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Terapia Familiar Para Jovenes En Conflicto

ivanda010917 de Septiembre de 2013

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La terapia familiar multisistémica. Un modelo de intervención sociofamiliar

dentro del sistema de justicia juvenil.

FUENTE: PSICOLOGIA.COM. 2004; 8(2)

José Luis Alba Robles.

Unidad de investigación: Procesos psicológicos y conducta antisocial. Departamento de Psicología Básica.

Universidad de Valencia

E-mail: J.Luis.Alba@uv.es

PALABRAS CLAVE: Competencia parental, Competencia social, Justicia juvenil, Eficacia educativa, Terapia multisistémica.

[artículo de revisión] [12/7/2004]

Resumen

La ley de Responsabilidad Penal del Menor 5/2000 contiene, por primera, vez un conjunto de medidas

socioeducativas que responden a la necesidad de reinserción social más que retributiva de las penas impuestas

hasta ahora a los más jóvenes dentro de nuestro marco jurídico. Por esta razón, precisamos de técnicas educativas

eficaces que sean capaces de dar respuestas concretas a cada una de estas medidas .En este sentido, la terapia

multisistémica (en adelante, TMS) es una de las estrategias más eficaces en la rehabilitación de los delincuentes

juveniles, tal y como refieren los estudios más recientes que evalúan los programas de tratamiento aplicados en

delincuentes juveniles, incluyendo a jóvenes condenados por actos violentos. Este modelo de intervención, que se

sustenta en hallazgos previos derivados del enfoque Cognitivo-Conductual, de la terapia Sistémica y de la

Psicología Comunitaria, ofrece importantes aplicaciones dentro del contexto actual español, donde está en vigor la

ley de responsabilidad penal del menor 5/2001.

Este artículo presenta una revisión conceptual y teórica sobre la que se sustenta esta metodología de intervención.

Así, términos como la competencia social, la competencia parental y los modelos ecológicos y sistémicos confluye

para dar contenido a una propuesta eficaz de intervención dentro del sistema de justicia juvenil.

Introducción

El presente trabajo persigue contestar a la siguiente pregunta operativa:

¿Constituye la Terapia Familiar Multisistémica una herramienta eficaz en la mejora de la competencia

parental?

La idea para esta propuesta surge del trabajo de investigación que se está llevando a cabo en el Departamento de

Psicología Básica bajo la dirección de María Jesús López Latorre, en colaboración con Vicente Garrido Genovés y el

autor del presente texto durante el periodo 2003/05.

Uno de los objetivos planteados en esta investigación es el de realizar una adaptación de la Terapia Familiar

Multisistémica como un modelo de intervención sociofamiliar eficaz en la reducción de la conducta antisocial en

menores infractores institucionalizados o en contacto con el sistema de justicia juvenil.

Sabedor de la relación ampliamente constatada en la literatura científica entre conducta antisocial e incompetencia

parental, la presente hipótesis viene a arrojar luz sobre un hecho que creo cierto: la modificación de las

estrategias educativas de los padres, unido a la mejora de la competencia social conjunta de los jóvenes

antisociales reduciría cuantitativamente el riesgo de reincidencia en aquellos adolescentes que presentan conducta

antisocial como producto de los desajustes en el funcionamiento del sistema familiar.

Este trabajo constituye, por tanto, una escisión del objetivo general recogido en la mencionada investigación; es

decir, no se centra únicamente en el modelo como herramienta eficaz en la reducción de la reincidencia, sino que

va más allá, intentando focalizar su atención en aquellas prácticas parentales que muestran una clara mejoría tras

la aplicación de la metodología multisistémica.

Para conseguir una respuesta sólida y válida me he propuesto los siguientes objetivos, los cuales constituyen los

pasos necesarios para llegar a la comprobación de dicha afirmación.

Los pasos previos recogidos en el presente trabajo son los que aparecen a continuación:

(1) Definir la competencia parental como constructo teórico y operativo

(2) Establecer la relación entre competencia parental, conducta antisocial, y competencia social, así como sus

derivaciones en la rehabilitación de jóvenes antisociales.

(3) Establecer la eficacia de la competencia social en el tratamiento de la conducta antisocial.

(4) Revisar la metodología, historia y aplicación de la terapia familiar multisistémica (TFM)

(5) Establecer los beneficios de la TFM, en su caso, en la competencia parental de los padres con hijos que

presentan serios problemas de conducta.

La competencia parental

Con el término Competencia Parental nos referimos al conjunto de estrategias educativas utilizadas por los padres

con la finalidad de satisfacer las necesidades socioemocionales que reclaman los hijos a lo largo de todo su proceso

evolutivo, fundamentalmente durante el proceso de consolidación del yo social e interpersonal.

Numerosos autores acuerdan definir la competencia parental en contraste con el conjunto de estrategias que

articulan la incompetencia parental, es decir, aquellas estrategias que conforman el riesgo de abuso o de

negligencia en el trato con los hijos, como una falta de sincronía en las relaciones duales madre-hijo (Cerezo,

Cantero y Alhambra, 1993).

Del mismo modo, y con la finalidad de establecer una definición comprehensiva y general, Pourtois ( 1984) define

el término como: “el hecho de que un padre posea las cualidades necesarias que le permitirán lograr con éxito la

culminación de sus funciones educativas”. Esta definición adolece, sin embargo, de precisión ya que no establece

cuáles son esas “cualidades necesarias” para la consecución de tal tarea socializadora y educativa. Si añade, no

obstante, en un párrafo posterior el acervo siguiente: “se trata de un concepto relativo ya que no existe una única

manera de ser “buen padre”.

Familia, competencia parental y conducta antisocial

La familia es el más importante de cuantos sistemas ejercen influencia en los niños y en su conducta. En concreto,

la criminología y la psicología han estudiado la relación entre el modo de funcionamiento de la familia y la

delincuencia de los hijos. Para ello, se ha valido de dos técnicas investigadoras principales: los autoinformes y el

registro observacional del funcionamiento familiar (Cerezo, 2001). Estas dos técnicas han permitido estudiar dos

aspectos fundamentales de las transacciones familiares (Henggeler, 1989): (1) El funcionamiento del afecto en la

familia; y (2) el funcionamiento de los estilos de control de los padres sobre los hijos (o las estrategias de control

paterno).

El afecto familiar

La expresión afecto familiar abarca aspectos como la aceptación que tiene el niño en su casa, la “responsividad” de

los padres (en qué medida responden frente a la conducta de los niños) y la dedicación al niño (o el grado en que

los padres y otros familiares adultos se ocupan del niño), ( Pons-Salvador y Cerezo, 1999)

Existen algunas investigaciones recientes que han estudiado la relación entre el afecto familiar y la conducta

delictiva. Por ejemplo, una investigación de Canter (1982) encontró que el sentimiento de los adolescentes de

pertenencia a la familia, evaluado a partir de su grado de implicación en actividades familiares, se relaciona

negativamente con la conducta delictiva. El aumento de ese sentimiento de pertenencia familiar tiene una

correlación inversa con la conducta delictiva. Es decir, cuanto mayor sea la integración de los jóvenes dentro de la

propia familia hay una menor probabilidad de delincuencia juvenil. Según Canter, estos sentimientos de

pertenencia a la familia explicarían hasta un 19% de la varianza de la conducta delictiva.

En un estudio posterior Henggeler y sus colaboradores (Henggeler, 1989) evaluaron 112 familias de jóvenes

delincuentes varones y un grupo control integrado por 51 familias de jóvenes no delincuentes, seleccionadas de

entre el mismo vecindario. Se observó, en la misma línea de Canter, que unas relaciones familiares inapropiadas

(especialmente en lo referente a la falta de atención y ayuda materna) favorecía el inicio de carreras delictivas

juveniles, en un grado explicativo (o varianza explicada) del 20%. Pese a todo encontraron que dos factores

diferentes, el contacto con jóvenes delincuentes y la edad de la primera detención, predecían mejor aún la

conducta delictiva que las propias relaciones familiares.

En conclusión, la relación entre afecto familiar y delincuencia es evidente en toda la investigación. Así, los niños

que reciben buen afecto familiar tienen una menor probabilidad de convertirse en delincuentes, mientras que los

niños que tienen malas relaciones afectivas con los padres son más proclives a la conducta delictiva.

Pese a todo no está claro que la relación entre afecto familiar y conducta delictiva de los jóvenes tenga una

direccionalidad unívoca. Con anterioridad se pensaba que la mala relación entre los padres y los jóvenes, y sus

efectos perjudiciales favorecedores de delincuencia, tenía su origen exclusivo en los padres. En la actualidad se

considera

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