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Davini. La Formación Docente


Enviado por   •  12 de Junio de 2013  •  2.142 Palabras (9 Páginas)  •  2.544 Visitas

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DAVINI

LA FORMACION DOCENTE EN CUESTION: POLITICA Y PEDAGOGICA.

1) Tradiciones en la formación de los docentes y sus presencias actuales

Los debates y las propuestas en torno a la formación docente emergen con fuerza en los momentos más críticos. Estos debates tienden a tener procesos reformistas, donde los docentes han participado activamente. Los docentes son actores directos en la escuela, donde asumen comportamientos de sumisión o de autonomía. Los movimientos hacia los cambios operan sobre tradiciones anteriores; comprender las tradiciones con sus conflictos y reformulaciones insertas en nuevas situaciones, permitiría adoptar criterios mas claros y distintos. Se entiende por tradiciones a las configuraciones de pensamiento y de acción que, construidas históricamente, se mantienen a lo largo del tiempo, en cuanto están institucionalizadas, incorporadas a las practicas y a la conciencia de los sujetos. Junto a ellas se pueden identificar otras tendencias que no han llegado a consolidarse en tradiciones ni materializarse en formas de formación. Reflexionar sobre estas tradiciones es útil para entender donde estamos situados e identificar nuestras propias argumentaciones y compromisos.

La tradición normalizadora - disciplinadora: el buen maestro

El origen de los programas de formación docente esta unido a la conformación y desarrollo de los sistemas educativos modernos. La organización de la escuela de masas requirió de la preparación de personal idóneo que condujese la acción escolar. En Europa y EE.UU este proceso fue resultante del desarrollo de la incipiente industrialización; los bolsones de miseria, cambios de costumbres y trabajos y problemas en la salud pública fueron modificando la cultura y las relaciones sociales. Cuando la filantropía del siglo XIX descubrió la miseria indiferenciada de la ciudad introdujo la maquinaria pedagógica con el fin de "normalizarla". Al principio fue el sistema lancasteriano, donde se enseñaba a los gritos en las fábricas, y luego el "buen maestro", ejemplo moral para estas masas. En la Argentina el Estado fue encargado de crear las condiciones de "homogeneidad", asumiendo la posición de "Estado educador". El proyecto educativo liberal se centro en la formación del "ciudadano" con misión de neto corte civilizador. Se orientó al disciplinamiento de la conducta y homogeneización ideológica de grandes masas poblacionales que a la formación de habilidades o desarrollo del pensamiento. Se insistía en la imagen del docente como difusor de la cultura, cultura que se definió por inculcación de formas de comportamiento y conocimiento mínimo básico, además era encargado de impulsar y concretar en la comunidad las campañas de salud pública y acciones de control social. Aunque la influencia doctrinaria del positivismo es la base de esta tradición, el espiritualismo pedagógico reforzó los rasgos centrales de la tradición normalizadora, por el papel fundamentalmente moralizador y socializador que le asignaba al docente. El puesto docente fue rápidamente definido como femenino y la presencia del hombre se hacía sentir en los últimos grados de la escuela primaria o en cargos de dirección escolar. En este proceso se desarrollan los orígenes de la docencia argentina como grupo social y ocupacional. A través de la acción del Estado, se diseminan por todo el país las escuelas normales dirigidas a preparar a este personal, con un enfoque en la formación de "legión de maestros patrioteros", que construyan los cimientos de una nueva nación con autoestima y valoración social. El aparato de instrucción pública y su peso sociocultural delinearon la visión de la educación como proceso de sociabilización o endoculturalización, transmisor de patrones de comportamiento, pensamiento y valoración, y a la escuela como hipersistema consolidador de matrices ideológicas sin gran consistencia lógica, pero dotadas de carga afectiva. Son destacados los aportes que estas legiones han realizado en el sistema de instrucción pública y que la "impronta" estuvo sustentada en una profunda utopía que dirigía sus proyectos escolares. Si bien el origen de la tradición se centro en la utopía, su marcado carácter civilizador reforzó la dimensión de inculcación ideológica de un universo cultural impuesto a los sujetos como el único legitimo, negador de los universos culturales exteriores a la escuela. Así, la escuela fue concebida como el ámbito de saber, restringiéndose a sus espacios de la noción de la cultura. Se implanta la visión de la función del docente como factor de disciplinamiento, a través de una gama de premios y castigos. Esta tradición no se restringe solamente a "normalizar" el comportamiento, sino que se construye en el mandato social que atraviesa toda la ideología de formación y de trabajo de los docentes. Se expresa hasta hoy en el discurso prescriptivo que indica lo que el docente "debe ser". La tradición normalizadora-disciplinadora sigue presente en la actualidad, se define la imagen del "buen maestro", cuya permanencia ha contribuido a debilitar las propuestas de desarrollo socio-profesional y laboral de la docencia. Si bien sus rasgos han sido reforzados por procesos sociales de evolución histórica posterior, pueden identificarse algunos resultados en el presente de esta matriz histórica. Entre estos rasgos se destaca una oferta de formación docente de carácter instrumental, ligada al "saber hacer", manejar de materiales y rutinas escolares, con débil formación teórica y disciplinaria; predomina una visión utilitarista de la formación: un mínimo saber básico y de técnicas de aula. El pasaje al nivel terciario de la formación del magisterio, bajo la consucción política de los militares, no fue suficiente para alcanzar una formación mas avanzada. Así se mantuvieron las características del pensamiento normalizador, que colaboró con la tendencia de manejarse a través de modelos. Esto dificulto la observación y aceptación de las diferencias, lo cual es tratado como el "desvío". Ello ha contribuido a fomentar la idea de una "escuela ilusoria", cargada de símbolos abstractos, rituales y rutinas homogeneizadoras. La tendencia a "modelizar" la realidad y manejarse con estereotipos tiene su correlato a concebir al docente como responsable de ser ejemplo, lo que ha dificultado su autopercepción como trabajadores, dentro de un discurso de desinterés material. Coherente con este discurso, esta tradición ha marcado el disciplinamiento de maestros y profesores respecto de las normas prescriptivas emanadas del Estado. La utopía civilizadora emancipadora, origen

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