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Teorias Contemporaneas De La Educacion

jose131114 de Marzo de 2015

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TEORÍAS CONTEMPORÁNEAS DE LA EDUCACIÓN

CONCEPCIONES Y PRÁCTICAS DE LOS DOCENTES

Cualquier docente que se plantee una modificación profunda de su práctica, debe comenzar por indagar acerca del origen de su acción educativa y el de las ideas de las que se ha apropiado durante su biografía escolar previa, su formación en el profesorado y su posterior inserción laboral. El pasado actúa configurando las percepciones, las representaciones, las concepciones y prácticas que los docentes tienen en la actualidad (Alliaud. A 1992). Esto permite entender la persistencia de propuestas pedagógicas diferentes que conviven en las instituciones y que fundamentan la tarea de los profesores.

Las prescripciones de las diferentes corrientes pedagógicas que surgen, se difunden o consolidan, reafirmando o contradiciendo determinadas políticas, condicionan las concepciones y prácticas que el docente construye en su hacer cotidiano. Tanto en su formación en el profesorado como en sus socialización laboral (aprendizajes realizados durante su desempeño profesional), el docente incorpora ciertas disposiciones para pensar, actuar y sentir, que de algún modo se basan en los lineamientos teóricos que sustentan las distintas pedagogías.

TEORÍAS DEL ORDEN O NO CRÍTICAS Y TEORÍAS DEL CONFLICTO O CRÍTICAS

Con el fin de realizar un análisis que permita pensar en la relación existente entre las tendencias pedagógicas y la función social que se le atribuye a la escuela, apelamos a los aportes de la sociología de la educación que explican las complejas y variadas relaciones que se establecen entre educación y sociedad. Así, las teorías se dividen en dos grandes grupos: aquellas basadas en el paradigma del consenso, denominadas teorías “del orden”, “conservadoras”, “liberales”, “no críticas”, y las que se basan en el paradigma del conflicto, también llamadas “del cambio”, “de la transformación social”, críticas”, “radicales”.

1. Las TEORÍAS DEL ORDEN O NO CRÍTICAS, se caracterizan por concebir la SOCIEDAD

como un sistema unificado sobre la base de un núcleo de valores, una cultura y una organización política, compartidos por consenso. Esta perspectiva de análisis entiende que la sociedad es esencialmente armónica, igualitaria, integrada, estable y ordenada. Es decir, es un todo armonioso e igualitario que tiende a la integración de sus miembros, quienes se relacionan a través de valores, ideales, finalidades comunes y supraindividuales: “el bien común”.

Siendo ésta la condición “normal” de toda sociedad, el papel que le compete a la EDUCACIÓN se centra en la conservación de l a estructura social a través de la socialización activa de los miembros que la integran. Las pautas, normas y valores adquiridos a través de este proceso que se supone neutral, se incorporan como legítimas conformándose de este modo el consenso social. La educación tiene como objetivo, garantizar la integración de los individuos a la sociedad (evitar la disgregación) y la construcción de una sociedad “igualitaria”, “homogénea”, ya que la educación es percibida como un instrumento de igualación social, por lo tanto, de superación de la marginalidad. Esto supone tomar a la educación como una variable independiente de la estructura social. La MARGINALIDAD es, entonces, un fenómeno accidental, que afecta individualmente a un número más o menos grande de sus miembros, lo que constituye un desvío, una distorsión que no sólo puede sino que debe ser corregida. La educación aparece allí como un instrumento de corrección de esas distorsiones. Constituye una fuerza homogeneizadora que tiene por función reforzar los lazos sociales, promover la cohesión y garantizar la integración de todos los individuos a la sociedad. Es decir, la marginalidad es vista como un problema social y la educación, que dispone de autonomía respecto de la sociedad, estaría, por esa razón, capacitada para intervenir eficazmente en la sociedad, transformándola, tornándola mejor, corrigiendo las injusticias, en definitiva promoviendo la igualación social. Estas teorías consideran sólo la acción de la educación sobre la sociedad. Porque desconocen las determinaciones sociales del fenómeno educativo se denominan no críticas.

Como puede observarse, en lo que respecta a las RELACIONES ENTRE EDUCACIÓN Y SOCIEDAD, se concibe a la educación con un amplio margen de autonomía frente a la sociedad. Tanto le cabe un papel decisivo en la conformación de la sociedad evitando su disgregación y garantizando la construcción de una sociedad igualitaria.

Las corrientes educativas que se enmarcan dentro de estas posturas (la pedagogía tradicional, la escuela nueva, la pedagogía tecnicista), que luego analizaremos detalladamente, se caracterizan por un claro OPTIMISMO PEDAGÓGICO con relación al poder transformador de la educación sobre la sociedad. En ellas, la FUNCIÓN DE LA ESCUELA es por un lado, la de proporcionar a los individuos las habilidades indispensables según las necesidad técnicas del medio social. Por otra parte, formarlos en los valores y normas “establecidos” para que acepten el orden estructural imperante. Los requerimientos sociales exigen una preparación diferencial de los individuos. Así, por ejemplo, algunas personas serán formadas para ocupar cargos de dirigentes, mientras que otras aprenderán las habilidades necesarias para ser operarios, obreros, empleados, etc. Según las teorías del consenso o no críticas, la escuela proporciona oportunidades equivalentes a todos los miembros de la sociedad y la asignación y el desempeño de distintas funciones se debe a las aptitudes individuales (méritos personales). De este modo, la selección, consecuencia de la estratificación social, se esconde bajo la apariencia de un sistema educativo uniforme y neutral. Las funciones diferenciales aparecen entonces como una consecuencia natural debida a la capacidad individual.

l.l. La pedagogía tradicional

La constitución de los “sistema nacionales de enseñanza” data de principios del siglo XIX. Su organización se inspiró en el principio según el cual la EDUCACIÓN es derecho de todos y deber del Estado. El derecho de todos a la educación derivaba del tipo de sociedad correspondiente a los intereses de la nueva clase consolidada en el poder: la burguesía. Se trataba de construir una sociedad democrática, de consolidar la democracia burguesa. Para superar la situación de opresión, propia del “Antiguo Régimen”, y acceder a un tipo de sociedad fundada en el contrato social celebrado “libremente” entre los individuos, era necesario vencer la barrera de la ignorancia. Sólo así sería posible transformar a los súbditos en ciudadanos, esto es, en individuos libres, esclarecidos, ilustrados. ¿Cómo realizar esta tarea? A través de la enseñanza. La ESCUELA es entendida como el gran instrumento para convertir a los súbditos en ciudadanos, “redimiendo a los hombres de su doble pecado histórico: la ignorancia, la miseria moral y la opresión, la miseria política”.

En ese cuadro, la ignorancia identificada como la causa de la MARGINALIDAD. Quien no es instruido, es marginado de la nueva sociedad. La escuela surge como un antídoto contra la ignorancia, un instrumento para resolver el problema de la marginalidad. Su papel es difundir la instrucción transmitir los conocimientos acumulados por la humanidad y lógicamente sistematizados. El DOCENTE será el artífice de esa gran obra, dado que desempeña el papel protagónico. La escuela se organiza, entonces, como una actividad centrada en el docente, el cual transmite siguiendo una graduación lógica, la herencia cultural a los alumnos. A los ALUMNOS corresponde asimilar pasivamente los conocimientos que les son transmitidos. Se priorizan los contenidos. La cuestión central es aprender. No se tienen en cuenta el interés del niño ni el nivel evolutivo. El CONOCIMIENTO se adquiere y almacena a través de la información y el refuerzo. El APRENDIZAJE se realiza mediante estímulo – respuesta.

A esta teoría pedagógica correspondía determinada manera de organizar la escuela. Como las iniciativas partían del profesor, lo esencial era contar con un docente razonablemente bien preparado. Las escuelas eran organizadas en forma de clases, cada una con un maestro que exponía las lecciones que los alumnos seguían atentamente y planteaba ejercicios que los alumnos debían realizar disciplinadamente, en forma individual.

Al entusiasmo suscitado en los primeros tiempos por este tipo de escuela, siguió progresivamente una gran decepción. El fracaso de esta escuela se debió a que no todos ingresaban a ella ni todos los que ingresaban tenían éxito se ajustaban al tipo de sociedad que se quería consolidar. Comenzaron, entonces, a crecer las críticas a esa teoría de la educación y a esa escuela que pasó a ser llamada “escuela tradicional”.

1.2. La pedagogía de la Escuela Nueva’

Las críticas a la pedagogía tradicional formuladas a partir del siglo XIX fueron dando origen a otra teoría de la educación. Esta teoría mantenía la creencia en el poder de la escuela y en su función de igualación social. Por lo tanto, quedaba en pie las esperanzas de que pudiese corregir la distorsión expresada en el fenómeno de la marginalidad, a través de la escuela. Si la escuela no venía cumpliendo esa función, el hecho se debía a que el tipo de escuela implantada – la escuela tradicional – era inadecuado. Se consolida, entonces, un amplio movimiento de reforma conocido como Escuela Nueva. La pedagogía

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