Diversidad Sexual y Enfoque Centrado en la Persona
Mauri PortilloEnsayo17 de Junio de 2016
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DIVERSIDAD SEXUAL Y ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA
Counselor Mauricio Portillo[1]
“El hecho de estar frente a una persona atribulada y conflictuada que busca y espera ayuda siempre ha constituido un verdadero desafío para mí. ¿Poseo los conocimientos, los recursos, la fuerza psicológica y la habilidad necesaria para ser útil a este individuo? “
Carl Rogers, El Proceso de Convertirse en Persona
Introducción
Este artículo contiene nociones sobre Diversidad Sexual. No habla de sexo, habla de diversidad sexual, es decir de personas. ¿Cómo es esto?
La diversidad sexual es un fenómeno que traspasa los límites de la cosa humana; ocurre en varias especies animales y vegetales, y toma las formas más variadas y novedosas. Me limitaré sin embargo a referirme al dominio humano al hablar de diversidad sexual en esta ocasión. Entonces, cuando hable de Diversidad Sexual hablaré de personas; de seres humanos en quienes una porción de sus configuraciones biopsicosociales de personalidad incluyen alguna forma de orientación sexual o identidad, percepción y expresión del género considerados por la cultura como manifestaciones no normativas; esto último equivale a decir que dichas manifestaciones no se ajustan a la norma cultural imperante en la época, que es el fenómeno que ha definido, formado –muchas veces de modo forzado– y perpetuado las categorías, atributos y modos de ser que deben considerarse como aceptables a lo largo de la historia de nuestras sociedades.
En mi –aún corto– recorrido en el terreno de la ayuda, me ha sido evidente cómo muchas veces las impresiones, creencias y convicciones del ayudador –en tanto miembro de una sociedad con parámetros y normativas que establecen límites entre aquello aceptable y aquello que queda por fuera de la norma– pueden comprometer en algún grado –y a veces disminuir notablemente– la calidad de ayuda y de presencia brindadas a quien consulta. Esto es aún más así cuando hemos elegido abrazar un abordaje humanista, como el Enfoque Rogeriano Centrado en la Persona, para brindar ayuda. Desde esta mirada, el instrumento terapéutico más efectivo y exitoso –y necesario, agregaría– somos nosotros mismos: nuestra humanidad y congruencia completas puestas al servicio de generar una relación sanadora que posibilite un terreno fértil para el desarrollo de las potencialidades de cada persona que nos pide acompañarla.
Acompañar a una persona gay, lesbiana, bisexual o trans no presupone por sí solo erudición ni maestría en nada. Antes de hablar de diversidad, construcciones personales de sexo, género y orientación, o de cualquier otro elemento que compone la personalidad humana, debemos tener en claro que estamos acompañando personas. Parece obvio, sí; pero ocurre que a veces, si no contamos con información y no hemos sido personalmente interpelados por estas nociones de diversidad, cuando se aparecen frente a nosotros encarnadas en alguien que nos consulta, trastabillamos. Nuestras creencias personales, nuestra herencia cultural, nuestras ideas religiosas y hasta nuestros preceptos morales se nos entrometen, se ponen en medio entre nosotros y la persona que espera que la acompañemos; y cuando esto pasa, es como si se redujera nuestra calidad de visión. Nos vemos impedidos de un contacto limpio, directo y genuino con todo lo que la persona es; perdemos terreno en el campo de la ayuda efectiva, y nos empezamos a centrar en el problema, que muchas veces no es más que nuestro problema, con aquello que el consultante trae y nosotros no tenemos trabajado, resuelto o elaborado.
En este artículo presento entonces dos objetivos principales: en primer lugar, me propongo poner a dialogar algunas nociones básicas de Diversidad Sexual con los postulados clave de la Teoría de la Personalidad del Dr. Carl Rogers[2], impulsor del Enfoque Centrado en la Persona; por otro lado, es una invitación y acercamiento al tema de la diversidad sexual a todo lector a quien llegue este texto, y que ejerce –o tiene intenciones de hacerlo– la ayuda desde el Enfoque Centrado en la Persona.
Si sirve como ejercicio personal para “pulir el espejo” que somos como personas terapéuticas frente a quien nos consulta, entonces este artículo habrá servido su propósito.
Algunas Nociones Básicas sobre Diversidad Sexual
Binarismo de Sexo/Género
La noción de binarismo de sexo/género hace referencia a la idea naturalizada de que existen dos –y solamente dos– categorías de sexo y género humano que son dicotómicas, mutuamente excluyentes, regidas por el predominio biológico y complementarias de varón–mujer. Esta clasificación binaria del sexo y del género se ha constituido a través de la historia como algo sobreentendido y esperable, que atraviesa a la sociedad y es un modo de concebir y organizar el mundo para todos nosotros.
Sin embargo, desde el nivel biológico las hormonas, las gónadas, los caracteres sexuales primarios y secundarios presentan una diversidad mucho mayor de lo que se cree. No obstante esta variabilidad corporal, al momento del nacimiento se tomarán en cuenta determinados atributos físicos –privilegiando la observación de los genitales por sobre cualquier otro dato– para asignar al bebé recién nacido uno de los dos sexos reconocidos socialmente: hembra o macho.
Así, desde el primer segundo de vida en este mundo, las personas somos empujadas a “encajar” en el primer par de categorías binarias que la sociedad y la cultura tienen preparados para nosotros.
Entonces, si decimos que el sexo no es algo que viene dado como un dato de la naturaleza o propiedad esencial de los cuerpos, podemos afirmar desde esta misma óptica que el sexo es una categoría cultural co-construida, en base a ciertos parámetros instituidos sociohistóricamente. Que existan solo dos categorías, hembra-macho, responde a una convención socialmente aceptada y que ha perdurado a través del tiempo, pero no es más que eso: una convención.
El concepto de género es también, por consiguiente, una construcción cultural e histórica, que da cuenta de lo femenino y lo masculino en una sociedad dada, en un determinado momento histórico. Se trata de un supuesto asumido a priori, nutrido por lo observable acerca de la corporalidad, las manifestaciones sexoafectivas, los roles sociales puestos en juego, la vestimenta, las maneras de ser y actuar frente a los otros y un sinfín de etcéteras que constituyen la co-construcción del género, validada también al interior de un binomio que es femenino-masculino.
Entonces ocurre que en el interjuego social, del que todos formamos parte activa, vemos al otro en términos de “masculino” o “femenino”, y actuamos hacia, para y con ese otro en base a nuestro supuesto binario de lo que el otro “es”. Damos por sentado un binomio dicotómico: si alguien “NO es” una cosa, pues debe “ser” la otra por obligación o descarte.
Pareciera ser entonces que todos nosotros, cada vez que establecemos un vínculo con un otro, necesitamos llenar las casillas y categorizar a toda persona con la que interactuemos en alguno de los polos binarios de sexo/género.
Y resulta que, al igual que en el plano biológico, el género en tanto construcción cultural tiene muchos más matices que el rosa o el celeste, y muchas más opciones que las muñecas o los autitos.
Glosario Diverso[3]
Sexo: Clasificación cultural binaria (macho-hembra) de las personas y otros seres vivos de acuerdo a criterios genéticos y/o biológicos.
Género: Construcción social (papeles, roles, comportamiento esperado, caracteres, vestimenta y otros usos y costumbres) que habitualmente responde a ser identificables con el concepto binario “varón/mujer”, o bien a otro tipo de construcción social no normativa (zona “T”).
Orientación afectiva/sexual: Capacidad de sentir atracción emocional, afectiva y/o sexual por otras personas. Según esta atracción esté dirigida a personas de un género diferente o igual al propio o a ambos, se habla de hétero, homo u omni/bisexualidad.
Identidad de género: Vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente; puede corresponder o no con el sexo biológico.
Expresión de género: Exteriorización de la identidad de género de una persona, mediante el lenguaje, la apariencia y el comportamiento, la vestimenta, las características corporales, la elección del propio nombre, etc.
Trans: Expresión genérica que engloba a travestis, transexuales y transgéneros.
- Travesti: Persona cuyo sexo biológico es masculino, pero que construye su identidad de género según diferentes expresiones de femineidad, incluyendo modificaciones corporales a partir de prótesis, hormonas, siliconas, etc., aunque, en general, sin una correspondencia femenina en lo genital.
- Transexual: Persona que construye una identidad de género diferente a la que le fue asignada según su sexo biológico. En muchas oportunidades requieren para la construcción corporal de su identidad tratamientos hormonales y/o quirúrgicos incluyendo intervenciones de reconstrucción genital.
- Transgénero: Persona cuya identidad y/o expresión de género no se corresponde con el sexo biológico, sin que esto implique la necesidad de cirugías de reasignación genital u otras modificaciones.
- Interesex/intersexual: Persona cuyo sexo biológico no encuadra dentro de los estándares sexuales masculinos ni femeninos que constituyen normativamente la diferencia sexual promedio. Tradicionalmente se ha utilizado el término «hermafrodita», hoy desaconsejado.
Heterocentrismo y heteronormatividad
Del mismo modo que existe una tendencia binaria a la clasificación del sexo/género del otro, estamos también fuertemente interpelados por una fuerza –siempre cultural e histórica, no nos olvidemos– que algunos autores llaman heterocentrismo o heteronormatividad. Esta fuerza nos lleva a asumir que la orientación sexual y/o afectiva de una persona –es decir, hacia quiénes se siente atraída, y de quiénes se enamora– siempre complementaria, es decir hacia su opuesto en el polo binario: la mujer -en tanto asumida heterosexual y heteroafectiva- debe amar y desear a los hombres, y el hombre -en tanto asumido heterosexual y heteroafectivo- debe amar y desear a las mujeres.
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