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Evaluación Y Competencias. De La Tradición Educativa A La Evaluación Transformadora. Cázares Y Cuevas. "Planeación Y Evaluación Basada En Competencias"


Enviado por   •  20 de Marzo de 2013  •  2.299 Palabras (10 Páginas)  •  2.224 Visitas

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Evaluación y competencias. De la tradición educativa a la evaluación transformadora.

Cázares y Cuevas. “Planeación y evaluación basada en competencias”

La evaluación como problema

La evaluación es un problema educativo que amerita idas y vueltas entre la práctica y la reflexión de carácter teórico: no es un asunto que se resuelva a partir de un método establecido, sino que implica búsqueda e innovación constantes sin dejar a un lado estrategias y experiencias tanto propias como documentadas. Si no miramos la evaluación como un problema, la reducimos a un proceso que se aprende una sola vez y para siempre.

En este sentido, la invitación es a reflexionar sobre nuestras prácticas docentes para cuestionar nuestros supuestos de operación. En el caso de la práctica educativa, podemos incluir interrogantes como ejercicio de reflexión, del tipo: ¿cómo evidenciar todos los aprendizajes obtenidos en los cursos?, o ¿cómo diseñar y ejecutar con base en la recuperación de los desempeños que los alumnos desarrollaron durante el curso, incluso considerando aquellos que no fueron previstos con antelación por mi?

En el terreno educativo la evaluación se puede clasificar según el alcance de la misma: desde la que se enfoca al sistema educativo en su conjunto para la reorientación de políticas educativas, hasta la que se efectúa en la intimidad del aula, pasando por la de carácter institucional (estudios de egresados, evaluación curricular, certificaciones, ahora muy de moda), la de un departamento o facultad (en el caso de la educación superior) y la de un grado o especialidad en concreto. Aquí nos centraremos en la evaluación del aprendizaje, concretamente desde la perspectiva de las competencias según las hemos definido, y los elementos que intervienen en él.

[Entendemos la competencia entonces, como “una interacción reflexiva y funcional de saberes –cognitivos, procedimentales, actitudinales y metacognitivos-, enmarcada en principios valorales, que genera evidencias articuladas y potencia actuaciones transferibles a distintos contextos, apoyadas en conocimiento situacional, identificados a través de evidencias transformadoras de la realidad”. p18]

Pensamos que la evaluación es un proceso continuo, dinámico y flexible dirigido a la generación de conocimiento sobre el aprendizaje, la práctica docente y el programa en sí mismo, construido a partir de la sistematización de evidencias; conocimiento cuya intención es provocar reflexiones que transformen el trabajo cotidiano del aula y permita desarrollar, a su vez, aprendizajes para los actores. En este sentido, habrá que pensar en estrategias para involucrar al alumno en una corresponsabilidad en el desarrollo eficaz del curso, solicitándole que produzca traslados de sus aprendizajes en diferentes espacios dentro del aula y fuera de ella. La evaluación deberá comprometer a los estudiantes a aplicar el conocimiento y las habilidades para desarrollar la competencia de transferir los aprendizajes nuevos, a partir de la construcción del propio convencimiento.

La evaluación es inherente al proceso de aprendizaje, por lo que su diseño no debe verse como un componente aparte. Al concebirse como continua, la evaluación está presente desde el día en que se inicia el programa hasta que se termina: Es un recorrido que, no obstante ser planeado, plantea la necesidad de irse adecuando a las condiciones en que se va desarrollando el proceso educativo. Lo que se vislumbraba como adecuado en el momento de planear quizá hoy ya no sea lo más importante.

La dimensión más compleja de la práctica docente es la evaluación, por diversas razones: la conceptuación que se ha hecho de ella como mera medición de logro; la separación del resto del proceso educativo; la dificultad para establecer mecanismos de sistematización y retroalimentación; el uso ideológico que se le ha dado en términos de control y distribución de un poder empleado no siempre para el desarrollo de los actores, y el cruce de elementos teóricos y metodológicos que implica su adecuada inserción en el aprendizaje y la práctica docente, por mencionar algunas de ellas.

La importancia de la evaluación diagnóstica consiste en cambiar la racionalidad del diseño: en lugar de fundamentarse en objetivos y contenidos, se basa en personas concretas para que a partir de sus saberes previos, sus expectativas y sus intereses se pueda articular una propuesta significativa para quien aprende. Conviene saber, asimismo, cuál es el contexto sociofamiliar de los alumnos, cuáles son sus estilos de aprendizaje y cuáles las características de sus capacidades relacionadas con aprender a aprender: acaso esta información ya exista y haya sido generada por la institución educativa.

La evaluación formativa, entendida como aquella que va brindando seguimiento tanto al desarrollo de los aprendizajes como a la pertinencia de la práctica docente, permite establecer los mecanismos de reorientación para el docente y para el alumno, de tal forma que se construyan en el camino las mejores estrategias para el logro de los objetivos planteados.

Por su parte, la evaluación sumaria la vinculamos con aquellas acciones que se orientan a dar cuenta de productos, saberes, desempeños y actitudes que se contabilizan para el sistema de calificación que adopte la escuela. Si asignar un número (o una letra) es un requisito, más allá de acuerdos o desacuerdos, habrá que establecerlo de la manera más exacta posible, dotándolo de un significado común y referido a criterios conocidos por todos. Uno de los principales conflictos con el uso de exámenes, muy empleados en la evaluación sumaria, radica en que se parte de ciertos supuestos que dificultan una apreciación de la realidad formativa. Dicho de otra forma:

• Los exámenes miden capacidades temporales. El ánimo, la memoria, el manejo del estrés o las capacidades de copiado son privilegiados en los exámenes.

• Los exámenes parten del supuesto de que todos los alumnos aprenden de igual manera, a través de los mismos canales y con los mismos niveles de interés. Acreditan los alumnos que coincidan con lo que los profesores en turno consideren que es importante y lo expresan de la forma en que el profesor pueda entender mejor.

Esta clasificación funciona sólo como un ordenador de carácter metodológico: en realidad los tres tipos de evaluación pretenderían establecer diagnósticos y convertirse en esquemas formativos.

La evaluación basada en competencias

¿Es diferente evaluar un proceso formativo basado en competencias? Si la respuesta es afirmativa, ¿qué caracteriza a este enfoque evaluatorio? Las preguntas

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