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Ingeniero Industrial


Enviado por   •  15 de Marzo de 2012  •  10.389 Palabras (42 Páginas)  •  491 Visitas

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OMAR AKTOUF

LA ADMINISTRACION ENTRE TRADICION Y RENOVACION

Por

Álvaro ZAPATA DOMINGUEZ

Profesor Titular

Universidad del Valle

Frederick W. Taylor (1856-1915): la organización rentable del trabajo y del taller

En el curso del presente trabajo lo explicaré en detalle, más, debo primeramente aclarar un mal entendido que viene prolongándose desde principios de siglo: la denominación "organización científica del trabajo" corrientemente utilizada para designar el sistema descrito por Taylor es un abuso del idioma. Pues la ciencia jamás tuvo por preocupación el rentabilizar nada, sino el comprender los fenómenos estudiados; es errado, entonces, atribuir un carácter científico a algo que no es sino una nueva forma de subdivisión, repartición y control del trabajo. Todo ello no puede acceder a la categoría ni a la naturaleza de "científico", aunque muy legítimamente utilice técnicas y medios racionales, sistemáticos y calculados, dependientes de métodos o enfoques propios de la ciencia.

El sistema de producción establecido por Taylor tampoco respondía a los requisitos de "la ciencia", sino a las exigencias de incrementar la producción en los talleres de las fábricas industriales. No hay razón para confundir ciencia y deseo de una mayor rentabilidad en la fábrica. Además, el abuso del idioma se vuelve aun más flagrante cuando vemos que no se ha dudado de hablar de ciencia de la colocación de ladrillos o de ciencia del lampeo . No obstante, tampoco es cuestión de negar que Taylor recurrió a un método científico. El utilizó todos los elementos de la ciencia positivista: observación sistemática, registro, clasificación, medición, cálculo, etc.

Mas, repetimos que hay cierta distancia entre recurrir a métodos prestados del quehacer científico para lograr un objetivo dado, y atribuir a este mismo objetivo una categoría científica. Es como si, guardando las proporciones, se adjudicara un carácter científico al hecho de matarse durante las guerras, simplemente porque en ellas se recurre a las ciencias y a métodos prestados de ellas para fabricar las armas o estudiar los movimientos de las tropas. Matarse unos a otros, del mismo modo que obtener un mayor rendimiento en el taller, nunca ha sido ni podrá ser -desde ningún punto de vista- un objetivo ni un acto científico. Es incorrecto permitir que se crea que uno u otro pudieran ser algo conforme a la ciencia o pretendido por ella.

Sin embargo, hay efectivamente un aspecto científico en el trabajo de Taylor: sus notables trabajos sobre la adecuación entre las herramientas y los materiales tratados, sobre el corte de metales (más de 25 años de investigación) o, incluso, sobre la fatiga del obrero . Pero, como él mismo lo expresaría en 1912, debemos destacar que sus descubrimientos y sus propósitos fueron a menudo mal entendidos, malinterpretados y distorsionados, para el mayor beneficio de industriales y compañías; y en detrimento, lamentablemente, del clima social y la cooperación entre dirigentes y dirigidos. Kakar (1970) manifiesta que ello contribuyó en mucho a la gran amargura que caracterizó buena parte de la vida de Taylor. Pues (sin duda nunca se insistirá demasiado en ello), Taylor repetía sin cesar que él deseaba intensa y sinceramente -sin duda de buena fe- la paz y armonía entre trabajadores y patrones y la prosperidad conjunta. Ello nos conduce a hablar del hombre en primera instancia.

Taylor, el personaje

Frederick Taylor representaba la quinta generación de su familia como nativa de los Estados Unidos, proveniente de origen inglés y cuáquero . Su abuelo, Anthony, amasó una gran fortuna mediante el comercio con los indios y su padre, Franklin, fue abogado en Philadelphia. Aunque éste ejerció poco su profesión, la familia destinó naturalmente al joven Frederick al oficio de hombre de leyes. Todo parecía ir bien hasta el día en que en el umbral de su ingreso a Harvard, donde había aprobado honrosamente los exámenes de admisión, el joven interrumpió bruscamente sus estudios aduciendo graves problemas de visión. Regresó donde sus padres y luego, por razones poco claras, se le encontraría en 1874, a la edad de dieciocho años, en una fábrica perteneciente a amigos de la familia. Allí permanecería cuatro años y aprendería los oficios de modelista y mecánico, a pesar, se decía en torno suyo, de su fuerte disgusto por el trabajo manual .

Más atraído por la mecánica, Taylor entró en una empresa donde otros amigos de la familia figuraban entre los propietarios: Midvale Steel Co. Allí aprendió más profundamente el trabajo de mecánico y ascendió hasta convertirse en ingeniero jefe a la edad de veintiocho años, tras haber proseguido cursos esporádicamente y haber obtenido un diploma de ingeniero mecánico en el Stevens Institute. Tras abandonar Midvale (en 1890), fue el primero en ejercer el un evo oficio de ingeniero-asesor en organización como profesión independiente. Fue en esta condición que trabajó para la más célebre compañía de sus escritos, la Bethlehem Steel.

Influenciados quizás por su biógrafo oficial, Copley (1923), quien sin duda quería dejar una imagen de hombre sano y respetable, casi todos los que escribieron sobre Taylor, incluidos algunos de sus amigos de la infancia como Brige Harrison , coinciden en que se trataba de un personaje muy curioso, paradójico, ambiguo, puntilloso y calculador hasta ser obsesivo en sus comportamientos . Según Harrison, siendo aún un joven, pretendía obligar a sus compañeros de juego a definir reglas extremadamente estrictas. Por ejemplo, medir pulgada a pulgada el rectángulo que servía de terreno a su juego de rounders (especie de béisbol), lo que incomodaba a sus jóvenes amigos y lo hacía bizarro y excéntrico a ojos de ellos .

Más adelante, su comportamiento adulto, particularmente en la fábrica, continuaría siempre motivando sonrisas a costa suya. Todo lo contaba y medía, siempre quería hacer todo más eficaz: contaba sus pasos, medía la longitud del paso que necesitaba la mínima energía para cubrir la máxima distancia en un paseo campestre; anotaba cuidadosamente, antes de cada baile, la lista de las jóvenes atractivas y no atractivas, con el objeto de repartir de manera estrictamente proporcional su tiempo entre todas ellas, etc. Tenía también buen número de manías como el dormir sentado, apoyado sobre un adecuado montón de almohadas, con

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