Psicopedagogia
ernestobazanta4 de Marzo de 2015
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La escolástica es el movimiento teológico y filosófico que intentó utilizar la filosofía grecolatina clásica para comprender la revelación religiosa del cristianismo.
Dominó en las escuelas, catedralicias y en los estudios generales que dieron lugar a las universidades medievales europeas, en especial entre mediados del siglo XI y mediados del siglo XV.
Su formación fue, sin embargo, heterogénea, ya que acogió en su seno corrientes filosóficas no sólo grecolatinas, sino árabes y judaísmo. Esto causó en este movimiento una fundamental preocupación por consolidar y crear grandes sistemas sin contradicción interna que asimilasen toda la tradición filosófica antigua. Por otra parte, se ha achacado a la escolástica una excesiva dependencia del argumento de autoridad y el abandono de las ciencias naturales y la experiencia empírica.
La escolástica pasó sin embargo por una evolución en tres fases, a partir de la inicial identificación entre razón y fe, ya que para los religiosos el mismo Dios es la fuente de ambos tipos de conocimiento y la verdad es uno de Sus principales atributos, de forma que Dios no podía contradecirse en estos dos caminos a la verdad y en última instancia, si había algún conflicto, la fe debía prevalecer siempre sobre la razón, así como la teología sobre la filosofía. De ahí se pasó a una segunda fase en que existía la conciencia de que la razón y la fe tenían sólo una zona en común y, por último, ya a fines del siglo XIII y comienzos del XIV, a una tercera fase en que la separación y divorcio entre razón y fe fueron absolutos, así como entre filosofía y teología.
Cronológicamente pueden distinguirse fundamentalmente tres épocas:
Desde el comienzo del XI al fin del XII la escolástica está marcado por la polémica cuestión de los universales, que opone a los realistas encabezados por Guillaume de Chapeaux a los nominalistas representados por Roscelin y a los conceptualistas (Pedro Abelardo).
Del siglo XII al fin del XIII tiene lugar la entrada de Aristóteles primero indirectamente a través de los filósofos judíos y árabes, especialmente Averroes, pero en seguida directamente traducido del griego al latín por San Alberto Magno y por Guillaume de Moerbeke, secretario de Santo Tomás de Aquino.
La tercera abarca todo el siglo XIV: Guillermo de Occam se decanta por los nominalistas y funda una vía moderna que se opone al Tomismo y distingue la filosofía de la teología
Se denomina "alta escolástica" la que tuvo lugar durante los siglos XI y XV, periodo caracterizado por las grandes cruzadas, el resurgimiento de las ciudades y por un centralismo del poder papal que desembocó en una lucha por las investiduras.
La figura más descollante de esta época fue san Anselmo de Cantérbury (1033-1109). Considerado el primer escolástico, sus obras Monologion y Proslogion tendrán una gran repercusión posterior, centrada sobre todo en su tan debatido argumento ontológico para probar la existencia de Dios, que fue refutado definitivamente por Kant.
Pedro Abelardo (1079-1142) renovará la lógica y la dialéctica y creará el método escolástico de la quaestio un problema dialécticum- con su obra Sic et non.
En el siglo XII, la escuela de Chartres se renueva con las figuras de san Bernardo (muerto en 1124), Thierry de Chartres, Bernardo Silvestre y Juan de Salisbury. Influenciados por el platonismo, el estoicismo y la ciencia árabe y judía, su interés se centró fundamentalmente en el estudio de la naturaleza y en el desarrollo de un humanismo que entrará en pico conflicto con las tendencias místicas de la época representadas por Bernardo de Claraval (1091-1153).
LA DEPENDENCIA LATINOAMERICANA
Dependencia colonial: La dependencia comenzó históricamente bajo la forma colonial, con control político administrativo a cargo de la metrópoli y una pauta económica clásica: proporcionar materias primas e importar productos industriales terminados bajo un régimen de monopolio. Ese colonialismo significaba para la metrópoli gastos y responsabilidades administrativas que con el tiempo se mostraron innecesarios. La "independencia" (tanto la conquistada por las armas en América en el siglo XIX como la concedida por las potencias europeas en Asia y África después de la Segunda Guerra Mundial) lejos de expresar un proceso de descolonización, solo significó un cambio en las formas de explotación. En el caso de los países latinoamericanos también significó un cambio de metrópoli: de las manos del decadente imperio español pasamos a las manos del imperio británico, que entraba en la culminación de su trayectoria histórica.
LA ECOLASTICA EN AMERICA LATINA Y SU INFLUENCIA EN EUROPA
El español Francisco Suárez (1548-1617). En su obra más importante, las Disputas metafísicas (1597), escrita en latín, resume y moderniza toda la tradición escolástica anterior y sienta las bases del iusnaturalismo o derecho natural de Hugo Grocio. Su obra, fecunda en inspiraciones ulteriores, fue muy influyente a lo largo del siglo XVII y XVIII y todavía se pueden encontrar ecos de ella en Hegel e incluso en Heidegger. Si bien continúa la tradición aristotélica de la filosofía española, añade elementos del nominalismo.
Así, para Suárez la distinción entre esencia y existencia es solamente una distinción de razón y de hecho cada existencia tiene su propia esencia. Sólo Dios, en tanto que ser en sí, es capaz de percibir la distinción en el ser en otro, es decir, las creaturas. El cógito de René Descartes surge de la noción suareciana de sustancia espiritual creada, que razona por intuición. También la mónada de Gottfried Wilhelm Leibnitz (1646-1716) proviene de esta noción. La distinción entre esencia y existencia como distinción de razón (el concepto de sustancia de Baruch Spinoza) también tiene su origen en la filosofía de Suárez, y el sujeto trascendental de Kant se inspira en la noción de analogía de atribución manejada en esta tradición escolástica.
Hace apenas medio siglo en la mayor parte de las universidades latinoamericanas era rara avis la existencia de una cátedra o equipo de investigación que se dedicara al estudio de las ideas filosóficas del país en cuestión o de esta región.
En tanto que en Europa o Norteamérica tampoco era común que existieran con ese grado de especialización cátedras sobre la filosofía de aquellos países. No eran muy necesarias, pues era lógico que los profesores de filosofía se viesen precisados de una forma u otra a incluir dentro de sus estudios y lecciones a los representantes de sus respectivas culturas.
Nadie dudaba de su condición de clásicos imprescindibles y hasta los filósofos de menor talla eran nombrados o se les dedicaba alguna que otra atención para demostrar que los gigantes también tenían subalternos y dejaban discípulos mayores y menores.
Pero a ninguno de aquellos profesores se le hubiera ocurrido incluir en algunas de sus lecciones a uno de los pensadores de aquellos países periféricos que estaban condenados a no tener acceso al reconocimiento de la «cultura universal».
Cuando hacían alguna referencia a ese mundo marginado, como el caso de Hegel, por lo general era para intentar demostrar la carencia del logos en los pueblos colonizados, a los cuales se les debía «llevar la cultura», y con ella la filosofía que a su juicio era un producto exclusivo de Occidente.
Todo lo contrario ha sucedido entre los profesores tradicionales de filosofía en América Latina. Sus cursos han versado sobre la historia de la «filosofía universal
PENSAMIENTO E GARCILASO DE LA VEGA
El Inca Garcilaso de la Vega fue un cronista mestizo peruano que sobresalió por su ambicioso proyecto historiográfico sobre América. Fue un exponente del humanismo renacentista en plena época de la colonia. Éste clásico de la cultura hispanoamericana, que vivió de 1539 a 1616, es considerado el padre de las letras del continente.
SEPULVEDA Y BARTOLOME DE LAS CASAS
Si pasamos a la América española, en el campo de la historia de las ideas encontramos diferencias relevantes con cuanto hemos dicho hasta ahora. En efecto, es intensa a finales de los primeros tiempos la actividad misionera con acentos milenarios. Además, para todo el siglo XVI y las primeras décadas del siglo XVII, se desarrolla un intenso debate político sobre la nueva tierra, sobre los indígenas, los motivos que pueden justificar la conquista española. Es un debate del cual participaron las mejores inteligencias españolas de la época, teólogos, juristas, políticos. Nada similar podemos encontrar en otro lugar. También por los motivos circunstanciales: ni los franceses ni los ingleses ni los portugueses se encontraron con organismos políticos desarrollados y organizados en Estados, como los reinos azteca e inca que encontraron los españoles. En España, gracias también a la decisión tomada de posiciones papales, se supera rápido el problema de la naturaleza del indio. Pablo III con la célebre bula Sublimis Deus de 1537, declara a los indígenas hombres con todos los efectos y capacidades de cristianos.
Es cierto que esto no parece suficiente porque quedaba en vigor el requerimiento y la bula Inter caetera promulgada por Alejandro VI en 1493, sobre la cual Juan López de Palacios Rubios y Matías de Paz de 1512 fundaban jurídicamente la ocupación de América. Lo que se quiere notar aquí es que siempre en los treinta años del 1500 dos teólogos dominicanos de la celebérrima Universidad de Salamanca, Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, enfrentaron el problema de los principados indígenas americanos. Colocados en el camino que conduce
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