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Sociedad Teledirigida


Enviado por   •  15 de Julio de 2011  •  4.937 Palabras (20 Páginas)  •  801 Visitas

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HOMO VIDENS

“LA SOCIEDAD TELEDIRIGIDA”

I. LA PRIMACÍA DE LA IMAGEN.

Actualmente, hablamos de lenguajes en plural, por tanto, de lenguajes cuyo significante no es la palabra: por ejemplo, el lenguaje del cine, de las artes figurativas, de las emociones, etcétera. Pero estas son acepciones metafóricas. Pues el lenguaje esencial que de verdad caracteriza e instituye al hombre como animal simbólico es “lenguaje-palabra”, el lenguaje de nuestra habla.

La radio es el primer gran difusor de comunicaciones; pero un difusor que no menoscaba la naturaleza simbólica del hombre. Ya que, como la radio “habla”, difunde siempre cosas dichas con palabras. De modo que libros, periódicos, teléfono, radio son todos ellos –en concordancia- elementos portadores de comunicación lingüística.

La televisión –como su propio nombre indica- es “ver desde lejos” (tele), es decir, llevar ante los ojos de un público de espectadores cosas que puedan ver en cualquier sitio, desde cualquier distancia. Y en la televisión el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la voz del medio, o de un hablante, es secundaria, está en función de la imagen, comenta la imagen.

Todo momento tecnológico, en el momento de su aparición, ha sido temido e incluso rechazado. Y sabemos que cualquier innovación molesta porque cambia los órdenes constituidos.

En pocas décadas el progreso tecnológico nos ha sumergido en la edad cibernética, desbancando –según dicen- a la televisión. En efecto hemos pasado, o estamos pasando, a una edad “multimedia” en la cual, como su nombre indica, los medios de comunicación son numerosos y la televisión ha dejado de ser la reina de esta multimedialidad.

La televisión no es solo instrumento de comunicación; es también, a la vez, paideia, un instrumento “antropogenetico”, un médium que genera un nuevo anthropos, un nuevo tipo de ser humano.

El niño formado en la imagen se reduce a ser un hombre que no lee, y, por tanto, la mayoría de las veces, es un ser “reblandecido por la televisión”, adicto de por vida a los videojuegos.

El mensaje con el cual la nueva cultura se recomienda y se auto-elogia es que la cultura del libro es de unos pocos –es elitista-, mientras que la cultura audio-visual es de la mayoría. Pero el número de beneficiarios –sean minoría o mayoría- no altera la naturaleza o el valor de una cultura.

La advertencia es, pues, que un aumento cuantitativo no mejora nada si no está acompañado de un progreso sustancial. Lo que equivale a decir que un aumento cuantitativo no es un progreso cualitativo y, por tanto, un progreso en sentido positivo y apreciativo del término. Y mientras que un progreso cualitativo puede prescindir del aumento cuantitativo (es decir, quedar en el ámbito de lo poco numeroso), lo contrario no es cierto, la difusión en extensión de algo se considera progreso solo si el contenido de esa difusión es positivo, o al menos no da perdidas, si no está ya en perdidas.

El homo sapiens, debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su capacidad de abstracción. Sabemos que las palabras que articulan el lenguaje humano son símbolos que evocan también “representaciones” y, por tanto, llevan a la mente figuras, imágenes de cosas visibles y que hemos visto.

Casi todo nuestro vocabulario cognoscitivo y teórico consiste en palabras abstractas que no tienen correlato en cosas visibles, y cuyo significado no se puede trasladar ni traducir en imágenes.

Algunas palabras abstractas –algunas, no todas- son en cierto modo traducibles en imágenes, pero se trata siempre de traducciones que son solo un sucedáneo infiel y empobrecido del concepto que intentan “visibilizar”. Por ejemplo, el desempleo se traduce en la imagen del desempleado, la felicidad en la fotografía de un rostro que expresa alegría, la libertad nos remite a una persona que sale de la cárcel.

Este es el proceso que se atrofia cuando el homo sapiens es suplantado por el homo videns. En este último, el lenguaje conceptual (abstracto) es sustituido por el lenguaje perceptivo (concreto) que es infinitamente más pobre: más pobre no solo en cuanto a palabras (al número de palabras), sino sobre todo en cuanto a la riqueza del significado, es decir, de capacidad connotativa.

Contrariamente a cuanto vengo afirmando, entender mediante conceptos y entender a través de la vista se combina en una “suma positiva”, reforzándose o al menos integrándose el uno en el otro.

Aunque de momento los hechos desmienten, de modo palpable, que el hombre que lee y el homo videns se estén integrando en una suma positiva. La relación entre los dos –de hecho- es una “suma negativa” (como un juego en el cual pierden todos).

El dato de fondo es el siguiente: el hombre que lee está decayendo rápidamente, bien se trate del lector de libros como del lector de periódicos.

Cuentas aparte, tenemos el hecho de que la imagen no da, por si misma, casi ninguna inteligibilidad. La imagen debe ser explicada; y la explicación que se da de ella en la televisión es insuficiente. Si en un futuro existiera una televisión que explicara mejor (mucho mejor), entonces el discurso sobre una integración positiva entre homo sapiens y homo videns se podría reanudar.

¿Está, o estará, superada la televisión? Cuando hace apenas cincuenta años de su aparición, la televisión ya ha sido declarada obsoleta. Las nuevas fronteras son internet y el ciberespacio, y el nuevo lema es “ser dirigitales”.

Internet, la “red de las redes”, es un prodigioso instrumento multitarea: transmite imágenes, pero también texto escrito; abre al dialogo entre los usuarios que se buscan entre ellos e interactúan; y permite una profundización prácticamente ilimitada en cualquier curiosidad (es como una biblioteca universal, conectada por diferentes mecanismos).

Si internet es entretenimiento y se utiliza como entretenimiento, entonces ya no es tan seguro que venza a la televisión. El punto débil de la televisión que conocemos es que “generaliza”, en el sentido de que no proporciona productos suficientemente diferenciados “vía éter”. La televisión debe ofrecer productos de masa, productos que lleguen a un público muy numeroso (y al que presenten numerosos anuncios publicitarios”. Por el contrario, internet proporciona productos a medida de diferentes intereses.

Por tanto, en la medida en que internet es una diversión, un entretenimiento, la televisión resultara vencedora entre los “perezosos” o las personas cansadas que prefieran el acto

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