Enseñar Hoy
cintia3316 de Septiembre de 2013
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Trabajo Practico: Pedagogía
Actividades.
1)-Resumen del libro:
“Enseñar hoy”. Una introducción a la Educación en tiempos de crisis.
Capítulo I: “La escuela que tenemos”.
En la obra Enseñar Hoy: una introducción a la Educación en tiempos de crisis, (2005) compilado por Inés Dussel y Silvia Finocchio, varios autores procuran dar respuesta a este interrogante: ¿Cuál es el papel de la escuela en esta crisis? Y caracterizan el momento actual con algunos indicadores como el desempleo, la desnutrición, la violencia, la deserción escolar, el desprestigio de la política, etc. Esta obra, según lo señalan las compiladoras, surgió con la “intención de abonar la construcción de un pensamiento abierto, productivo, autocrítico y creativo en el campo de la educación, y con el propósito de fortificar las luchas cotidianas que se dirimen en las escuelas por la democracia y la justicia”.
El libro se inicia con un artículo de Inés Dussel “La escuela y la crisis de las ilusiones” donde la autora propone volver a creer en la política reconociendo que tanto la educación como la política son actividades riesgosas y difíciles, para las cuales no hay receta, que comparten la búsqueda de establecer y sostener un espacio donde puede aparecer la libertad, la pluralidad, la diferencia, para aprender con otros conocimientos, actitudes y disposiciones. Define que politizar la educación es reclamar el lugar de iguales, de pares en la sociedad más justa que queremos. Incluye una cita de Hannah Arendt (1996): “…politizar la educación es darles a los alumnos las herramientas intelectuales, afectivas y políticas para que puedan renovar el mundo, es hacer lugar a los padecimientos que atraviesan , ayudar a procesarlos intelectual y afectivamente, y también establecer puentes con otras instituciones. Es no renunciar a enseñar, es enseñar mejor…”
Otro de los artículos mencionados en la presentación fue el de Estanislao Antelo, pedagogo y profesor en Rosario que propone cambiar la idea de crisis por la de batalla y la apuesta a los docentes de ser “formadores de batalladores”. En todo el libro hay un hilo conductor que apuesta a la escuela como escuela “viva”, como lugar para la construcción. Este texto se propone mostrar la tensión existente entre las exigencias que promueve la tarea de enseñar, y las consecuencias inesperadas que la excesiva responsabilidad, asumida individualmente por
los educadores, produce en la acción. Mientras se exalta la magnitud del proyecto de educar, los maestros que asumen individualmente la epopeya, sienten que no pueden enseñar. Asumir algo tan grande en soledad y hacerse cargo de saldar la incompetencia que ello genera (también en soledad) aplasta, achica, empequeñece. Si el discurso pedagógico con el que “formamos” y “capacitamos” a los docentes, contribuye a magnificar la grandeza educativa (y la responsabilidad desmedida que ello conlleva), no hace otra cosa que provocar o acrecentar las sensaciones de aplastamiento o empequeñecimiento en sujetos que se sienten incompetentes o incapaces para la acción.
Mediante el relato de diferentes docentes y otros artículos se aborda el tema de la educación y la pobreza, cómo impacta en las prácticas de los docentes, cómo reconstruir otros itinerarios diferentes a los que muchos hogares atraviesan.
Capítulo II: “Mirar con otros ojos”
En el artículo, del mencionado libro, “Infancias, imágenes de la sociedad” (2005), Graciela González describe la crisis social señalando que “el lazo social está dañado no encontrando un sentido a sus acciones cuando grandes sectores sufren una pobreza inimaginable y los poderosos son cada vez más ricos e impunes. En contextos de creciente inseguridad e incertidumbre las familias y la comunidad se ven también afectadas”. La autora indica que es necesario revisar el sentido y la misión de la escuela, reconociendo por tal misión, y según la definición que formulara Carlos Cullen: “la tarea de construir una inteligencia solidaria atenta a las necesidades de los otros y al cuidado de la vida”.
También propone alternativas para contener a los maestros frente a las diversas problemáticas que muchas veces los incluyen: que operen en equipos, construyendo redes, cuidando los espacios grupales y formulando proyectos comunes.
Señala la autora:
…consideramos valioso incrementar la reflexión grupal y propiciar acciones acerca del cumplimiento de los acuerdos, aprovechando el marco que nos brindan las Ciencias Sociales. Confiamos –ante la evidencia de la crisis de instituciones sociales como la familia y el Estado, ante la crisis de valores, la retirada de las ideologías y de las utopías- en que enseñar contenidos con intencionalidad ética y ciudadana es nuestra mejor herramienta.
Reconoce que la escuela es un lugar privilegiado para el ejercicio de la convivencia democrática desde una ciudadanía activa y responsable, siendo el mejor espacio para construir el sentido de la solidaridad. Concluye reiterando que la “escuela está viva y es un buen lugar para la resistencia y la construcción”.
En palabras de Perla Zelmanovich tanto los niños, como los jóvenes y los adultos, nos encontramos igualmente vulnerables, por las condiciones económicas y sociales en que vivimos en la Argentina. Pero, la posibilidad de dar sentido a nuestra tarea como educadores, se hace si hay un “Otro”, que mantiene un grado de integridad para situar en una trama significativa lo que irrumpe en la realidad. Incluso en las condiciones más penosas, los adultos tenemos el recurso, de dar sentido, de poner una pantalla, un velo de intermediación para que los chicos se proyecten como sujetos activos frente a las circunstancias, y no como meros objetos de éstas. Como adultos tenemos la responsabilidad de preservar a los chicos.
Las diferencias entre niños y jóvenes por un lado, y adultos por el otro, no pretende desconocer las responsabilidades diferenciales de los adultos, el Estado, los funcionarios, los docentes y los padres. Pretende incursionar en una zona que contribuya a evitar que los adultos docentes incrementemos el desamparo al que la realidad social y su propia condición de adolescentes los exponen.
Existe una frontera que marca diferencia y los distancia de los adultos, que hace que la relación sea asimétrica necesaria y facilitadora del crecimiento. Distancia que resulta imprescindible reactualizar y ejercitar en tiempos de conmoción social. Reactualizar esa diferencia en su faz de amparo y protección, no de omnipotencia ni de autoritarismo, evitando que los chicos queden librados a su propia suerte. Las transformaciones sociales hacen que los chicos lo sean en edad, pero con apariencia, gestos y actitudes adultas, chicos que desafían cualquier autoridad, que acceden a la misma información que los adultos, que trabajan junto a sus padres. Ello, hace que se produzca un proceso de alteración de las fronteras entre los niños y los adultos. Pensar en alteración y no en borramiento de las fronteras, significa pensar en el niño como una subjetividad en vías de construcción. Esta subjetividad se construye en el discurso de los adultos, que requiere de alguien que le acerque la lengua y la cultura y le ofrezca espacios de protección que le posibiliten aprehenderla. Nuestra función es la de mediadores con la realidad y operamos como pantalla protectora.
La actualidad de la violencia compromete de manera particular a los adolescentes y jóvenes. Realizan actos que nombran los efectos subjetivos desestructurantes de esa falta de porvenir e irrumpen por fuera de una trama de saber acerca de un futuro posible. Nos cabe a los adultos sostenerles a los jóvenes un lugar para la emergencia, habilitarles la búsqueda de proyectos. Esas categorías de bandas, de grupos, de fanáticos, de militantes, etc. dan cuenta de un “drama subjetivo”, sujetos que “son” aquello que los nombra: pibes chorros, hackers, fanáticos, lolitas, anoréxicas, drogadictos, etc. que están atravesando una construcción, están “ensayando” cómo procurarse un lugar desde donde pararse para afrontar el mundo de los adultos. Es necesario vislumbrar un deseo que hay detrás de cada uno de ellos por conquistar para, a partir de él, afrontar la escena del mundo. Entonces, leer que hay un personaje es aceptar que hay un sujeto en construcción.
La asimetría implica no olvidar que allí está jugando un personaje, que requiere de la gradualidad de un proceso. La realidad muchas veces atropella esa gradualidad, entonces le cabe a la escuela sostenerla, para que no se salteen pasos del ensayo y se precipiten al acto, como es el caso de la adolescente embarazada, porque eso, no la convierte en adulta. Mantener la asimetría es protegerlo, reconociéndolo vulnerable inmerso en un proceso vinculado con las identificaciones, que hace que transcurran por un estado “pasajero”. Se trata de darle margen, para que pueda seguir ensayando, pensar en una escuela que le dé oportunidades para ensayar, con adultos que puedan acompañar ese proceso, para que no queden marginados del mundo. Ofrecer a los alumnos espacios donde se puedan agrupar, para expresarse e inventar, con la música, el teatro, la cocina, la literatura, el cine o la ciencia. Organizando la escuela como “lugar de vida”.
Se trata de encontrarnos los adultos en una misma apuesta, la de encarnar a un “Otro” disponible que pueda ejercer funciones subjetivantes, ofreciendo un espacio abierto capaz de suscitar el deseo del sujeto a través de ensayos y posibilidades de construcción de proyectos o ilusiones.
Los adultos, que también tenemos nuestras propias vulnerables, necesitamos sostenernos
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