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La Utopía Mexicana


Enviado por   •  25 de Febrero de 2013  •  2.602 Palabras (11 Páginas)  •  365 Visitas

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La utopía mexicana

Durante las últimas décadas y con el advenimiento de las sociedades globalizadas, el fenómeno de la inseguridad pública así como la gran difusión que los medios de comunicación se han encargado de expandir o todo lo contrario de todo aquello que se esconde, cobrado gran importancia como una problemática nacional e internacional. Sin embargo, hasta hace poco tiempo, los Estados no se habían percatado de la seriedad de dicho problema y de las implicaciones que podría tener y de que desafortunada mente esto no es algo nuevo.

Si nos remontamos un poco más atrás desde el Renacimiento podemos escribir variadas cosas ya que se le atribuyen a esta etapa las semillas de la modernidad, el advenimiento de una nueva racionalidad económica, la mercantil y la imposición de una nueva racionalidad política, a saber :laica, instrumental, y del Estado.

Pocas veces o ninguna en la historia de Occidente el cambio ha sido tan comprensivo, tan fecundo, tan radical. Pero como toda transformación que implica nuevas formas de organización política y socioeconómica y nuevas matrices culturales, la del Renacimiento fue “conflictiva, violenta y preñada de antagonismos. Luchas doctrinarias, pugnas entre grupos sociales con intereses contradictorios, tensiones entre el Príncipe y la Iglesia y guerras entre estados emergentes marcaron el compás de la época.”

Transiciones tan abarcadoras, como la del Renacimiento, son también generosas en fantasías, sueños, alucinaciones, y es ahí donde incursionan autores utópicos como Francis Bacon, Tomás Campanella y Tomás Moro. Que con sus debidas observaciones plasman en sus obras diversas posturas de un estado ideal o al menos al margen de lo que merece la humanidad y que se le nombra utopía.

Son tan ciertas las características que Abbagnano atribuye a la utopía pues: “en general, se puede decir que la utopías representan una corrección o una integración ideal de una situación política, social o religiosa existente”

Situándonos en nuestra realidad mexicana y a sabiendas de que lo que en hoy en día son rezagos europeos en el viejo mundo, en cambio para América son verdaderas innovaciones que apenas se han descubierto.

Sin duda que podríamos abarcar muchas cosas que tenemos en atraso, pero primera una muy en específico que yace en el interior del ser humano. En efecto, me refiero a la libertad del hombre en cuanto su pensamiento y el deseo de formarse, en cuanto a la verdad.

Sin afán de recurrir al religiosidad, fijo mi problemática en la falta de expresión, que en su poder se ha visto mermado. Y es que ahora que inicia un nuevo sexenio presidencial nada más oportuno para nuestro pensamiento que la reflexión misma de las realidades en las que nos encontramos, como lo son las problemáticas que se fundan en la violencia, de todo tipo, en la falta de oportunidades y sobre todo en lo que hoy en día es noticia: los movimientos, ya sea en protesta o en reclamación, pero con el ideal de que querer mover o tambalear una postura ya establecida.

Lo anterior solo nos puede llevar a una palabra: gobierno. ¿Pero qué tanto cabe el decir que el que nos preside es culpable de todo esto? y si en vez de descargar problemáticas a un mandatario que acaba y otro que inicia, ¿buscamos otra salida?

Sin duda que se requiere de muchas ideas para cambiar nuestra situación, pero si hacemos caso de las utopías, puede que se nos presenten como historias añejas de una época “moderna” que frente a una “contemporánea” a veces no tienen mucha diferencia.

Es así como propongo una solución que se fundamenta en la acción particular, acción que se verá adornada de herramientas para que seamos en un principio gobernador, no de un pueblo, sino de uno mismo, que buena falta nos hace.

Lo siguiente lo desarrollo en base a la obra de Tomás Moro, obra que se considera la primera utopía y que tiene mérito propio por su autor, que sentenció antes morir la siguiente frase: “Soy el único que lleva la llave de la responsabilidad de mi propia alma”

Sin embargo ahondemos en la realidad de esta frase para después confrontarla y discutirla con la realidad nacional de nuestro gobierno (inter e intra).

Etimológicamente, utopía proviene del griego ou (=no) y topos (lugar); esto es, lugar que no existe. De ahí que diga el diccionario que “la utopía es lo que no está en ningún lugar”

Este nombre procede de la obra de Tomás Moro De Optimo Reipublicae Statu deque Nova Insula Utopia Libellus Vere Aureus (La mejor república y la nueva isla de Utopía) de 1516, uno de los primeros tratados de la cultura occidental basados en el diseño y descripción de sociedades ideales, sita en este caso en la Isla Utopía.

A pesar del carácter irrealizable que le hemos reconocido a la utopía, hemos de decir también que no hay utopía sin deseo de realización o puesta en práctica. Este enfrentamiento que parece haber entre estas dos características no es sino “la esencia misma de los tratados utópicos: presentan una sociedad perfecta e ideal para despertar al pueblo, lanzarlo contra la realidad social y hacer que luchen por vivir en una sociedad mejor, más cercana a la de la utopía.”

La función de la utopía es ayudarnos a rebasar lo inexistente, abrirnos los ojos ante nuevas posibilidades de lo real, ante nuevas formas de afrontar los problemas. “Sin utopías estaremos condenados al conformismo y a la resignación frente a las injusticias sociales.”

La idea sobre la que, a mi juicio, reside toda la teoría de Utopia es la de la igualdad de todos los ciudadanos en relación con la posesión. Moro insiste una y otra vez en señalar al deseo de posesión y a la vanidad como principales males de la sociedad, lo que no es sino una manifestación donde el orgullo que acompaña a la acumulación de riquezas inútiles y superfluas debe sucumbir.

Aquí ubicamos una primera característica de nuestro gobierno en sentido solidario y autónomo a la vez el que refrenemos el deseo de gobernar a los otros, y el de mejor unir ideas y acciones en pro del bienestar de todos.

Los habitantes de la isla Utopía no son perfectos y caen en ocasiones en alguno de estos males. En esos casos, “han de ser castigados, pero no con la reclusión, como lo eran en la sociedad inglesa, sino con trabajos que redundaran en el bienestar de la comunidad.” El bienestar de la comunidad y la justicia social es una constante preocupación en la obra que nos ocupa, y en ocasiones Moro parece un precursor del Estado Social de Derecho.

Y de lo anterior podemos afirma que eso no es sino la derrocación de los llamados centros de “readaptación social” que más bien son centros de enseñanza y adaptación delincuencial.

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