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PSICOLOGIA DEL MEXICANO EN EL TRABAJO


Enviado por   •  19 de Marzo de 2013  •  1.535 Palabras (7 Páginas)  •  401 Visitas

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Psicología del mexicano en el trabajo.

Hace ya tiempo he querido profundizar en este tema, me había preguntado el porqué de muchas actitudes de nosotros los mexicanos. Para mi esta lectura es fue un viaje astral, una visión periférica del ámbito que me rodea y en el que participo día a día.

Comencé este libro con un poco de menosprecio a la lectura, ya que consideraba, sin ninguna base, que se redacto con un sentido muy pesimista (mas que nunca) de la mentalidad del mexicano, puesto que es una visión de lo mal que estamos; mas que de lo mal, de nuestra dura realidad.

Al comenzar los primeros capítulos empecé a recordar muchas pláticas que he tenido con varios extranjeros acerca de su opinión de México, su perspectiva de la situación actual mexicana, y de lo que esperaban ver al tocar tierra azteca. Muchos de ellos soñaban con vernos con sombrero y a caballos charros botudos y bigotones. Esta visión del mexicano siempre me ha indignado.

Mas tarde, en mi ardua lectura, decidí que era mas fácil relacionar cada uno de los capítulos a una vivencia personal y ponerla de ejemplo.

Con referencia al capitulo primero, comenzare con alguna discusión que tuve con dos australianos en un hostel donde trabaje en la ciudad de Oaxaca, acerca de la majestuosa riqueza de México, y de nuestra incapacidad de explotarlo con responsabilidad e inteligencia. Ahora me pregunto ¿Por qué no defendí a mis administradores sociales? ¿A mis gobernantes? ¿A los que toman todas y cada una de las decisiones en este país? Porque como bien lo indica el autor en el texto, México siendo un país con el potencial económico tan grande, con el total máximo de recursos naturales posibles para ser considerado un país rico, ¡Se considera un país pobre! Y es indignante la manera en que estos “funcionarios de gobierno” solo velan por sus propios intereses. Es lastimoso aceptar que soy perteneciente a esta situación, y digo soy, porque decir somos, significaría deslindarme de algo de culpa.

Más adelante se toca el tema de los componentes genéticos de la sociedad mexicana. Primeramente el indígena, aquel nativo bajo de estatura, sin mucho porte (desde el punto de vista actual), que proviene de una cultura perfectamente estratificada y organizada, que choca con el segundo componente genético, el hispano. Gente ruda, ambiciosa, aventureros y frailes misioneros, gente servicial. Estos últimos con tres tipos de motivaciones: poder, tarea de civilizar “barbaros”, y evangelizar.

Tras este encuentro de culturas, por minimizarlo, puesto que en realidad fue un choque violentísimo de culturas, una pésima mezcolanza de dos polos totalmente opuestos, surge el fruto de esta unión: el devaluado mestizo, que para mi sorpresa, ha quedado respondida la pregunta fugaz de que será “la chingada” ; su madre.

Esta mezcla de agua y aceite es lo que somos hoy los mexicanos, seres oprimidos por esta colonización agresiva y asesina, que lo que forjo, aparte de nuestra forma de ser, fue nuestra forma de hacer y ver la vida.

Es muy cierto lo que indica el texto acerca de como nos hacemos menos, para esto platicare otra vivencia personal, es turno ahora de mi “muchacha” porque la calificación de “empleada domestica” simplemente no me gusta. Isabel. Una jovencita de apenas unos 19 años que trabaja con mi madre desde hace ya un tiempo, es una de las personas mas trabajadoras y honradas que he conocido, pero a lo que mi ejemplo concierne, hacia una tarde calurosa en el barrio de San Lucas en Coyoacán, cuando le solicito amablemente a Isabel que me preparara una fresca agua de limón. Apenas cogió la jarra para llenarla de agua, Isabel me pregunto acerca de mi última conquista en una fiesta que había tenido lugar en casa de mi madre hacia unos días; percatándome de la incomodidad de la platica procedí a hacerle una serie de preguntas acerca de su porvenir. -¿Isabel, acaso tu no quieres estudiar y terminar tu secundaria y luego la prepa?- Con una risa a carcajadas me miro y respondió: “no joven Carlos, ¿para que si estoy bien pendeja?”. Al principio no pude evitar reír, pero después tuve la certeza de que esa actitud de sentirse menos, sentirse incapaz, me hizo padecer cierto descontento, por mas que se tratara de la atípica de Isabel.

Correspondiente al texto, hago referencia de esta anécdota, al capitulo de los traumas a lo largo de los siglos, ¿porque nos desvaloramos, nos hacemos menos? Es algo que he notado ya en mi adolescencia y no me parece en lo absoluto. Pero es una realidad.

¿En que momento de la lectura acepte que en verdad soy mexicano? Bueno pues pasaba por el capitulo de la crisis de nuestra identidad, y

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