Modernidad Y Educacion
natyschegtel14 de Marzo de 2014
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306 Modernidad y Educación
I ¿Por qué triunfó la escuela? 1
o la modernidad dijo:“Esto es educación”,
y la escuela respondió:“Yo me ocupo”
Pablo Pineau
Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no
hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad
del Alcorán bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe.
J. L. BORGES,“Discusión”
Un profundo cambio pedagógico y social acompañó el pasaje del
siglo XIX al XX: la expansión de la escuela como forma educativa hegemónica
en todo el globo. En ese entonces la mayoría de las naciones del
mundo legisló su educación básica y la volvió obligatoria, lo que dio como
resultado una notable explosión matricular. La condición de no escolarizado
dejó de ser un atributo bastante común entre la población, al punto de
que muchas veces ni siquiera se lo consignaba, para convertirse en una
estigma degradante. La modernidad occidental avanzaba, y a su paso iba
dejando escuelas. De París a Timbuctú, de Filadelfia a Buenos Aires, la
escuela se convirtió en un innegable símbolo de los tiempos, en una metáfora
del progreso, en una de las mayores construcciones de la modernidad.
A partir de entonces, todos los hechos sociales fueron explicados como
sus triunfos o fracasos: los desarrollos nacionales, las guerras —su declaración,
triunfo o derrota—, la aceptación de determinados sistemas o prácticas
políticas se debían fundamentalmente a los efectos en la edad adulta
de lo que la escuela había hecho con esas mismas poblaciones cuando le
habían sido encomendadas durante su infancia y juventud.
Una buena cantidad de análisis se han preocupado por explicar este
fenómeno, desde aquellos que consideran la escuela como un resultado
lógico del desarrollo educativo evolutivo y lineal de la humanidad, hasta
los que han buscado problematizar la cuestión.2 ¡Si bien consideramos
que muchos de estos últimos tienen un alto poder explicativo, ninguno de
ellos logra dar cuenta abarcadora del motivo del triunfo. La escuela es un
epifenómeno de la escritura —como plantean algunas lecturas derivadas
1 El presente trabajo es una
reescritura del artículo “La
escuela en el paisaje moderno.
Consideraciones sobre el
proceso de escolarización”
presentado en el Seminario
“Historia de la Educación en
Debate”y organizado por el
equipo de Historia Social de
la Educación del Departamento
de Educación de la
Universidad Nacional de
Luján entre el 11 y el 13 de
noviembre de 1993, y publicado
en Héctor Rubén Cucuzza
(comp.): Historia de la educación
en debate, Buenos
Aires,Miño y Dávila, 1996.A
su vez, recoge algunas hipótesis
desarrolladas en “Premisas
básicas de la escolarización
como empresa moderna
constructora de modernidad”,
Revista de Estudios del Currículum
(versión española del
Journal of Curriculum Studies).
n° 4,Madrid, Pomares-Corredor,
1999.
2 La extensión de este trabajo
no nos permite referirnos particularmente
a ellos. Remitimos
al lector a la bibliografía
presentada al final de este
escrito.
Sólo uso con fines educativos 307
de Marshall McLuhan—, pero también es “algo más”. La escuela es un dispositivo
de generación de ciudadanos —sostienen algunos liberales—, o
de proletarios —según algunos marxistas—, pero “no sólo eso”! La escuela
es a la vez una conquista social y un aparato de inculcación ideológica de
las clases dominantes que implicó tanto la dependencia como la alfabetización
masiva, la expansión de los derechos y la entronización de la meritocracia,
la construcción de las naciones, la imposición de la cultura occidental
y la formación de movimientos de liberación, entre otros efectos.
Con el fin de aclarar por qué triunfó la escuela, podemos presentar
dos cuestionamientos a estas explicaciones. En primer lugar, muchas de las
interpretaciones sobre el proceso de escolarización lo funden con otros
procesos sociales y culturales como la socialización, la educación en sentido
amplio, la alfabetización y la institucionalización educativa. Sin lugar a
dudas, estos otros desarrollos sociales se escribieron en sintonía, pero no
en homología —y queremos destacar esta diferencia— con la historia de
la escolarización. Si bien todos están muy imbricados, cada uno de ellos
goza de una lógica propia generalmente no contemplada, y que nos parece
digna de atención para comprender sus especificidades.3
En segundo lugar, la mayoría de estas lecturas ubican el sentido escolar
fuera de la escolarización, en una aplicación de la lógica esencia/apariencia
o texto/contexto. Así, la significación del texto escolar está dada por el contexto
en que se inscribe. Son los fenómenos extra-escolares —capitalismo,
nación, república, alfabetización, Occidente, imperialismo, meritocracia,
etc.— los que explican la escuela, que se vuelve “producto de” esas causas
externas. Pero históricamente es demostrable que si bien estos “contextos”
cambiaron, el “texto escolar” resistió. Durante el período de hegemonía educativa
escolar se alzaron nuevos modelos sociales, se erigieron nuevos sistemas
políticos y económicos, se impusieron nuevas jerarquías culturales, y
todas estas modificaciones terminaron optando por la escuela como forma
educativa privilegiada. La eficacia escolar parece residir entonces —al
menos en buena parte— en su interior y no en su exterior, ya que este último
se modificó fuertemente durante su reinado educativo sin lograr destronar
a la escuela.
En síntesis, resumiendo ambas críticas, pareciera ser que, como en el
epígrafe de Borges que encabeza este trabajo, a los educadores modernos
3 Trabajos como Graff (1987) y
Furet y Ozouf (1977) permiten
afirmar que eficaces procesos
de alfabetización masiva se
llevaron a cabo en diversas
sociedades prescindiendo, o
al menos desarrollándose en
forma bastante autónoma, de
la institución escolar.
308 Modernidad y Educación
les (nos) es muy difícil ver la escuela como un ente no fundido en el “paisaje”
educativo, lo que probablemente sea la mejor prueba de su construcción
social como producto de la modernidad.
Sirva como prueba de esta situación el siguiente ejemplo. En 1882, Enrique
de Santa Olalla, inspector general de escuelas de la Provincia de Buenos
Aires, Argentina, se preguntaba respecto de la formación de maestros:
Dada la situación de la mayor parte de nuestras escuelas elementales
con 60 a 90 alumnos, divididos en cuatro grados, los que
están subdivididos, por los menos en 7 secciones, dirigidas todas
por un maestro y un submaestro, sin serles permitido otro método
que el de la enseñanza simultánea, no pudiendo por consiguiente
ocupar a los mismos alumnos para que den enseñanza
mutua; ¿de qué modo han de obrar los maestros que no pueden
ocuparse cada uno más que con una sola sección, para que las
cinco secciones restantes puedan estar ocupadas siempre, a fin
de conservar la disciplina en la escuela? (Enrique Santa Olalla,
1882:114).
Y compárese ese párrafo con el que abre el trabajo de Jones (1994: 57):
No es poca cosa lograr que una joven se pare frente a una galería
de 55 niños mal nutridos y los conduzca a través de una serie de
ejercicios mecánicos. [...] ¿Con qué estrategias e imágenes, a veces
distorsionadas y contradictorias, se reguló la figura del maestro
de escuela?
Nótese cómo, cien años más tarde, se vuelven a hacer, con fines de
análisis, las mismas preguntas que enfrentaron los constructores de los sistemas.
Esto no hace más que volver a demostrarnos que su condición de
“naturalidad” es también una construcción históricamente determinada
que debe ser desarmada y desarticulada.
A partir de estas críticas, queremos ensayar en este trabajo otros abordajes
que permitan comprender ese “plus” de significación que encierra el
triunfo de la escuela y que escapa a la enumeración de sus finalidades.
Sólo uso con fines educativos 309
Plantearemos como hipótesis que la consolidación de la escuela como forma
educativa hegemónica se debe a que ésta fue capaz de hacerse cargo de la
definición moderna de educación. Para ello nos serviremos como guía de la
imagen borgeana. En primer lugar, buscaremos despegar la escuela del
paisaje educativo moderno —esto es, buscaremos describir el camello—, a
partir de analizar sus particularidades e identificar una serie de elementos
que provocan rupturas en el devenir histórico-educativo, para luego reubicarlo
en el paisaje —esto es, analizar cuál es nuestra condición de “arabidad”
...