillar para, al menos, caminar con la altivez que puede uno irrogarse simplemente como ser humano que tiene determinadas capacidades, entre ellas las de pensar, que en definitiva es lo que reafirma nuestra condición.

Sin asombro no se llegará a ninguna parte y se estará dando palos de ciego, asumiendo como realidad lo que nos dicen, lo que nos trasmiten unos y otros relegándonos a un segundo plano, que con el asombro instalado en nuestra conciencia, seremos al menos punta de lanza de nosotros mismos.

Mientras el hombre busque en lo cotidiano la verdad existirá la capacidad de asombro; esa capacidad de creer que podemos convertirnos en sabios bebiendo una gota por día del océano de la vida y de la muerte, la capacidad de inclinarnos ante aquello que nos sobrepasa y de extasiarnos ante lo natural y lo sobrenatural, la capacidad de ir en la búsqueda de los primeros principios y las primeras causas.

La capacidad de asombro está en el ¡Eureka! de Arquímedes; en el niño que le enseñó a San Agustín que no está en el hombre saberlo todo, pero sí, en la medida de sus posibilidades buscar la verdad y sorprenderse gratamente cuando tiene la certeza de que la ha encontrado. La capacidad de asombro está en el primer científico que observó las formas minúsculas de la vida y en el primero que descubrió los cuerpos celestes que nunca antes se habían divisado.

La capacidad de asombro de quienes saben que todo cuanto existe es obra de una Inteligencia Superior y no está ni en la naturaleza ni en el hombre por sí mismos crear. Aristóteles ya hablaba y apreciaba la capacidad de asombro y decía en su "Metafísica" que: "Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos son una prueba de esta verdad".

Para tener esa capacidad de asombro se requiere de pudor, de humildad, de amor por la verdad, de constancia y de ingenuidad, traducido a cierta pureza intelectual. Los niños de antaño y algunos sobrevivientes de nuestra postmodernidad son el ejemplo obligado del asombro y la admiración. En ellos el ¿por qué? es una exigencia por saber y por no aceptar respuestas superfluas.

Es que el asombro nos lleva al enamoramiento, y como dice Ortega y Gasset, el amor no es ciego sino el supremo vidente, puesto que percibe valores que para una mirada indiferente permanece oculto. De allí que tenga efectos redentores.

Quiere decir que, contrariamente a una opinión generalizada, el conocimiento no es una cuestión que se desenvuelve dentro del ámbito estrictamente mental sino que abarca todo el ser, cuerpo y alma; sangre y conceptos.

¿QUE RELACION HAY ENTRE LA PALABRA FILOSOFIA Y ASOMBRO?

La filosofía nació hace mucho tiempo cuando el hombre comenzó a hacer de aquello ordinario algo extraordinario,

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