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La filosofía de Rousseau


Enviado por   •  25 de Marzo de 2012  •  Informes  •  2.274 Palabras (10 Páginas)  •  570 Visitas

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La filosofía de Rousseau es, en general, un «no» decidido a los valores culturales de la sociedad de su tiempo y a los ideales ilustrados.

En el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, se apunta la idea central de su pensamiento. El Contrato social constituye la otra gran obra de su teoría política.

El Discurso es una crítica a la sociedad civil (la divisa de la Revolución francesa -«libertad, igualdad y fraternidad» no estaba lejos de los ideales políticos plasmados en sus obras) y a sus fundamentos. La desigualdad entre los hombres es base de la sociedad civil, origen de los males del hombre y la que lo corrompe.

La hipótesis del estado de naturaleza había sido defendida, desde perspectivas distintas y opuestas. Los juristas del derecho natural consideraban que los hombres eran libres e iguales en este estado de naturaleza. Unos y otros vieron en el pacto o contrato el medio convencional de establecer la sociedad, que en todo caso es una situación mejor.

Rousseau disiente: el estado de naturaleza lo plantea como la contraposición naturaleza/sociedad. La naturaleza es buena, la sociedad corrompe. En ésta el hombre es esclavo, dominado por el poder del más fuerte, el hombre era libre, deseoso sólo de conservar la vida satisfaciendo sus necesidades naturales: sin necesitar el trabajo para vivir, sin necesitar el hogar, sin lenguaje, pero sin guerras y sin necesidad alguna de los demás, aunque también sin deseo alguno de hacer daño.

El establecimiento de la propiedad privada es el momento en que se rompe el encanto del estado natural: introducida la propiedad, se introduce la desigualdad moral y con ellas la sociedad, mediante el contrato social, que con sus leyes sanciona y perpetúa la propiedad privada y la división entre ricos y pobres. Esta desigualdad es contraria al derecho natural. Si la sociedad se ha establecido mediante un pacto, origen de la desigualdad entre los hombres, le parece evidente, en contra de la opinión común de los juristas que con la teoría del contrato legitiman el estado de cosas existentes, que lo que debe reformarse es la misma teoría del pacto, no el orden social.

El Contrato es una alternativa: siendo imposible la vuelta a la naturaleza, es trataría de ofrecer una sociedad que reprodujera aquella condición perdida en medida de lo posible.

¿Cómo puede el hombre permanecer libre renunciando a su libertad?: voluntad general: expresa la imagen del que el cuerpo social, como persona moral que es, igual como todo individuo, ha de poseer un alma que lo anime, una «voluntad», que no puede ser sino general.

El resultado de este pacto, la entrega total de todos a todos es el pueblo soberano, el conjunto de ciudadanos, que constituyen el poder, la sociedad política o el Estado.

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Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.

El primer individuo al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir "Esto es mío" y encontró a gente lo bastante simples como para hecerle caso, fue el verdadero fundador de la Sociedad Civil. Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, cuántas miserias y horrores no le hubieran ahorrado al género humano el que, arrancando las estacas o cegando el foso, hubiera gritado a sus semejantes: "Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que las frutas a todos pertenecen y que la tierra no es de nadie...."

Por su parte, los ricos apenas conocieron el placer de dominar que ya desdeñaron todos los demás y valiéndose de sus antiguos esclavos para someter a otros nuevos, sólo pensaron en subyugar y avasallar a sus vecinos, parecidos a esos lobos hambrientos que una vez han catado la carne humana rechazan cualquier otro alimento y ya sólo quieren devorar hombres.

Nacía entre el derecho del más fuerte y el derecho del primer ocupante un conflicto perpetuo que sólo acabab en los combates y los asesinatos. La sociedad naciente cedió su puesto a la más espantosa de las guerras. El género humano, envilecido y desolado, no pudiendo volver sobre sus pasos ni renunciar a las desgraciadas conquistas que había logrado y laborando únicamente en vergüenza suya por el abuso de las facultades que lo honran, se puso él mismo al borde de su ruina.

Es imposible que finalmente los hombres no llegaran a reflexionar sobre una situación tan miserable y sobre las calamidades que lo abrumaban. Los ricos sobre todo, pronto debieron sentir hasta qué punto era perjudicial una guerra perpetua, de la cual sólo ellos hacían el gasto total y en la que el peligro de perder la vida era común y el de perder los bienes individual. Desprovisto de razones válidas para justificarse y de fuerzas suficientes para defenderse, aplastando fácilmente a un individuo, pero aplastado a su vez por unos grupos de bandidos, solo en contra de todos y no pudiendo por culpa de los celos recíprocos unirse con sus iguales contra unos enemigos unidos por la esperanza común del saqueo, el rico, apremiado por la necesidad, concibió por fin el proyecto más meditado que jamás entrara en la mente humana: fue el de emplear en favor suyo las propias fuerzas de los que le atacaban, de convertir a sus adversarios en defensores suyos, de inspirarles otras máximas y darles otras instituciones que le fuesen tan provechosas como el derecho natural le era contrario.

Con este fin, inventó fácilmente unas razones falaces para ganarlos a su objetivo. "Unámosno -les dijo- para defender de la opresión a los débiles, contener a los ambiciosos y asegurarle a cada cual la posesión de lo que le pertenece. Instituyamos unos reglamentos de justicia y de paz a los cuales todos tengan la obligación de conformarse, que no eximan a nadie y que reparen de cualquier modo los caprichos de la fortuna al someter por igual al poderoso y al débil a los mutuos deberes. En una palabra: En lugar de volver nuestras fuerzas contra nosotros mismos, concentrémoslas en un poder supremo que nos gobierne con sabias leyes, que proteja y defienda a todos los medios de la asociación, rechace a los enemigos comunes y nos mantenga en eterna concordia.

... Todos corrieron al encuentro de sus cadenas creyendo asegurar su libertad, pues con bastante inteligencia para comprender las ventajas de una institución política, carecían de la experiencia necesaria para prevenir sus peligros; los más capaces de prever los abusos eran precisamente los que esperaban aprovecharse de ellos, y los mismos sabios vieron que era preciso resolverse a sacrificar una parte de su libertad para conservar la otra, del mismo modo que un herido

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