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La discusión ética en la psicología costarricense


Enviado por   •  19 de Agosto de 2018  •  Ensayos  •  4.369 Palabras (18 Páginas)  •  72 Visitas

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La Discusión Ética en la Psicología costarricense contemporánea

Ignacio Dobles Oropeza

Universidad de Costa Rica

Sexto Congreso Nacional de Psicología, 2010

Introducción

Lo que pensaba desarrollar en esta conferencia se ve afectado y condicionado por la mesa redonda inaugural del Congreso, en que discutimos el para qué de la profesión en las actuales circunstancias del país, que pueden calificarse de crisis, y si no, si eso resulta demasiado fuerte para oídos más sensibles, podemos convenir que se trata al menos de una transición, aunque yo preferiría el termino de Robert Jay Lifton de dislocación, en tanto se le están sacudiendo y desplazando los puntos de referencia y de anclaje a los y las costarricenses, para comprender y dar sentido a las transformaciones, para mi regresivas, que se están imponiendo al país. En ese sentido, la realidad marcha mucho, pero mucho más rápido, que la capacidad de análisis, y eso en si es ya preocupante. Con las transformaciones económicas y estructurales vienen también, claro está, las transformaciones subjetivas, que apenas estamos empezando a entender.

Lo que me permitirá este espacio, de conferencia, es ofrecer  algunos elementos, con mayor sistematicidad que en la mesa redonda, que espero puedan contribuir al esbozo de un debate ético del cual estoy convencido carecemos en la psicología costarricense.

De cómo entender y como no entender y como trabajar la ética

No es fácil hablar de la ética, porque hay muchas trampas y malentendidos en el camino. Podemos partir, por ejemplo, de que de por si, como todos somos buenos, y tenemos sanas intenciones, la ética esta por todos lados, y es innecesario prestarle, por lo tanto, atención concentrada. Como si la ética se dirimiera exclusivamente en el plano de las intenciones, olvidándonos de aquello de que “el camino al infierno está lleno de buenas intenciones”.

También se puede reaccionar con desconfianza, sospechando que hablar de la ética es una manera subrepticia de contrabandear posicionamientos políticos o pretensiones de verdad.  Esta sospecha, en lo concreto, puede ser comprensible en ocasiones, ya que no se puede separar tajantemente la ética de la política, o de la retórica, pero es también una  manera de evadir discutir valores y acciones propias. En clave posmoderna, puede implicar cuestionamiento a cualquier intento de regulación o incluso de definición, ya que todos los valores serian a fin de cuentas meros recursos retóricos para fomentar o reforzar relaciones de poder establecidas. El problema con este relativismo es que constituye una especie de fuga del campo, que impide identificar escenarios y pautas de acción que sean más beneficiosas, o que al menos no hagan mayor daño.

También tenemos el problema de reducir la discusión ética al acatamiento a ciertas reglas y normas, y al trámite de procedimientos administrativos, como lo son en materia de investigación los formularios de consentimiento informado. Esta puede ser, a fin de cuentas una manera muy cómoda de procesar la ética, sobre todo si no participamos en la discusión acerca de la definición del contenido de estas reglas y normas. El problema aquí es que los códigos deontológicos, de ética, definidos por las instancias pertinentes, son a  fin de cuentas una especie de ética mínima,  consensual, digamos, pero que tienden a dejar de lado una buena parte de los dilemas éticos  reales existentes. Volveré a esto.

Hay otro peligro, paradojal, aquí.  Creer que los dilemas y las interrogantes éticas puedan resolverse exclusivamente reglamentándolos o normándolos puede, en algunos casos, más bien lesionar el necesario discernimiento ético que debería tener el o la profesional. Es decir, lejos de abrir el campo de la ética, lo cierra. Cuando se discutieron, en el 2008, en la Asamblea del Colegio Profesional de Psicólogos  las  reformas planteadas en ese momento  al actual código de ética, formulado en 1977, se proponía, por ejemplo, que “las diferencias interprofesionales o interpersonales que no sea posible resolver directamente, serán sometidas a consideración de la Junta Directiva del Colegio, como única instancia”. Otra propuesta que se manejaba en ese momento estipulaba que:

“Los colegiados deberán promover la autocritica como practica de superación de los problemas internos, evitando formular públicamente opiniones que menoscaben el prestigio de otros profesionales y de la profesión”.

¿Y si la profesión, como ha ocurrido en otros lares, avala la tortura?

Me parece que estos son ejemplos claros de cómo se quiere definir situaciones que implican discernimiento ético, incluso en lo interpersonal, desde lugares de autoridad y de censura, y me parece una forma muy perjudicial de encarar la discusión ética. En última instancia, si alguien daña a otro profesionalmente, moralmente o como fuera, están los tribunales de justicia, y no es apropiado, a mi juicio, pretender dirimir contradicciones o desacuerdos entre profesionales mediante supra instancias de decisión.

Por otro lado, no podemos, a mi juicio, visualizar el campo de la ética profesional como uno en que ya todo está definido. Lo planteé recientemente en otro debate, no podemos pretender aplicar la ética sin trabajar la ética. El campo de la ética, de los discernimientos acerca de lo que constituye una buena práctica, una buena  forma de relacionarse con pacientes, clientes, empleadores, colegas, es un ámbito lleno de matices,  claroscuros, y no de reglas formuladas a priori.  De ahí la necesidad de mantener una discusión ética especializada, de hacer un tratamiento concentrado de la temática, de investigar el campo, y, sobre todo, del discernimiento ético, de manera organizada mejor, y si no, de tal manera que se pueda dormir con una conciencia tranquila.

No tenemos, en estas lides, el consuelo fácil de asumir que lo ético es igual a lo legal. Es cierto que en contextos y coyuntura determinados hay obligaciones legales para el profesional, denunciar casos de abuso sexual a menores, por ejemplo, pero no siempre los requerimientos legales establecidos para la profesión serán éticos. Podríamos visualizar, una organización, por ejemplo, en que se requiere, reglamentariamente, del profesional en psicología  detectar e informar acerca de personal inadaptado o rebelde. Que esto sea normado e instituido no quiere decir que sea ético. En este caso, el o la profesional en psicología tendrá que dirimir si esta cómodo estando en la piel de un soplón. Pensemos también en ciertas exigencias de definición de selección de personal, que puedan rozar con criterios éticos.

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