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Evo Morales


Enviado por   •  31 de Mayo de 2013  •  1.768 Palabras (8 Páginas)  •  637 Visitas

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Capítulo Quinto

El emancipador y su mono

El deber de los discípulos de Joseph Jacotot es simple. Hay que anunciar a todos, por todas partes y en toda circunstancia, la buena nueva: se puede enseñar lo que se ignora. Por lo tanto, un padre de familia pobre e ignorante puede emprender la instrucción de sus hijos. Hay que dar el principio de esta instrucción: hay que aprender alguna cosa y relacionar con ella todo el resto según este principio: todas las inteligencias son iguales.

Hay que anunciarlo y prestarse a su comprobación: hablar al pobre, hacerle hablar de lo que es y de lo que sabe; mostrarle como instruirá a su hijo; copiar la plegaria que el niño sabe de memoria; hacerle aprender de memoria el primer libro de Telémaco del cual se le dará el volumen; prestarse a la demanda de aquellos que quieren aprender del maestro de la enseñanza universal lo que éste ignora; tomar, al fin, todos los medios para convencer al ignorante de su poder: un discípulo de Grenoble no podía convencer a una mujer pobre y vieja que podía aprender a leer y a escribir. Le pagó para que le permitiera demostrárselo. En cinco meses aprendió, y ahora es ella quien emancipa a sus nietos.89

Veamos lo que hay que hacer, sabiendo que el conocimiento de Telémaco o de cualquier cosa es en sí mismo indiferente. No se trata de crear sabios. Se trata de levantar el ánimo de aquellos que se creen inferiores en inteligencia, de sacarlos del pantano donde se estancan: no el de la ignorancia, sino el del menosprecio de sí mismos, del menosprecio en sí de la criatura razonable. Se trata de hacer hombres emancipados y emancipadores.

El método emancipador y el método social

No hay que poner a la enseñanza universal en los programas de los partidos reformadores ni a la emancipación intelectual bajo las banderas de la sedición. Sólo un hombre puede emancipar a un hombre. Sólo un individuo puede ser razonable y solamente a través de su propia razón. Hay cien maneras de instruir, y también se aprende en la escuela de los atontadores; un profesor es una cosa, sin duda menos manejable que un libro, pero nos lo podemos aprender, observarlo, imitarlo, analizarlo, recomponerlo, experimentar lo que su persona ofrece. Siempre nos instruimos escuchando a un hombre hablar. Un profesor no es ni más ni menos inteligente que otro hombre y presenta generalmente una gran cantidad de hechos para la observación del buscador. Pero solamente existe una manera de emancipar. Y nunca ningún partido ni ningún Gobierno, ningún ejército, ninguna escuela ni ninguna institución, emancipará a persona alguna.

Esto no es una propuesta metafísica. La experiencia se realizó en Lovaina, bajo la protección de Su Majestad el Rey de los Países Bajos. Se sabe que el soberano era ilustrado. Su hijo, el príncipe Frederick, era un apasionado de la filosofía. Responsable de los ejércitos, los quería modernos e instruidos, al modo prusiano. Se interesaba por Jacotot, sufría por la situación desgraciada en la que lo tenían las autoridades académicas de Lovaina y quería hacer alguna cosa por él, al mismo tiempo que por el ejército holandés. El ejército, en esa época, era un lugar privilegiado para ensayar ideas reformadoras y pedagogías nuevas.

Entonces el príncipe imaginó y convenció a su padre para crear en Lovaina una academia normal militar y confiar a Jacotot la responsabilidad pedagógica.

Había ahí una buena intención pero también un regalo envenenado: Jacotot era un maestro, no un jefe de institución. Su método servía para formar hombres emancipados, pero no instructores militares ni servidores de no importa qué especialidad social. Entendámoslo bien: un hombre emancipado puede ser tanto instructor militar como cerrajero o abogado. Pero una enseñanza universal no puede, sin estropearse, especializarse en la producción de una categoría determinada de actores sociales –sobre todo si estos actores sociales son instructores de un cuerpo–. La enseñanza universal pertenece a las familias y lo mejor que podría hacer un soberano ilustrado para su propagación sería proteger con su autoridad la libre circulación de la buena nueva. Un rey ilustrado puede sin duda alguna establecer dónde y cuándo quiera la enseñanza universal, pero tal establecimiento no podría durar ya que el género humano pertenece al viejo método. Sin duda se podía, para la gloria del soberano, intentar la experiencia. Evidentemente falló, pero hay fracasos que instruyen. Sólo hacía falta una única garantía: la concentración absoluta del poder, la limpieza de la escena social de todos sus intermediarios en favor de un único par: el rey y el filósofo. Entonces, se tenía que hacer lo siguiente: en primer lugar, destituir a todos los consejeros del viejo método, a la manera de los países civilizados, se entiende, es decir, dándoles a todos una promoción; en segundo lugar, suprimir cualquier intermediario excepto aquellos elegidos por el filósofo; en tercer lugar, dar todo el poder al filósofo: «Se haría lo que yo dijese, todo lo que yo dijese, nada más que lo que yo dijese, y la responsabilidad recaería por completo sobre mí. No pediría nada; al contrario, los intermediarios me preguntarían lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo, para proponer el todo al soberano. No sería considerado como un funcionario al que se le paga, sino como un filósofo al que se cree necesario consultar. En

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