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EDUCACION INTEGRAL DE CALIDAD

N2E9I47 de Julio de 2014

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Por: Antonio Pérez Esclarín

Por estar muy convencido de que el mundo, el país y también la educación están

sufriendo una fuerte crisis de orientación y de sentido, quiero iniciar mis palabras con

un ferviente llamado a la creatividad, el coraje y la esperanza. No son tiempos para

educadores rutinarios, sumisos, pusilánimes o que se acobardan ante los inmensos retos

que debemos enfrentar. Son tiempos para educadores corajudos, creadores y valientes,

capaces de crecerse ante las dificultades y para decirlo con palabras textuales de Paulo

Freire, ese gran pedagogo brasileño, de reinventar el mundo en una dimensión ética y

estética, de modo que sea - “menos feo, en el que disminuyan las desigualdades, en el

que las discriminaciones de raza, de sexo, de clase sean señales de vergüenza y no de

afirmación orgullosa o de lamentación puramente engañosa…Mundo en el que nadie

domina a nadie, nadie roba a nadie, nadie discrimina a nadie, sin ser castigado

legalmente. Ni los individuos, ni los pueblos, ni las culturas, ni las civilizaciones.

Nuestra utopía, nuestra sana locura es la construcción de un mundo en el que el poder se

asiente de tal modo sobre la ética, que sin ella se destruya y no sobreviva. En un mundo

así, la gran tarea del poder político es garantizar las libertades, los derechos y los

deberes, la justicia y no respaldar el arbitrio de los suyos”1

Venezuela, digámoslo con convicción y fuerza, es un país privilegiado, lleno de

encantos y prodigios, que Dios lo debió crear en una tarde en que andaba especialmente

feliz. Cuando en 1498, Cristóbal Colón llegó a tierras venezolanas, quedó tan

impresionado con su belleza que creyó que había llegado al Paraíso Terrenal. Sus ojos

ardidos de tanta luz y tanto verdor trataban en vano de captar toda la hermosura. Y de su

asombro y admiración, brotó el primer nombre de Venezuela: Tierra de Gracia.

Realmente, Venezuela tiene enormes potencialidades, y no sólo cuenta con inmensas

riquezas de materias primas: petróleo, hierro, oro, aluminio, pesca, productos agrícolas

y ganaderos…, sino que es imposible imaginar un país más hermoso. Cuenta con un sol

inapagable, playas exquisitas de aguas cristalinas sobre lechos de coral (Morrocoy, Los

Roques, Mochima, Margarita…); desiertos y medanales que día y noche avanzan sin

descanso con sus pies movedizos de arena; llanuras inmensas pobladas de historias,

corocoras y garzas, donde los horizontes, como las estrellas, se alejan a medida que uno

los persigue; ríos caudalosos que van culebreando entre selvas infinitas; árboles

frondosos que parecen sostener el cielo con sus brazos; lagos y lagunas encantadas,

pobladas de leyendas y de magia; tepuyes, castillos de los dioses, que levantan sus

frentes para asomarse al espectáculo increíble de la Gran Sabana; raudales y cataratas

que entonan con sus labios de agua el himno del amanecer de la creación; pueblitos

montañeros que se acurrucan en torno a su iglesia protectora y se trepan a las raíces de

la niebla y del frío; islas paradisíacas que parecen estrellas caídas en el inmenso cielo

azul de nuestros mares; montañas corpulentas que agitan contra el cielo sus banderas de

nieve. Todas las noches dios se despide de nosotros en los crepúsculos de Lara y en los

atardeceres de Juan Griego, y acuna nuestros sueños con el guiño sublime del

relámpago del Catatumbo.

Pero en Venezuela, hoy enfrentamos un triple reto para convertir todas sus inmensas

potencialidades en vida abundante para todos: el del reencuentro y la convivencia, de

1 Paulo Freire, Política y Educación. SigloXXI, Madrid, 1996, pág. 29.

modo que profundicemos y llenemos de sentido la democracia, y todos los venezolanos

nos constituyamos en genuinas personas y auténticos ciudadanos, sujetos de derechos y

deberes, iguales ante la ley. El segundo reto es cambiar el modelo estatista y rentista por

un modelo eficiente y productivo, que asuma el trabajo y la producción como medios

esenciales de realización personal y de garantizar a toda la población bienes y servicios

de calidad. El tercer reto que debemos enfrentar los venezolanos es lograr un desarrollo

humano, con justicia y equidad, es decir, sin excluidos ni perdedores, un desarrollo que

combata con fuerza la pobreza, la miseria y todo tipo de violencia. A pesar de los

graves problemas y contradicciones, los venezolanos no podemos renunciar a la

esperanza y debemos seguir trabajando con tesón, ilusión y pasión, por constituirnos en

una nación, moderna, eficiente y solidaria, en la que todos podamos vivir con dignidad,

y, al mirarnos a los ojos, nos veamos como ciudadanos y hermanos y no como rivales o

enemigos.

Enfrentar el triple reto que hemos señalado va a exigir múltiples respuestas de orden

político, económico y social, pero también respuestas educativas. Si bien es cierto que

sola la educación no es suficiente para sacar al país de la pobreza y de la crisis, es

igualmente cierto que no saldremos de ella sin el aporte de una educación renovada,

integral, de calidad, que alcance a toda la población venezolana, la retenga en el

sistema y forme su corazón, su mente y sus manos, es decir, le proporcione las

competencias necesarias para vivir a plenitud su ser de persona, para ejercer

responsablemente su ciudadanía, para seguir aprendiendo siempre e insertarse

productivamente en la sociedad. La educación por sí sola no construye nación, pero sin

ella no es posible la nación. La educación sola no puede producir los cambios

necesarios, pero sin ella no es posible el cambio. Si queremos que la educación

contribuya a acabar con la pobreza, debemos acabar primero con la pobreza de la

educación y con la pobreza económica, pero también pedagógica, emocional y espiritual

de numerosos educadores.

La educación es la suprema contribución al futuro del mundo, puesto que tiene que

contribuir a prevenir la violencia, la intolerancia, la pobreza, el egoísmo y la ignorancia.

Una población bien educada e informada es crucial si se quiere tener democracias

prósperas y comunidades fuertes. La educación es el pasaporte a un mañana mejor. A

todos nos conviene tener más y mejor educación y que todos los demás la tengan.

De ahí la necesidad de gestar una educación integral de calidad para todos. Hoy se

insiste mucho en que la educación debe ser integral. Sin embargo, en el sistema

educativo se educa muy poco y lo de integral brilla por su ausencia. La educación

integral resulta a lo sumo una aspiración, y por lo general, una expresión aunque muy

repetida, vacía de sentido. Esto es tan cierto que muchos identifican como educación

integral a la educación primaria, sin analizar qué están entendiendo por integral, más

allá de que un único maestro da todas las materias. Otros hablan, por ejemplo, de que

las escuelas bolivarianas son integrales porque se les da de comer a los alumnos y en las

tardes tienen algunas actividades culturales, recreativas o de manualidades.

Educar es servir, poner la propia persona al servicio de la promoción del otro. Por ello,

no basta con proporcionar educación a todas las personas, sino que se trata también de

educar a toda la persona. Esto es lo que significa integral. Educar razón y corazón,

inteligencia y sentimientos, memoria e imaginación, voluntad y libertad. Educar los

sentidos, pies y manos, estómago y sexualidad. Educar a cada persona como ciudadano

del mundo pero también hijo de su aldea, de su región, de su país. Educar para llegar a

ser, para convertirnos en esa persona plena y feliz que estamos llamados a convertirnos,

en ese ciudadano trabajador y solidario, verdaderamente comprometido con el bien

común, gestor de vida y dador de vida.

Educar toda la persona: el espíritu que aviva nuestro cuerpo

Una genuina educación integral de calidad debe, como venimos repitiendo, educar a

toda la persona, educar el ser espiritual que somos. Lamentablemente, todavía son muy

numerosas las personas que están atrapadas en una concepción dualista que opone

cuerpo y alma, espíritu y materia, espiritualidad y acción. En el uso corriente de la

lengua, la palabra espiritual se usa para expresar lo opuesto a material, corporal,

temporal. Lo espiritual aparece como sinónimo de evasión, alienación, renuncia al

goce y al disfrute de la vida y del cuerpo. Las personas espirituales son percibidas como

aquellas que se dedican a las cosas “divinas”, al rezo, a las actividades religiosas, que se

la pasan en la iglesia y en el culto. En esta concepción todavía muy extendida, la

espiritualidad tiene muy poco que ver con las actividades cotidianas, como el cocinar, el

enseñar, el gobernar, con la vida familiar, con la sexualidad, con la educación de los

hijos, con la política, con la diversión, con el ocio. De ahí que cuando se dice que una

persona es muy espiritual, la gente piensa en una persona lánguida y rezandera, que se

mueve entre prácticas religiosas muy frecuentes, que parece

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