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Homo Videns: La Sociedad Teledirigida


Enviado por   •  2 de Julio de 2015  •  2.970 Palabras (12 Páginas)  •  258 Visitas

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Analicemos qué es la verdadera desinformación: no informar poco (demasiado poco), sino informar mal, distorsionado.

Parto de la base de que al menos en parte la desinformación televisiva es involuntaria y, de algún modo, inevitable. Y empiezo con esta constatación: la aldea global de McLuhan es “global” sólo a medias, por lo que en realidad no es global. La cámara de televisión entra fácil y libremente en los países libres; entra poco y con precaución en los países peligrosos, y no entra nunca en los países sin libertad. De lo que se deduce que cuanto más tiránico y sangui¬nario es un régimen, más lo ignora la televisión, y por tanto, lo absuelve. En el pasado, se han producido atroces masacres en Madagascar, en Uganda (en los buenos tiempos de Idi Amin Dada), en Zaire (ex Congo belga), en Nigeria, la lista seria aún más larga. Nadie las ha visto nunca (en televisión) y, por tanto, para la mayoría no han existido. Hasta el punto de que Idi Amin Dada —que ha matado por lo menos a 250 000 de los suyos— era acogido con vítores en sus viajes por África. Hasta hoy la televisión nunca ha entrado en Sudán, otro país que extermina a los suyos matándolos de hambre (exactamente como hacía la Etiopía de Mengistu). En los años cincuenta, también se produjeron auténticos exterminios de Indonesia. ¿Y qué podemos decir de las decenas de millones de muertos de hambre (estimados) en China des¬pués del gran “paso hacia delante” de Mao Zedong? En China no se entraba entonces, ni se entra hoy y, de este modo, lo que sucede a más de mil millones de seres humanos no es noticia (para la televisión). No vidi ergo non est.

Es comprensible que no se pueda imputar a la televisión que no muestre lo que no puede mostrar Pero se tiene que imputar a la televisión el hecho de avalar y reforzar una percepción del mundo basada en dos pesos y dos medidas y, por tanto, enormemente injusta y distorsionada. Para el reverendo Jesse Jackson (que en 1988 era candidato a la presidencia de Estados Unidos) Sudáfrica era entonces un Estado terrorista, pero no lo eran, o al menos Jackson no lo decía, Libia, Irán y Siria, países borrados del telever Israel no ha terminado en la lista negra como Sudáfrica sólo porque está protegido por las comunidades hebreas de Estados Unidos y de todo el mundo. Aunque sea de un modo involuntario (pero sin preocuparse excesivamente), la televisión penaliza a los países libres y protege a los países sin libertad en los que las dictaduras gobiernan matando.

Hasta aquí hemos examinado diferentes distorsiones que son el resultado de un mundo visto a medias y, por tanto, que realmente no se ha visto. Pasemos a otros tipos de desinformación. Ya he anticipado la fabricación de pseudo- acontecimientos. Pero comparado con otros tipos de desinformación, es una nimiedad. Paso, pues, a analizar las distorsiones informativas más importantes. Comencemos por las falsas estadísticas y las entrevistas casuales.

Entiendo por falsas estadísticas, resultados estadísticos que son “falsos” por la interpreta¬ción que se les da. En esta clase de falsedades se ejercita también la prensa; pero es la televisión la que las ha impuesto a todos —incluida la prensa— como dogmas. Porque para la televisión los cuadros estadísticos —debidamente simplificados y reducidos al máximo— son como el queso para los macarrones. Con cuadros y porcentajes, todo se puede condensar en pocas imágenes; imágenes que parecen de una objetividad indiscutible. En las estadísticas hablan las matemáticas. Y los matemáticos no se hacen con habladurías.

Las matemáticas no. Pero la interpretación de unos resultados estadísticos, sí. Tomemos el caso —realmente clamoroso— de los estadísticos utilizadas para demostrar y medir, en Esta¬dos Unidos, la discriminación racial, sobre todo lo que perjudica a los negros, pero también en algunos casos a otras minorías.

¿Cómo se demuestra que los negros están discriminados y deliberadamente desfavorecidos sólo porque son negros? Desde hace cuarenta años hasta hoy día, la prueba de la discrimina¬ción pacíficamente aceptada (por la mayoría y, por supuesto, por los medios de comunica¬ción) es la escasa representación de los negros —con respecto a su proporción demográfica— en las universidades, en Wall Street, en las grandes empresas y, en última instancia, en el elenco de multimillonarios (en dólares). El argumento ese’ siguiente: si son proporcionalmente menos, menos que los blancos, es porque están discriminados. Parece obvio o, mejor, esta conclusión se desecho por obvia; pero, por el contrario, lo que es obvio es que esto prueba no prueba nada. Absolutamente nada. Pues cualquier estudiante que aprueba un examen de estadística elemental tiene la obligación de saber que si tenemos una distribución anómala, no significa que tengamos también la causa y las causas que la producen. Ya que los negros tienen una escasa representación, queda por descubrir el porqué y hay que probar específica¬mente que la causa de esta baja representación sea una discriminación racial.

Obsérvese que los negros están altamente sobre representados en muchos deportes: en las carreras, el boxeo, el baloncesto y las diversas clases de atletismo hay multitud de negros. Los negros destacan también en el baile y el jazz. ¿Es tal vez porque en estas actividades se practica la discriminación contra los blancos? Nadie sostiene tal teoría, por la sencilla razón de que sería una clara estupidez. Pero la misma estupidez se acepto sin parpadear a la inversa. Además, dentro de esta lógica (ilógica), ¿qué hacemos con los asiáticos? En las mejores universidades americanas, los estudiantes “amarillos” tienen una sobre representación respecto a su índice demográfico. ¿Por qué? ¿Tal vez porque alguien discrimino o su favor? Obviamente no. Obviamente porque son más estudiosos y mejores (como estudiantes). Una información correcta diría esto, pero la desinformación no lo dice.

A las estadísticas falsas hay que añadir, como factor de distorsión, la entrevista casual. El entrevistadora1 que se le manda cubrir un acontecimiento —e incluso un no acontecimiento— con imágenes pasea por la calle y entrevista a los que pasan. Así, finalmente, es la voz del pueblo la que se hace oír. Pero esto es una falsedad absoluta. Dejemos de lado el hecho de que estas entrevistas están siempre “precocinadas” con oportunas distribuciones de síes y noes. Lo esencia es que la “casualidad” de las entrevistas casuales no es una casualidad estadística y que el transeúnte no representa a nada ni a nadie: habla sólo por si mismo. Ene1 mejor de los casos, las entrevistas casuales son “coloristas”. Pero cuando tratan

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