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Prevención De La Violencia De género Desde La Educación En La Escuela

coachpnl9 de Marzo de 2012

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Epidemiología

La violencia de género es una de las formas que adopta la violencia entre las personas . Hablando más específicamente de la violencia contra las mujeres, nos encontramos con un fenómeno que ocurre en todos los países del mundo, más y menos desarrollados, e incluye no solo las agresiones físicas, sino también el maltrato psíquico y sexual. Y de forma aún más concreta, hacemos referencia al maltrato de los maridos, parejas o exparejas íntimas sobre la mujer en España.

Es todavía susceptible de entenderse por violencia de género aquellas situaciones de violencia física grave hacia la mujer (palizas, agresión con armas, muerte), pero hay que tomar consciencia de que también se incluyen en esta denominación aquellas situaciones de menoscabo psicológico, aislamiento o control social, privación de recursos u oportunidades. Según definición de la ONU el concepto de violencia de género incluye “cualquier acto o intención que origina daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a las mujeres. Incluye las amenazas de dichos actos, la coerción o privación arbitraria de libertad, ya sea en la vida pública o privada”.

Algunas de las formas de violencia que podemos encontrar en las relaciones de pareja se clasifican en torno a cuatro aspectos (Blanco et alt, 2004):

- el control de los movimientos de las mujeres o la restricción de su acceso a la información o la asistencia (impedirle estudiar o trabajar, control económico, etc.), así como el aislamiento de su familia o amigas/os y de otras relaciones sociales;

- las relaciones sexuales sin consentimiento o forzadas;

- el maltrato psicológico, que comprende la desvalorización, la intimidación, el desprecio y la humillación en público o privado;

- los actos físicos de agresión (p. ej., empujones, pellizcos, bofetadas, golpes, patadas, palizas, etc.).

Averiguar el alcance de este fenómeno presenta algunas dificultades. En primer lugar no todas las acciones de violencia de género son consideradas como tales ni por el agresor ni siquiera por la víctima, por lo que no llegan a ser denunciadas y no constan en censos policiales ni en otras bases de datos. En segundo lugar, muchas mujeres se ven impedidas por su propio agresor para poder denunciar o comunicar su situación de alguna forma. Así, muchas veces, se llevan a cabo conclusiones de la situación de la violencia de género atendiendo casi de forma exclusiva a los datos en los que el resultado ha sido la muerte de la víctima.

Aun así, los datos en España sobre violencia de género siguen siendo alarmantes . En la siguiente tabla vemos el número de denuncias relacionadas con violencia de género llegadas a los juzgados en los últimos cuatro años:

Año Nº de denuncias

2007 126.293

2008 142.125

2009 135.540

2010 134.105

Tabla 1: Número de denuncias por años.

Desde luego a tenor de los datos no podemos decir que nos encontremos ante un fenómeno en recesión (367 denuncias diarias de media).

% Origen de la denuncia

74,1 La propia víctima

13,2 Atestado policial o servicios asistencia

11,3 Partes de lesiones

1,4 Familiares de la víctima

Tabla 2: Distribución de denunciantes.

Podemos ver que en más de un 25% de casos no es la víctima la que toma la iniciativa a la hora de poner en conocimiento de la Autoridad su situación. Datos que son además apoyados por los datos de las llamadas efectuadas al teléfono de información y asesoramiento jurídico por violencia de género (016), donde el 75,9% de las llamadas han sido efectuadas por las víctimas de la violencia de género y el otro 24,1% ha sido efectuado por familiares o por profesionales.

En cuanto a la prevalencia del agresor, encontramos que a 31 de diciembre de 2010, de 46.862 presos en España, 5.030 cumplían condena por delitos relacionados con la violencia de género, lo que supone un 10,7%. Además, de los presos en situación preventiva, un 2,7% lo eran en relación a delitos de violencia de género.

Ahondando en el aspecto más grave de esta problemática, que es aquellos casos en los que la violencia de género termina con la muerte de la víctima, nos encontramos con datos no menos alarmantes que los anteriores. Sigue sin observarse una tendencia reduccionista en el número de muertes por violencia de género.

Año Muertes

2000 63

2001 50

2002 54

2003 71

2004 72

2005 57

2006 68

2007 71

2008 76

2009 55

2010 73

Tabla 3: Muertes por violencia de género por años.

De las víctimas mortales del año 2010 (73) solo el 30,1% había denunciado a su agresor y solo el 17,8% tenía algún tipo de medida de protección en vigor.

Por último, otro dato de interés es la edad de las víctimas mortales de violencia de género. En la siguiente tabla vemos la distribución por grupos de edad de las 73 víctimas mortales del año 2010:

Edades Casos Porcentaje

Menos de 16 0 0

De 16 a 17 1 1,4

De 18 a 20 0 0

De 21 a 30 16 21,9

De 31 a 40 21 28,8

De 41 a 50 18 24,7

De 51 a 64 13 17,8

De 64 y más 4 5,5

Tabla 4: Distribución de edades en violencia de género.

Vemos que existe un punto de inflexión en edades a partir de los 20 años donde los casos de violencia de género toman una magnitud significativa, haciéndose especialmente críticos en el rango de 31 a 40 años. Deberíamos fijar, pues, nuestra vista en las edades por debajo de los 20 años para llevar a cabo tareas de intervención preventiva que culminen con la reducción de las situaciones de cualquier forma de violencia de género.

Factores explicativos del problema

Querer establecer un origen al problema de la violencia de género supondría trasladarse hasta un punto indefinido y lejano en la historia de la humanidad. No nos es desconocido que en los relatos históricos más antiguos ya se deja de manifiesto la desigualdad entre el hombre y la mujer, siempre a favor del sector masculino en cuanto a derechos y poder sobre el otro género. Situación defendida, claro está, por cualquier tipo de institución social de alta jerarquía, dada su composición exclusivamente masculina. Llegamos pues a nuestra época en un caldo de cultivo generoso en cuanto a favorecer y mantener las ideas de diferenciación de género en nombre de la tradición.

La socialización alcanzada a lo largo de los dos últimos siglos, donde el desarrollo de las macrociudades, la industrialización, los avances de la tecnología, las necesidades de aporte económico al núcleo familiar, etc. ha supuesto, entre otras cosas, un avance hacia la igualdad de las personas. No en balde surgen desde finales del siglo XIX diferentes movimientos feministas en pro de la igualdad de derechos, tal vez el más importante sea el “sufragio femenino”, el derecho al voto de la mujer.

Desde ahí mucho se ha avanzado hasta hoy, en unos países más que en otros, y así hoy podemos hablar de logros tan importantes como el uso de recursos para controlar la concepción, de la posibilidad de lograr la separación legal de las parejas cuando se considere preferible a vivir juntos, o del derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad en plazos razonables y/o por motivos justificables . También a nivel institucional se viven cambios con la creación de leyes que favorecen la discriminación positiva con el fin de alcanzar la igualdad pretendida.

Así pues, todo esto implica en el hombre un cambio de conceptos en cuanto a su superioridad, sus derechos, su hegemonía ante la mujer, su pérdida de privilegios sociales y económicos, lo que supone “notables sentimientos de desconcierto e inadaptación a los nuevos roles que se les exigían, y de significativos mecanismos de resistencia a la pérdida de su estatus de superioridad” . Se producen así diferencias en los varones a la hora de afrontar este cambio, donde el grado de adaptación viene determinado de la siguiente manera: varones que aceptan, comprende y defiende la igualdad; varones que, sin enfrentarse a los movimientos de igualdad, los reinterpretan a su favor; varones que no renuncian a sus privilegios machistas y, aunque de forma velada , defienden su posición ventajosa de la desigualdad.

Y es en esta defensa del estatus de privilegio, de la superioridad del hombre frente a la mujer, o ante la rebeldía de la mujer en la búsqueda de sus derechos, donde surge la violencia de género como un recurso para reponer, lo que a juicio de los varones, se ha salido de su sitio en la sociedad.

Consecuencias en el individuo y en la sociedad

Uno de los factores que afecta a los varones en el acercamiento a la igualdad es el cambio de expectativas en sus relaciones. Durante siglos, y aun hoy en día en algunas sociedades, al niño se le empieza a educar desde el inicio de su ciclo vital a aspirar a unas relaciones de pareja en las que debe dominar, ser el responsable, ser el poder administrativo y ejecutivo de la familia. Así pues, la igualdad de género le implica un cambio de mentalidad arraigada, un cambio en las expectativas de su relación de pareja y familiar, una pérdida de privilegios, se encuentra en una lucha entre lo que ha aprendido como natural y lo que ahora se le exige. Este comportamiento que ahora debe afrontar le supone un fuerte sentimiento de inadaptación, una mella en su autoestima y un resentimiento contra todo aquello que tenga que ver con lo femenino. Además, se encuentra con que socialmente su postura cada

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