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Análisis Crítico


Enviado por   •  6 de Marzo de 2014  •  2.045 Palabras (9 Páginas)  •  177 Visitas

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“Esta tempestuosa revolución se anuncia por

algunas pasiones nacientes…El niño se hace sordo

a la voz que le hace de guía o le vuelve dócil; es un

león en su fiebre; Desconoce su guía y no quiere

ser gobernado… Él no es ni niño ni hombre, no

puede tomar el tono de ninguno de los dos”.

– Jean Jacques Rousseau –

Nuestro desarrollo como seres humanos está marcado por diferentes etapas de la vida distinguibles en dos tipos: los de transformación y los de maduración. Uno por supuesto, antecede al otro y el tránsito entre ambos representa un momento de crisis, las cuales por son a la vez “liberadoras y causantes de angustia” (Ros Rahola y otros, s/f), mezcla que por alguna razón las hace que se vuelvan tremendamente atractivas. La adolescencia, como una de estas etapas de cambio, representa particularmente la despedida del ser niño y la transformación hacia el ser adulto, y ha sido valorada con un lugar especial prácticamente en todas las culturas de distintas maneras, desde los ritos africanos en donde se manda a los jóvenes a la caza del león hasta la presentación en público de las famosas “quinceañeras”.

Al hablar de un perfil con respecto a los adolescentes y jóvenes me parece fundamental esto de colocarlo intrínsecamente relacionado con dicho aspecto cualitativo, porque sin él, no se puede llegar a comprender: es transitivo, y por lo tanto, implica que es un cambio y que es cambiante en sí mismo; es un proceso. Al momento de enunciarlo, nos puede parecer obvio y quizá ya conocido y poco importante de mencionar; sin embargo, podría asegurar que la mayor parte del tiempo, cuando nos encontramos en relación con un adolescente actuamos a partir de la expectativa de cómo se deberían comportar como adultos, en lugar de la realidad concreta del aquí y ahora que están viviendo.

En este sentido, creo que es bastante bueno detenerse en la revisión de los cambios biológicos y fisiológicos que tienen los jóvenes, ya que inevitablemente éstos “arrastran” el desarrollo de los otros aspectos que integran la individualidad de aquéllos, como si se tratase de un río que corre desbordado y que no se detiene ante nada hasta que su propia ímpetu se va minando por sí mismo. El desarrollo físico de los adolescentes se distingue principalmente por esta aceleración, similar a la de los primeros años de vida. Rousseau, en su texto L’ Emile, se refiere a este período como el “segundo nacimiento”. Sin embargo es totalmente distinto en que, para ese entonces, el adolescente ya está “en su punto” para ejercer la autoconciencia. Ésta capacidad de la conciencia sobre sí mismo y sobre los cambios que se experimentan, unido a la falta de experiencia, es probablemente lo que provoca que exista una extraña mezcla de asombro con sufrimiento y confusión. La constante “lucha” con la autoimagen y el peso que tiene ésta, parece venir también de esa adquisición de conciencia ante la experiencia de sí mismo, ya que ante la falta de conocimientos o habilidades para enfrentarse a la propia naturaleza, para el adolescente es necesario buscar referentes que le provean, si no una solución, por lo menos un lugar donde no vea a sí mismo como un “pez extraño”. Después de todo, como dice la canción: “people are strange, when you are the stranger”, y por tanto el adolescente es un buscador natural de espejos y reflejos.

Quizá también deberíamos entender que como sociedad occidental, nos hemos metido el pie a nosotros mismos al poner una contraposición entre el pudor y nuestro desarrollo natural. Porque justamente, lo que se desarrolla más notoria y aceleradamente, que resultan ser los órganos reproductores son los aspectos corporales que aún hoy en día son materia de pudor, de discreción, de moralina e incluso de prohibición. Seguido de otros aspectos no menos “confrontantes” como los rasgos sexuales secundarios, tales como la aparición de vello y grasa corporal o el sudor proveniente de las ahora activas glándulas sebáceas, así como una falta de control corporal, torpeza y falta de garbo producida por lo asimétrico y lo asincrónico del crecimiento del cuerpo, cosa que desde que renació el humanismo clásico y el homocentrismo definitivamente se vuelve una pesadilla. Creo que lo mismo nos pasaría a los adultos si viviéramos un nuevo proceso de éstos y otros, como el apetito voraz que nutre el crecimiento. No es de sorprendernos entonces que la experiencia corporal de los adolescentes les implique un verdadero reto de supervivencia para mantener su sanidad mental día con día, ante un cuerpo que quién sabe qué nuevas sorpresas le va a traer. Si tomamos en cuenta que además de las relaciones entre lo segmentos corporales, se modifica la composición de los tejidos, la masa esquelética; aumenta el volumen sanguíneo, y se desarrolla el sistema respiratorio y circulatorio, las opciones son bastantes.

En los hombres, se vuelve notorio el crecimiento del pene, el ensanchamiento de los hombros, el vello y el cambio de voz (otro importante punto de alerta para los varones jóvenes), mientras que en la mujeres crece el útero y los senos y se ensanchan las caderas, además de la importante y “sorpresiva” aparición de menarquia. No podemos asegurarlo, pero quizá para los adolescentes (y para los adultos cercanos) sería mucho más tranquilizador si el efecto de estos cambios en tiempo y forma se pudiera ver con anterioridad con la facilidad con la que a los padres se les anuncia que su bebé será niño o niña. Pero una vez más esto se puede determinar hasta que ha terminado un proceso.

Todos estos cambios inciden en la autoimagen que los jóvenes desarrollan sobre sí mismos en términos de los corporal. El propio cuerpo se concibe como un importantísimo punto de referencia no solo para sí mismo, sino para los otros, ya que se convierte enla principal “carta de presentación” y por tanto, se vuelve el soporte de la autoestima. Incide entonces, también en lo anímico y en lo psicológico: surgen las manifestaciones de pudor y se desarrolla la necesidad de intimidad y recogimiento con uno mismo, Hay soledad y timidez, pero al mismo tiempo, aparece un deseo de ofrecer una imagen deseable para los otros especialmente para ese sexo que provoca el pudor, convirtiéndose

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