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¿Por Qué Educar Lo Social, Afectivo Y ético En Las Escuelas?


Enviado por   •  26 de Agosto de 2014  •  1.365 Palabras (6 Páginas)  •  232 Visitas

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proceso educativo intencionado y sistemático que permite la interacción social en el marco de una cultura deseada y de los valores que se estiman. Mejorar la convivencia requiere no sólo organizarla y establecer acuerdos, sino también formar en las habilidades socio afectivas y éticas que permiten comportarse dentro de ese marco de convivencia.

Lo que se expone a continuación son argumentos respecto de la necesidad de ocuparse de la convivencia escolar y la educación social, afectiva y ética, que han desarrollado distintos autores.

La demanda por formación en lo social, afectivo y ético proviene de diversos ámbitos.

1. La necesidad de preparar a los estudian-tes para ser ciudadanos responsables, éticos, solidarios, no-violentos, sanos y productivos, ha sido establecida en numerosas ocasiones. Tedesco (2000) da cuenta de la reorganización de las sociedades que se está enfrentando en la actualidad, tanto desde lo económico y político, como desde lo social, y la crisis subjetiva (del sujeto) que eso conlleva. Enfatiza que los cambios culturales, tecnológicos, laborales, etc. exigen a la educación tener como centro a los valores democráticos, asegurando un desarrollo integral y equitativo para todas las personas. Por otra parte, el informe Delors (1996) de la UNESCO, marco filosófico para las reformas educativas de América Latina y el Caribe, propone cuatro saberes esenciales en los que debe asentarse la educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir. Claramente, los últimos dos pilares, al menos, hacen alusión a la formación de personas que sean competentes interpersonal y afectivamente, y capaces de conducirse ética y responsablemente en contextos heterogéneos. Desde la filosofía, Morin (1999) argumenta la necesidad de una educación en y para la democracia, educar para desarrollar una comprensión que permita aprehender la complejidad de la condición humana y un auto examen crítico permanente.

Desde esta perspectiva también, el proyecto DeSeCo de la OECD (2005) clasifica las competencias clave que debiera desarrollar la educación en tres grandes categorías, interrelacionadas. En primer lugar, identifica la necesidad

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de que las personas puedan utilizar y adaptar una amplia variedad de herramientas, tanto físicas (como tecnologías de la información), como socioculturales (como la utilización del lenguaje), para interactuar efectivamente con su contexto. Segundo, la interconectividad e interdependencia en el mundo requiere que las personas puedan involucrarse con otros de proveniencias diversas, sabiendo interactuar en grupos heterogéneos. Por último, las personas necesitan ser responsables del manejo de sus propias vidas, situar su experiencia en el contexto social más amplio, y actuar autónomamente. Las competencias que se proponen están ancladas en valores democráticos que implican poder lograr el potencial individual de las personas en conjunción con el respeto a otros y la contribución al desarrollo de una sociedad igualitaria. Subyace a éstas un marco de reflexividad —metacognitiva, creativa y crítica— sobre el pensamiento y la acción, considerando cómo la gente construye su experiencia interpersonal, afectiva y moral. De esta propuesta se desprende claramente la necesidad de fomentar el desarrollo de competencias sociales, afectivas y éticas, entendiendo éstas como parte de los logros imprescindibles de la educación formal en la actualidad.

Robert Sternberg (1985, 1999, en Lopes & Salovey, 2004), teórico e investigador de la inteligencia, ha señalado que la educación formal se focaliza excesivamente en habilidades analíticas ligadas al pensamiento lógico y abstracto. Argumenta que esto excluye el tipo de habilidades prácticas y creativas que permiten a las personas lidiar con problemas de la vida real y dificultades no previstas. La inteligencia analítica (que es medida, por ejemplo, a través del CI) parece dar cuenta de entre un 10 y un 15% del desempeño laboral de una persona (Herrnstein & Murray, 1994, en Lopes & Salovey, 2004), y la relación entre el logro académico y la satisfacción vital de una persona es muy débil (Diener & Lucas, 1999, en Lopes & Salovey, 2004). Así, los esfuerzos por incorporar a la educación las dimensiones social, afectiva, ética y práctica, son aproximaciones valiosas para brindarles a los estudiantes los espacios y oportunidades para desarrollar competencias que les permitan enfrentar mejor los sucesos y desafíos particulares de su vida.

2. Desde el ámbito profesional y de la inserción laboral se puede

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