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El discurso histórico en la novela Polvo y Espanto


Enviado por   •  25 de Mayo de 2016  •  Ensayos  •  2.435 Palabras (10 Páginas)  •  567 Visitas

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“Juan Felipe Ibarra. Un anclaje desde la Literatura y la Historia”

R. Ariel Acuña                                          

G. Pastora Cerrano

R. Vanesa Pérez

J. Esteban Torres

2do Trabajo Práctico

Prof. Marita Fantoni

Cátedra Historia Del NOA y Santiago del Estero

Carrera Profesorado en Historia

ISPP N° 1

Santiago del Estero

2014

El discurso histórico en la novela Polvo y Espanto

En la novela Polvo y Espanto del escritor José Abelardo Arias, y siguiendo el marco teórico que ofrece Noé Jitrik sobre el surgimiento de la novela histórica como género, podemos apreciar la “ficcionalización” del  periodo de la guerra entre unitarios y federales, precisamente a partir de 1840, año en que Juan Felipe Ibarra, caudillo de Santiago del Estero, recupera el poder en su provincia, y comienza la etapa de persecución con el fin de ajusticiar, por un lado, a aquellos que traicionaron y asesinaron a su único hermano, Francisco, y por otro, a los "salvajes unitarios" que intentaron usurpar el gobierno de la provincia.

El discurso que sostiene el narrador se ubica dentro de las corrientes historiográficas en donde convergen el revisionismo con los postulados de la llamada izquierda nacional.

Aquí analizaremos de qué manera el discurso histórico atraviesa la novela Polvo y Espanto, para lo cual, previamente haremos consideraciones de orden teórico con respecto a un género que no carece de problemas a la hora de ser estudiado: la novela histórica.

A partir de los escritos de Walter Scott (1771-1832), en el marco del Romanticismo, la novela histórica tuvo su gestación y máxima expresión. Relegada a un segundo plano por el Movimiento Annales[1] que buscaba brindarle un estatuto epistemológico a la historia, la novela histórica tuvo un resurgir a partir de la crisis historiográfica del último cuarto del siglo XX[2].

Por su parte, en los últimos decenios del siglo XX, la radicalización de los intelectuales latinoamericanos significó un compromiso social con los sectores subalternos alzados en contra de las políticas neoliberales. Si bien es difícil encuadrar  a Abelardo Arias dentro del conocido “Boom Latinoamericano”, no podemos negar el acercamiento de Arias a la tesis de Marx sobre Feuerbach. “Mi idea esencial ha sido siempre modificar la realidad” pero agrega que “son inútiles los trabajos de los escritores, depende de los lectores que sean importantes”[3].

PROBLEMAS TEÓRICOS

Noé Jitrik en su ya clásico trabajo Historia e imaginación literaria, define, de manera general y aproximativa,  a la novela histórica (luego de analizar el oxímoron de estos dos términos que se contraponen: “novela”, que se refiere a la ficción, e “histórica”, que denota algo que efectivamente sucedió) como “un acuerdo –quizás siempre violado- entre verdad, que estaría del lado de la historia, y mentira, que estaría del lado de la ficción”[4]. Por supuesto que esta definición puede parecer simplista y el mismo autor se encarga de problematizarla ya que las concepciones de la Historia han cambiado notablemente a lo largo del siglo XX.

Hasta hace unas décadas se pensaba, bajo el paradigma del historiador alemán Leopold Von Ranke[5], que la narración de la historia era una copia de lo sucedido. De manera que la historia como ciencia narraba los hechos desde una posición objetiva y equidistante, basándose en la rigurosidad del tratamiento de los documentos. En la actualidad, y tomando principalmente las obras de Hayden White[6][7], sostenemos que la narración construye los hechos como históricos. Si bien los historiadores, de acuerdo con las reglas básicas de su mettier, no pueden alterar lo que dice un documento, lo que hacen es construir la trama que le dé sentido a los procesos históricos. Por lo tanto, vemos que la operación que lleva a cabo un historiador se parece a la del novelista: tiene una serie de cabos sueltos (en el caso del novelista: ideas, personajes, escenas imaginadas; en el caso del historiador: documentos, epistolarios, boletines oficiales) y entonces la tarea que realiza es ordenar ese material y exponerlo en una narración.    

Por su parte, Alfredo Rubione, al analizar las novelas históricas de principios de siglo XX[8] señala “la dimensión didáctica de este género”. Él habla del “horizonte social de lectura”, en donde hace referencia a las competencias culturales a las que apela el autor de una ficción de este tipo. De modo que mientras más conocimiento tenga el lector del contexto histórico que aparece en cualquier novela de este género, más éxito tendrá “el pacto de veridicción” establecido entre autor-lector.      

Cuando Jitrik analiza el “imaginario social” que permite la emergencia de la novela histórica a fines del siglo XVIII, señala dos “pulsiones o tendencias” que la habrían hecho posible. Con respecto a la primera tendencia, sostiene que “canaliza un deseo de reconocerse en un proceso cuya racionalidad no es clara”. Por su parte, la segunda tendencia o pulsión persigue una definición de identidad que, a causa de ciertos acontecimientos políticos, estaba fuertemente cuestionada. Es decir, aquellas dos pulsiones están vinculadas, por un lado, con la búsqueda de encontrar un “sentido” a los procesos históricos, y por otro lado, con la búsqueda de la identidad.

Así  como el romanticismo se vuelca al pasado para paliar su angustia por el presente, la novela histórica intenta, mediante respuestas que busca en el pasado, esclarecer el enigma del presente[9], sostiene Jitrik. Y allí encontramos una clave de lectura que nos ayudará a entender Polvo y Espanto. Es decir, la novela histórica como respuesta a una situación de crisis.

EL AUTOR

Abelardo Arias (1908-1991) es un escritor multifacético galardonado con premios nacionales e internacionales, es uno de los escritores más notables de la literatura argentina.

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