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Miss Lucy R


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2013  •  6.175 Palabras (25 Páginas)  •  569 Visitas

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Víctor Iunger

(*) Versión del trabajo presentado bajo el mismo título en el Coloquio de la Fundación del Campo Lacaniano en agosto de 1995: "1895-1995, ESTUDIOS SOBRE LA HISTERIA. CIEN AÑOS DESPUES". Publicado en el libro del mismo nombre, Tomo II. Varios Autores. Buenos Aires Editorial Kliné.

A comienzos del año 1893 Freud recibía, por última vez, según parece, a Miss Lucy, célebre protagonista de los "Estudios sobre la Histeria". En el historial, Freud relata el episodio de esta manera:

"Cuando Miss Lucy volvió a visitarme dos días después de este último análisis, no pude menos que preguntarle qué le había sucedido de grato. Estaba como transformada, sonreía y llevaba la cabeza erguida. Por un instante llegué a pensar que había apreciado erróneamente la situación, y que la gobernanta de las niñas era ahora la novia del director. Pero ella aventó {abwehren} mis conjeturas ‘No ha sucedido absolutamente nada. Es que usted no me conoce, sólo me ha visto enferma y desazonada. De ordinario soy muy alegre. Al despertarme ayer por la mañana, la opresión se me había quitado y desde entonces estoy bien’. – ‘¿Y qué opinión tiene sobre sus perspectivas en la casa?’. – ‘Estoy bien en claro, sé que no tengo ninguna, y ello no me hará desdichada’. – ‘¿Y se llevará bien ahora con el personal doméstico?’. – ‘Creo que mi susceptibilidad tuvo la mayor parte en elllo’. – ‘Y ama todavía al director?’. – ‘Sí, por cierto, lo amo, pero ya no me importa nada. Una puede pensar y sentrir entre sí lo que una quiera’." (1)

Luego de un tratamiento de nueve semanas Lucy había alcanzado su solución, al menos la de sus síntomas. No nos privamos de la resonancia freudiana para caracterizar, en el contexto de esos tiempos fundacionales del psicoanálisis, mediante este término -solución- (2) el desenlace de un síntoma, cuando no de lo que Freud llamaba por aquel entonces un análisis. Pero...¿que había ocurrido para tan feliz desenlace?. ¿Cuál era la opresión de la que Lucy se había desembarazado?. ¿Cuál era la causa del padecimiento que la había llevado a la consulta de Freud?. Para abordar la cuestión, recordemos algunos tramos relevantes de ese historial.

Miss Lucy, joven dama inglesa de 30 años, vivía en los alrededores de Viena y se desempeñaba como gobernanta en la casa del director de una fábrica. Fue derivada a Freud hacia fines de 1892 por un médico de su amistad, en razón de que una serie de síntomas de la paciente excedían lo que la rinitis infecciosa crónica de la cual la trataba podía explicar. El núcleo de estos síntomas consistía en frecuentes alucinaciones olfativas penosas, caracterizadas como "olor a harina quemada", que la perseguían de continuo. Un cuadro que podríamos calificar de depresivo acompañaba esta sintomatología. Desazón, fatiga, pesadez de cabeza, falta de apetito y una disminución en su capacidad de rendimiento.

Freud, coherente con su teoría de aquel entonces, considera estas alucinaciones olfativas como símbolos mnémicos de una vivencia traumática anterior en la cual el olor alucinado debía haber sido una percepción olfativa objetiva, acompañada por la desazón depresiva que era el afecto correspondiente a la situación traumática. Por lo tanto, comienza el análisis a partir de la alucinación del "olor a harina quemada", según su técnica de ese momento, aunque prescindiendo de la hipnosis por no ser Lucy hipnotizable. Freud renuncia a este recurso no sin entusiasmo, según se advierte a partir de la lectura de sus comentarios.

Tres escenas traumáticas se suceden en el texto del historial, relatados por la paciente en un orden inverso al ocurrido en la realidad de los hechos. La primera de estas escenas surge sin resistencia frente a la pregunta de Freud acerca de si recordaba la ocasión en que se había generado el olor a harina quemada. Lucy contesta sin vacilar que había resultado del intenso olor a quemado de unos pastelillos olvidados en el fuego, mientras jugaba a cocinar con las dos niñas de la casa, a raíz de la distracción producida por la llegada de una carta de su madre, residente en Glasgow. Las niñas le habían arrebatado la carta antes de que ella pudiera leerla, reteniéndola en un jugueteo que le hizo descuidar los pastelillos que estaban cocinando. Desde entonces, ese olor la persigue de continuo, especialmente cuando está emocionada.

Frente a las preguntas de Freud, que no permiten que esta escena quede clausurada en las trampas de una tierna novela cuya protagonista típica es el alma bella, tal cual parece que ("las" no tiene referente: si apunta a "novela" hay que poner "de aquellas tiernas novelas") vivía, surge que esta inocente escena transcurría en el contexto del propósito de Lucy de abandonar esa casa, ofendida por las intrigas de las otras mujeres que allí vivían: el ama de llaves, la cocinera y la institutriz francesa, que incluso habían llegado al punto de ir con toda clase de murmuraciones al abuelo de las niñas. A esto se sumaba la decepción de Lucy, por no haber encontrado receptividad en los dos señores de la casa -el padre y el abuelo-, cuando llevó ante ellos su queja por esta situación. Entonces presenta su renuncia al director -Freud aclara en este punto: "el padre de las niñas", subrayamos esto- con el propósito de volver a Glasgow junto a su madre. El director la invita, "muy amistosamente", a reconsiderar su decisión. Finalmente, Lucy decide quedarse.

Según los dichos de Lucy, dadas esas circunstancias, se contradecían en ella su propósito de irse de la casa y volver junto a su madre, con la ternura por las niñas, incrementada decididamente por la promesa que Lucy había hecho a la madre de las niñas -pariente lejana de su propia madre- en su lecho de muerte, de ocuparse de ellas con todas sus fuerzas, no abandonarlas y sustituirles a la madre. Su partida rompería esta promesa.

Freud no se conforma tampoco con estas consideraciones: no explicaban por qué estos sucesos no habían permanecido en el terreno de la vida psíquica normal, y llegaron a provocar la conversión. Guiándose por su teoría de que la condición para la conversión es que una idea inconciliable con las otras ideas del yo sea reprimida, es decir -según el concepto de represión que sostenía por aquel entonces- desalojada deliberadamente de la conciencia, convirtiéndose así en patógena y quedando excluida del proceso asociativo.

Frente a lo relatado y buscando esta idea, Freud interpreta:

Le dice a Lucy que conjetura que está enamorada de su patrón, el director, quizás sin saberlo, y que tiene la esperanza de ocupar efectivamente el lugar de la

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