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Canales educativos de una identidad cultural Libertador: los maestros, los viajes y la lectura

capa2Tutorial9 de Octubre de 2013

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Tres son esencialmente los cauces formativos de la personalidad cultural del Libertador: los maestros, los viajes y las lecturas.

Bolívar dice que fue educado como podía serlo un niño rico en la América bajo dominio hispano, nunca le faltaron instructores de calidad. Su madre y su abuelo buscaron para la enseñanza inicial al Pbro. José Antonio Negrete, a Guillermo Pelgrón, Fernando Vides y otros distinguidos preceptores; entre éstos también contóse Andrés Bello como maestro de literatura y geografía; igualmente recibió lecciones de matemática del ilustrado Padre Andújar, noble personalidad intelectual y humana, muy admirada por Humboldt; también fue discípulo del Licenciado Sanz. Fue don Simón Rodríguez, sin embargo, el más influyente maestro de Bolívar; a ningún otro en todo instante -y especialmente en los años de gloria y de altura- le reconoció tanto poder sobre su corazón; sólo de Rodríguez dijo: "cuyos consejos y consuelos han tenido siempre para mí tanto imperio".

Don Simón Rodríguez, precursor y animador de la inquietud bolivariana, es por antonomasia el Maestro del Libertador; antes de que éste independizara a América, -su "maestro universal"- hace su tarea: independiza a Bolívar, lo divorcia de la realidad tradicional y lo acerca a la verdad futura; le ayuda a conseguir la perspectiva propia de un creador, a intuir su faena y a calcular las fuerzas de sus auxiliares y sus enemigos. Simón Rodríguez llama a Bolívar a ser terriblemente cuerdo entre aquellos mediocres que se autoestiman depositarios del buen juicio y de la sensatez, y a los ojos de los cuales la Independencia tenía que ser una "locura" singular.

La enseñanza de Rodríguez se cumple en la adolescencia y en los umbrales mismos de su edad adulta; superados algunos roces de la infancia entre maestro y discípulo, roces que nunca más recordará El Libertador, la compenetración entre ambos es intensa y duradera. Por el carácter independiente y rebelde de Rodríguez se comprende que cale tan hondo en el espíritu del joven.

Además de los maestros señalados, cuya enseñanza se desenvolvía sin "método" y con irregularidades motivadas por circunstancias propias de un alma inquieta y mimada, hay que señalar como los únicos estudios sistemáticos realizados por Bolívar, los de matemática en la Academia de San Fernando de Madrid. En esta ciudad hizo además el estudio de las lenguas francesa e inglesa con profesores competentes, bajo la inspección de su representante el Marqués de Ustáriz.

Conviene subrayar que adelantándose al concepto de la educación integral, los responsables de la formación bolivariana no se preocuparon sólo por los conocimientos teóricos; El Libertador recibió desde niño lecciones de esgrima, equitación y baile.

Desde la antigüedad se ha apreciado el valor formativo de los viajes. Nada mejor para el logro de una genuina mentalidad comprensiva, de un, espíritu tolerante, de una visión perspectiva capaz de recibir la relatividad de las culturas, y por ende, de facilitar el progreso y desterrar el dogmatismo.

El propio Libertador asigna a los viajes una importancia fundamental en su carrera; el 10 de mayo de 1828 decía: "es de creer que en Caracas o San Mateo no me habrían nacido las ideas que me vinieron en mis viajes, y en América no hubiera tomado aquella experiencia ni hecho aquel estudio del mundo, de los hombres y de las cosas que tanto me ha servido en todo el curso de mi carrera política".

Tres viajes realizó Bolívar a Europa con motivos diversos, pero tácitamente con un solo fin: construcción de su personalidad, búsqueda y acumulación de experiencias, elaboración de un destino. El primer viaje, siendo niño, es de estudios y culmina con su matrimonio. Pasa por México y Cuba, se sitúa en España y conoce Francia. Tiene oportunidad de presenciar la coronación de Napoleón y de sentir desprecio por primera vez, por la actividad que responde única y ciegamente a la ambición de poder. El segundo viaje lleva por propósito la distracción de la viudez temprana, dura tres años en los cuales disipa una cuantiosa fortuna material, culmina en el Monte Sacro y en el Juramento definitivo: es el viaje de aprendizaje con Rodríguez. Visita España, Inglaterra, Francia, Portugal, Italia y parte de Austria y Alemania; a su regreso desembarca en los Estados Unidos. La visión de los diversos pueblos europeos, colectividades con tradición que arranca de remotos tiempos, lo hará ser más comprensivo con su pueblo. En Europa logrará un más exacto sentido de las proporciones que no puede alcanzar en su patria, hallará una más vieja y alta tribuna para asomarse al espectáculo del devenir universal. Europa lo incita a la reflexión. Con satisfacción maravillada advierte que los problemas de América desde allá se miran con más claridad. Bolívar se descubre a si mismo en Europa, se aprecia mejor, se autocritica con mayor justicia; en este viaje eligió su signo y cimentó la evidencia de que no iba equivocado. Bolívar calibra en este viaje la diferencia entre Europa y América: un continente con entidad espiritual lograda en más de dos mil años; y otro, con el problema de culturas desiguales que no logran fundirse, con tres siglos apenas de historia conocida, en trance de indagación de su propia alma.

En el tercer viaje a Europa, va de diplomático a la Gran Bretaña, como intérprete de una de las primeras embajadas venezolanas. Bolívar tiene ocasión de gustar calmadamente la vida inglesa, este viaje es también, por eso, fundamental; sentirá siempre una admiración extraordinaria por el pueblo inglés, en el cual halla mucho de lo que falta en América y que él se empeña en fundar: estabilidad, respeto, dignidad, sensatez, sentido práctico, le produce la más viva impresión; quiere para América ese grupo sencillo de virtudes británicas: realización efectiva de la libertad y democracia en un clima sin violencias; tradición amorosamente cultivada como elemento vertebrador de la personalidad colectiva a través de las épocas. Esta justa apreciación de la calidad de la sociedad británica es la razón que lleva a Bolívar a recomendar cuantas veces puede una alianza de América con el estilo de vida de Inglaterra.

No sólo a Europa se dirigió la inquietud bolivariana; después, en plena contienda emancipadora, y por imperativos y necesidades de la misma, recorre a pie, a caballo, en flecheras, bergantines, goletas, etc., la mayor porción del continente americano. Desde Boston a Plata, los puntos más septentrionales y meridionales del itinerario bolivariano, prácticamente nada le es desconocido; tuvo la vivencia exacta de la patria americana; Bolívar la vivió y la sintió íntegramente, y siempre estuvo donde fue necesaria su presencia. Quienes en nuestro tiempo viajan por vía aérea sobre los altos picos y profundas hondonadas de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, más o menos paralelamente al Pacifico, se asombran de la dimensión material del esfuerzo bolivariano.

Desde su adolescencia Bolívar tuvo el hábito de la lectura; el suyo fue un proceso continuo de vigorización y renovación de su personalidad intelectual. Es imposible construir una lista exhaustiva de los autores leídos por Bolívar, pero remitiéndonos nuevamente a la información contenida en sus escritos, debemos indicar a grandes rasgos que conocía los clásicos de la antigüedad, griegos y romanos: Homero, Polibio, Plutarco, César, Virgilio; todos los géneros. Clásicos modernos de España, Francia, Italia e Inglaterra. Igualmente de los más diversos sectores intelectuales: desde filósofos y políticos como Hobbes, hasta poetas como Tasso y Camoens, pasando por naturalista como Buffon, astrónomos como Lalande, economistas como Adam Smith. En sus cartas pueden hallarse muchos nombres regados con espontaneidad: los enciclopedistas y planificador Revolución Francesa, conocidos y estudiados a fondo y cuya influencia en el credo bolivariano es fácil de señalar: Montesquieu sobre todos. Rousseau, D'Alambert, Condillac, Voltaire. Además Cervantes, Locke, Helvetius, Ossian, Goguet, Llorente, Napoleón, Rollin, Berthot, De Pradt, Filangieri, Mahon, La Fontaine, Constant, Madame Staël, Grotius, Humboldt, Ramsay, Beaujour, Mably, Dumeril, Delius, Montholon, Arrien, Sismondi, etc. En parte de sus libros, que regala a Tomás C. Mosquera en 1828, se encuentran los más diversos títulos. Claro índice de que su cultura no era unilateral es, además de los autores citados, la siguiente diversidad de títulos, idiomas y materias de su biblioteca: Epoques de I'Histoire de Prusse; Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán; Description Générale de la Chine; Dictionnaire Géographique; Voyage to the South Atlantic; Gramática Italiana; Diccionario de la Academia; New Dictionary Spanish and English; Encyclopédie des enfants, Life of Washington; Dictionnaire des Hommes Célébres, Life of Scipio; Mémoires du Général Rapp; Medias Anatas y Lanzas del Perú; Cours Politique et Diplomatique de Bonaparte, Espíritu del derecho; Influences des Gouvernements; Congreso de Viena; Viajes de Anacarsis; Fétes el courtisanes de la Gréce; Code of laws of the Republic of Colombia.

Fue la suya una pasión de cultura que no conoció término; en todos y cada uno de los maestros del saber universal quiso aprender siquiera una idea que sirviera a la perfección de la obra de su vida: la creación de su América, su programa revolucionario.

Profesores había tenido hasta entonces; maestros, no. El maestro por antonomasia de Bolívar es Don Simón Rodríguez.

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