Sociologia
sergioedu7726 de Agosto de 2014
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DE LA FILOSOFÍA SOCIAL A LA TEORÍA SOCIAL
David Mariscal Landín*
1. La filosofía como filosofía social
Desde sus orígenes en la Grecia antigua, la filosofía clásica, la filosofía pre-socrática, intentó comprender y explicar el ser (ontología), lo existente, la realidad. El ser, la realidad, la entendieron los griegos como todo lo existente en el mundo humano, como la totalidad de lo existente; así, la reflexión filosófica intentó comprender y explicar la totalidad, por eso la reflexión filosófica se ocupó de prácticamente todo, del hombre y de su mundo, de todo lo que le rodeaba: se ocupó del hombre y su vida cotidiana, de su origen, de su historia y del tiempo (de la circularidad y del eterno retorno), de sus formas de participación y de la organización social y de gobierno (la democracia, la aristocracia y la monarquía), de la política, de las formas de comportamiento y de las costumbres, de la idea del bien (común) y de lo correcto, también acerca del mal, de la moral y la ética, de la justicia, de la creación artística y la estética lo mismo que de la producción y el trabajo, de la religión y los dioses, de la familia y la sociedad, de la educación (la paideia), del lenguaje y la interacción a partir del mismo (es decir, de la dialéctica, la sofística y, también, la mayéutica), de la opinión o el sentido común y del conocimiento y la verdad (de la doxa y la episteme), abordaron también la identidad y el conflicto consigo igual que con los otros, a partir de la diferencia y la otredad (los bárbaros); y también abordaron todo lo relacionado con el mundo natural por ellos conocido, en la diversidad de manifestaciones del mundo de su tiempo, lo cual comprendió el estudio de la astronomía o el cosmos, por la flora, la fauna y el paisaje de su época.
La filosofía intentó comprender y explicar la realidad, entendida ésta como una totalidad con sentido, bajo la existencia de un orden que permitiese, precisamente y a partir del uso de la razón (filosófica), la posibilidad de lograr acceder al conocimiento del (o los) principio(s) de inteligibilidad del mundo. Así, el conocimiento, lo mismo que el lenguaje, aparecen como procesos para develar el ser, la realidad, a través de la razón, y se descubre la filosofía no como un saber especulativo únicamente que trata de abordar y develar el ser, sino que se ocupa de totalidad de la realidad, incluida la social.
La filosofía es, desde su origen, una filosofía social que trata de abordar al hombre y su circunstancia, y su carácter de filosofía social se manifiesta en dos vertientes: por un lado, en la intención manifiesta de tomar como su objeto de estudio y tratar de dar cuenta, en relación con los términos de comprensión y explicación, de lo social y; por otro lado, en el hecho de que su posibilidad, consolidación y desarrollo son un proceso de construcción social, es decir, son el resultado del concurso de lo social en su elaboración. Esto último puede ser expresado bajo la idea del necesario proceso de institucionalización social que acompaña el desarrollo del saber (de cualquier tipo) y el conocimiento.
A partir de esto último es que se entiende la importancia social de los procesos de socialización e iniciación específicos que el desarrollo del conocimiento ha requerido y que se han cubierto a partir de diferentes tipos de construcciones sociales como, por ejemplo, en las figuras de los brujos, los sacerdotes, los iniciados, los magos, los tutores o preceptores, los maestros y los investigadores; y también a partir de formas más amplias de institucionalización como las sectas o los grupos de iniciados, los establecimientos como la “Academia” (Platón) o el “Liceo” (Aristóteles), las bibliotecas, los monasterios, las universidades, las escuelas, los centros de enseñanza, los talleres, los laboratorios, los centros de investigación, etc.
Así, la generación, el desarrollo y la transmisión del saber —ya sea en el caso específico de la filosofía primero o en el de la ciencia después—, siempre han sido hechos sociales a partir de los cuales se generan ciertos circuitos sociales de producción, circulación, apropiación y consumo de dicho saber o conocimiento; ello ha implicado el reconocimiento e importancia social que se le ha atribuido, en toda sociedad, pero dependiendo obviamente de sus características específicas, al proceso del conocimiento. Más en la condición social actual.
Ahora bien, ¿cuándo la filosofía, como filosofía social, como reflexión sobre lo social, dio paso a la teoría social?, es decir, ¿cuándo la reflexión filosófica dio paso al intento de reflexión de carácter científico?, ¿cuándo dejó de ser una especulación de la razón filosófica para convertirse en una manifestación de la razón científica?
Las anteriores preguntas nos invitan a reflexionar sobre el origen de la ciencia y, de manera fundamental, en la conceptualización que tenemos sobre lo que es y lo que ha sido la ciencia.
2. De la filosofía social a la teoría social, el surgimiento de la razón científica
Al respecto vale recuperar el planteamiento que en otro tiempo hiciera John D. Bernal en el sentido de que es ocioso plantear una definición de lo que es la ciencia puesto que ésta ha sido entendida, conceptualizada y practicada de diferentes maneras a lo largo de la historia, de tal suerte que como construcción social relativa de una época específica no ha significado lo mismo en diferentes tiempos en el mismo lugar ni, tampoco, ha significado lo mismo en el mismo lugar pero en diferentes tiempos, así, por ejemplo, la ciencia aunque ha tenido una construcción social que la ubica dentro de una época, ésta no ha significado históricamente lo mismo en Francia, en México o en cualquier otro lugar en un mismo lugar pero en distintas épocas, ya sea en el renacimiento, en la modernidad o en la actualidad; de la misma manera que no ha significado lo mismo en cualquier parte del mundo en un mismo tiempo histórico, ya sea en Francia, en México o en cualesquier otro lugar, como podría verse en diferentes momentos de su historia.
Por lo anterior es pertinente en este sentido, ahorrarnos la ambiciosa tarea de intentar definir lo que es la ciencia y plantear aquí, y tomando en consideración la intención del presente trabajo, que vamos a entender por ciencia aquello que hacen los científicos, es decir, aquellos a los que se les reconoce y distingue socialmente como tales.
Lo anterior nos brinda la oportunidad de adentrarnos no en el terreno de la especulación y la definición respecto de un concepto, sino en la posibilidad de acercarnos a él a partir de sus manifestaciones sociales más prácticas y funcionales, es decir, a partir del reconocimiento social que se le atribuye, de los espacios de institucionalización que genera y a través de los cuales circula, y de los grupos sociales de identidad que establece y las formas en las que se práctica.
Lo anterior nos lleva a plantear el proceso de construcción del conocimiento (su producción), de la ciencia, como una institución que se realiza a partir de un proceso de interacción y, también, de ciertas prácticas sociales reconocidas y aceptadas socialmente.
En este sentido hay que plantear aquí que la forma en que se considera actualmente la ciencia es, propiamente hablando, un fenómeno relativamente reciente y moderno. Esto es, la razón que le da sentido a la práctica científica como práctica social es la razón que se inaugura con la filosofía moderna. Es aquella que aparece vinculada a las figuras de Francis Bacon y Rene Descartes, los llamados padres del empirismo y del racionalismo, respectivamente.
Tanto el empirismo como el racionalismo se constituyeron en los sustentos teóricos de la razón científica en la medida en que enfrentaron los criterios, las formas, los métodos y las prácticas tradicionales de construcción social del conocimiento.
Francis Bacon y Rene Descartes aparecen como deudores directos del Renacimiento en lo que significó un vuelco de la actitud del hombre respecto del mundo, es decir, el surgimiento del humanismo, el hedonismo y la crítica del saber, del conocimiento y de la autoridad, tanto del conocimiento como del poder humano, y la vuelta a los clásicos, a los griegos y latinos, donde parece plantearse un generalizado todo se vale, muy similar al que planteara a mediados del siglo pasado la posmodernidad.
La filosofía social de esta época no sólo se manifestó como parte de la estructura del poder social sancionado, sino también como su crítica. Es en estas dos vertientes donde deben ubicarse, parcialmente como expresión manifiesta y condensada de los nuevos sujetos sociales, la construcción de los discursos y la racionalidad de la época, entre ellos destacan por su trascendencia, las llamadas utopías del renacimiento, la de Moro (Utopía) y la de Campanella (La ciudad del sol), las cuales no son muy lejanas de la de Francis Bacon (La Atlántida), el surgimiento de la ciencia política moderna con Nicolás Maquiavelo, y sus subsecuentes evoluciones dentro del desarrollo y consolidación de los planteamientos contractualistas: el de Hobbes, el de Locke y el de Rousseau, que no son sino manifestaciones del proceso de empoderamiento de los sujetos sociales y sus relaciones de coyuntura.
Una de las manifestaciones evidentes de esta coyuntura en el proceso de fortalecimiento, consolidación y desarrollo de la razón científica es, sin duda alguna, la disputa que se juega en el proceso de construcción social, primero, de las ciencias naturales y la oposición que recibe por la estructura de poder más importante de esos tiempos: la Iglesia.
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