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DISEÑO DE SECUNDARIA


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2014  •  1.472 Palabras (6 Páginas)  •  216 Visitas

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1 – LA ERA DE LA INSURRECCIÓN ANDINA, 1742 – 1782: UNA REINTERPRETACIÓN – Steve .J. STERN

Entre 1720 y 1790, las poblaciones andinas nativas del Perú y Bolivia, se levantaron más de 100 contra las autoridades coloniales. Dos momentos destacan este siglo de rebelión:

1) la insurrección mesiánica desatada en 1743 por Juan Santos Atahualpa desde las zonas selváticas limítrofes con la sierra central del Perú. Autoproclamados descendientes de los incas, anunciando la inminente reconquista del reino de Perú, Juan Santos guió a poblaciones selvícolas y migrantes serranos descontentos en sucesivas incursiones militares que expulsaron a los colonizadores de la montaña subtropical.

2) guerra civil que abarco los amplios territorios serranos del sur del Perú y Bolivia entre 1780 y 1782 los insurrectos, predominantemente eran campesinos indígenas, fueron inspirados y por un tiempo conducidos por José Gabriel Condorcanqui, Tomás Katari y Julián Aspa (quien tomo el nombre de Túpac Katari).

Condorcanqui, un kuraca moderadamente rico del distrito de Tungasuca en el Cuzco, fue el hoy famoso descendiente de los Incas que adoptó el nombre de Túpac Amaru II y se convirtió en muchas regiones en el nombre y símbolo más destacado de la insurrección. Como Juan Santos Atahualpa antes de él, Túpac Amaru II proyectó la imagen de un indio noble desheredado que reclama su legítima soberanía sobre el Tuwantinsuyu y liberaba a sus seguidores de la opresión colonial. Conforme la movilización masiva de los indios apartó a sectores criollos y mestizos de la coalición insurreccional, el mesianismo neo-Inca adquirió importancia creciente.

Juntos, estos dos momentos definen una era que podemos llamar legítimamente la Era de la Insurrección Andina. Durante los años 1742 – 1782, las autoridades coloniales tuvieron que enfrentar algo más que los disturbios locales y las conspiraciones insurreccionales abordado de los años previos. Confrontaban, entonces, la amenaza o realidad más inmediata de una guerra civil en gran escala, que desafiaba la estructura más general del gobierno y los privilegios coloniales.

En Perú, la insurrección dejó como legado:

 un ataque a la memoria del pasado incaico,

 una reorganización de los mecanismos de control social del período colonial,

 un amargo endurecimiento de las tensiones y los miedos sociales, y

 una tendencia de los criollos a alinearse con los realistas durante las Guerras de Independencia.

El propósito de este autor es usar nuevos y viejos materiales, tanto publicados como inéditos, para criticar rumbos tomados por estudios recientes de la insurrección de Túpac Amaru, y sugerir algunas líneas de reinterpretación. Plantea que las interpretaciones actuales de las causas y amplitud de la guerra civil de 1780 – 1782 se encuentran debilitadas por:

a) Una focalización demasiado estrecha de los territorios sureños implicados directamente en la insurrección;

b) Una metodología demasiado mecánica para explicar por qué alguna regiones participaron en la revuelta, y otras no; y

c) Un descarte demasiado fácil del significado de la tradición de rebelión y mesianismo inca en la sierra y norte del Perú en el siglo S XVIII.

Para ello, un reexamen de las repercusiones del movimiento de Juan Santos Atahualpa en la sierra, puede resultar fructífero. Tal estudio pone en cuestión la supuesta brecha entre la propensión insurreccional del sur en contraste con la sierra norte y central y ofrecerá pistas para explicar por qué la revolución de Túpac Amaru se mantuvo realmente confinada a los territorios del sur.

Desde la década de 1940, la tendencia nacionalista a buscar “precursores” de la independencia incorporó ambos movimientos como ejemplos de la mancha inexorable hacia la conciencia nacional y el patriotismo antihispano. Pero si se quiere interpretar el significado de las dos insurrecciones como manifestaciones de la crisis de la autoridad colonial española en Perú-Bolivia, se encuentra un agudo contraste en la literatura historiográfica.

El resultado claro del recuento bibliográfico es que nos movemos sobre terreno firme al evaluar el movimiento de Juan Santos como un estudio de caso en la historia de la frontera selvática, pero en arenas movedizas cuando se evalúan sus repercusiones serranas. Es una historiografía más bien de poco calado en lo que respecta al significado del movimiento de Juan Santos por la historia de las insurrecciones serranas.

Por el contrario, la gran rebelión de Túpac Amaru, quizás el acontecimiento más importante desde la conquista española, ha generado una extensa literatura.

La hipótesis de Stern es que hacia la década de 1730, la cambiante economía política de la explotación mercantil había socavado las anteriores estrategias y relaciones del gobierno colonial y de la resistencia andina, virtualmente a todo lo

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