Ensayo, Los Hornos De Hitler
Edward61925 de Febrero de 2015
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Capítulo 1
“8 caballos… o 96 hombres, mujeres y niños”
La historia nos la narra Olga Lengyel, una sobreviviente de todas esas catástrofes y ataques alemanes.
En el año 1944, casi cinco despuéss de que Hitler invadio Polonia. La Gestapo lo gobernaba todo, y Alemania se estaba refocilando con el botín del continente, porque dos tercios de Europa habían quedado bajo las garras del Tercer Reich.
Miklos Lengyel (marido de la sobreviviente que narra la historia), era director de su propio hospital, el «Sanatorio del Doctor Lengyel »
Miklos Lengyel era hombre político, aunque comprendía plenamente que estábamos en el centro de un verdadero Maelstrom y en peligro constante. No tenía tiempo para dedicarse a otras ocupaciones.
Ellos vivían "Cluj" que era una comunidad dinámica y progresiva, y se sentían orgullosos de representar a uno de sus principales hospitales.”
Los primeros años de la guerra habían sido relativamente tranquilos para ellos, aunque oían con temor los relatos interminables de los triunfos de la Reichswehr. A medida que asolaban más y más territorios, iban disminuyendo los médicos y, especialmente, los cirujanos capaces de servir a la población civil.
En el invierno de 1939, observaron un indicio de lo que estaba ocurriendo en los territorios ocupados por los nazis, por entonces, ellos brindaron refugio a numerosos fugitivos polacos, que se habían escapado de sus hogares después de haberse rendido los ejércitos de su patria. Ellos los escuchaban, les daban alientos y los ayudaban.
Pero, a pesar de todo, no éramos capaces de dar crédito total a lo que les contaban.
Estos individuos estaban llenos de resentimiento y deshechos moralmente: sin duda, debían de exagerar. Hasta 1943 les llegaron relatos estremecedores de las atrocidades que se estaban cometiendo dentro de los campos de concentración de Alemania.
Pero, al igual que tantas historias les contaban, no les cabían en la cabeza tan horripilantes historias. Seguían considerando a Alemania como una nación que había dado una gran cultura al mundo.
Un día, un comandante alemán de la Wehrmacht, a quien habían aposentado en su casa, les hablo de la ola de terror que su nación había desencadenado sobre Europa. No era un hombre que carecía de estudios; por eso estaban convencidos de que trataba de asustarlos.
También les hablo que, otros soldados, tanto rasos como oficiales y clase de tropa, mandaban a su casa numerosas joyas, ropa, objetos de arte, y alimentos. Les habló del sistema alemán, que estos aplicaban en cada país que ocupaban, con bastante éxito. Empezaban a aplicarlo con los hebreos, haciendo creer a los cristianos que la Gestapo perseguía únicamente a los judíos.
Decía que la persecución de los hebreos se hizo abiertamente, pero a los cristianos se les persiguió usando cierta discreción. Esto último se realizaba por secciones especiales del gobierno alemán, una de ellas llamada: «Departamento de Iglesias Cristianas». Los representantes de estas secciones operaban conjuntamente con el ejército de ocupación como operaban también los representantes de la «Solución Final», en la eliminación de hebreos y elementos políticos indeseables.
Les decía que los alemanes nunca usaban las palabras asesinato, o muerte por gas. Simplemente se concretaban a escribir al lado de los nombres de sus prisioneros las aparentemente inofensivas definiciones de: «Tratamiento Especial, Liquidación, Recuperación, Experimentación, Solución Final», etcétera. Cada una de estas inofensivas definiciones significaba una muerte horrible.
También se decía que los germanos necesitaban un dios pagano que aceptara los crímenes, las torturas e inhumanidades, un dios que hiciera de sus acciones bárbaras, su doctrina.
De acuerdo con estas doctrinas, fundadas en las tradiciones de los antiguos dioses paganos, los alemanes de Hitler celebraran sus ritos bajo el cielo abierto. Sus ceremonias matrimoniales tenían lugar frente a la gran efigie de piedra de Wotan, que en los antiguos días de los teutones, fue el altar donde le ofrecían los sacrificios.
Con objeto de conservar una nación fuerte, Hitler usó un antiguo sistema griego.
Los antiguos griegos lanzaban al precipicio desde la cima del monte Taigeto a todos aquellos niños que nacían inválidos o de apariencia física débil. El Führer aplicó una versión moderna de este método entre los adultos de los alemanes arios. El Mayor decía que todos aquellos incapacitados para el trabajo, o inválidos, o que padecieran serias enfermedades como tuberculosis, cáncer, o los enfermos, mentales, eran declarados incurables y enviados al «Tratamiento de Recuperación» a diferentes hospitales.
La oficina central de los médicos encargados de estos tratamientos estaba en un hospital situado en Brandenburg, cerca de Berlín.
Ya en el hospital, eran sometidos a la eutanasia, muerte producida inyectándoles veneno.
El sistema de la eutanasia también era denominado TA, abreviatura tomada de la dirección de la Cancillería de Hitler: Tiergarten Strasse. También usaban gas letal para matar a los pacientes. El gobierno alemán dio el nombre supuesto e impresionable de: «Fundación de Caridad para Tratamientos Institucionales» al cuerpo de médicos encargados de estas actividades.
Por orden especial de Hitler, la práctica de la eutanasia fue declarada legal en Alemania y en los territorios ocupados por los alemanes.
Hacia finales de la década de los años del 30, alrededor de 100 000 alemanes arios fueron exterminados con veneno inyectado. Certificados de locura fueron falsificados, y eran expedidos al mayoreo para aquellos que estuvieran casados o mantuvieran relaciones con no germanos.
La Iglesia protestó ante la práctica de la eutanasia.
El temor se adueñó de la población al saber que los asesinados eran arios puros y alemanes. No por temor a la Iglesia, sino por pura conveniencia, el gobierno alemán suspendió temporalmente los asesinatos con veneno inyectado, y reanudó más tarde secretamente estas prácticas.
Durante esos días, los periódicos no les hablaban de otra cosa que no fuera las victorias del «glorioso ejército alemán», y publicaban las órdenes dictadas por las autoridades alemanas a los civiles acerca de lo que se nos permitía o prohibía hacer. Los radios que transmitían estaciones extranjeras eran confiscados.
A los que se les encontraba un radio de este tipo, eran arrestados o deportados. Así que su única fuente de información se limitaba a las noticias que les traían los visitantes.
Hitler pensaba que desempeñaba su tarea a la perfección, la diversión la proporcionaban en mítines populares, celebración de conquistas del ejército, la quema de libros y de objetos sagrados y misteriosas procesiones con antorchas. Hitler ofrecía mucho más que un simple trozo de pan al pueblo alemán, todo el comercio, la agricultura y la industria de la sojuzgada Europa estaba al servicio de Alemania.
En 1941, el Ministro de Guerra de Hungría, Bartha, y el jefe del Cuerpo Militar, Werth, en cooperación con otros miembros del gobierno pro nazi, establecieron las «Compañías de Trabajo». En estas compañías fueron incluidos cristianos de origen rumano, quienes habían permanecido en Transilvania después de la decisión de Hitler en Viena, además de 150 000 judíos. A raíz del «Tratado de Paz de Trianón», en Francia, los húngaros y los rumanos eran enemigos.
El 19 de marzo de 1944, después de ciertos conflictos por todo lo que se contaba, llegó el ejército alemán y la Gestapo a Hungría, la situación de todos los que no estaban de acuerdo con la ocupación alemana y eran anti nazis, como también la de los hebreos, se había hecho peor cada día. En el pasado, Hungría ya había sufrido las consecuencias de una ocupación por los alemanes.
El 20 de abril de 1944, a las 4 de la tarde, miembros del gobierno húngaro pro nazi solicitaron entrevistar oficialmente a Eichmann en el Hotel Majestic. Le entregaron personalmente una petición firmada, en la cual, los húngaros solicitaban al gobierno alemán “su aliado”, y a su digno representante, el Obersturmbannführer Adolf Eichmann, la deportación de los judíos húngaros, prometiendo prestarles toda clase de ayuda para llevar a cabo esta solicitud, en la forma de reunir a los judíos en guetos, y llevarlos a la estación, encerrarlos en vagones de ferrocarril, para transportarlos a campos de concentración acompañados por los policías húngaros orgullosos de sus famosas plumas de gallo que llevaban en sus cascos.
Eichmann tuvo que prometerles a los miembros del gobierno húngaro que ningún judío regresaría a Hungría con vida.
Dentro de las entrañas del Partido Nazi, ya se había decidido que hacer con los negros, gitanos, árabes, latinos y toda aquella raza que no sea Aria: la exterminación. Los judíos, más de once millones que vivían en la Alemania Nazi, serían el primer blanco. Se nombra a Adolf Eichmann, oficial SS, como encargado “La huida” es la única solución pues la guerra ha llegado al pueblo, y las deportaciones comienzan a vaciar la comunidad, Miclos será deportado a Alemania, Olga trata en vano de salvarlo, sabe que pude reunirse con él, pero no sabe que hacer con sus padres e hijos.
Un oficial alemán le dice que pude llevarlos a todos si quiere y que está por salir un tren rumbo a la
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