Cristologia
acuario109216 de Abril de 2014
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LA TIERRA DE ISRAEL – PALESTINA EN ÉPOCA GRIEGA Y ROMANA
En la orilla oriental del Mediterráneo se extiende una franja de tierra fértil que desde los inicios de la historia ha sido lugar de paso habitual para las caravanas que hacían su ruta entre Egipto y Mesopotamia. La tierra es desértica en algu¬nas partes y exuberante en otras.
En esa zona el atardecer es un momento singular en que la gente se sienta para conversar al aire libre. A veces recuerdan tradiciones familiares. Hace más de 2000 años, los hombres de las tribus que se habían asentado en esa tierra de Canaán, mientras tomaban el fresco bajo el toldo de la tienda, ya comentaban que a sus antepasados, los viejos patriarcas, les habían sucedido acontecimientos extraordina¬rios. Los padres explicaban a sus hijos que el país donde estaban era suyo porque Dios mismo había hecho una promesa solemne a su padre Abrahán: «Toda la tierra que divisas la daré para siempre a ti y a tu des-cendencia. Hare a tu descendencia como el polvo de la tierra; si alguien puede contar el polvo de la tierra, también podrá contar tu descenden¬cia» (Gn 13,15-16). Y la había cumplido.
Para los descendientes de Abrahán, aquella tierra no era, pues, un país cualquiera, era una Tierra Santa, prometida por Dios mismo, y que a lo largo del tiempo había sido testigo de prodigiosas intervenciones divinas. Habían pasado por toda clase de vicisitudes, tiempos de gozo y destierro. Habían tenido sus propios reinos, que lograron mantenerse frente a las invasiones de los pueblos vecinos. Pero no pudieron resistir siempre, y pagaron tributo a monarcas de Asiria y Babilonia. Sus príncipes, sacerdotes y jefes del pueblo fueron condenados al destierro, pero también éste llego a su fin. Ciro, el Persa, permitió regresar a quienes lo desearan y reconstruir el templo de Jerusalén. Con el correr de los siglos se habían acostumbrado a todo: a vivir integrados en el imperio persa o bajo el dominio de los monarcas hele¬nistas, tanto ptolomeos como seléucidas. Ocasionalmente una dinastía local, los asmoneos, se habían hecho con el mando. Y cuando los ejércitos de Roma fueron conquistando las regiones de Oriente quedaron bajo su dominio.
Durante el imperio de Augusto y Tiberio, en esa tierra nació y vivió Jesús… pisó el polvo de sus caminos, soportó el calor aplastante de su sol en verano, disfrutó de la sombra de sus árboles, gustó la dulzura de sus higueras y viñas, gozó del refresco de sus aguas.
El estudio de la geografía histórica y los hallazgos de la arqueología proporcionan abundante información sobre la vida ordinaria en aquella región. Permite saber cómo eran las casas y ciudades, de qué se alimentaba la gente, cómo preparaban sus alimentos y confeccionaban sus vestidos, así como algunas costumbres culturales y usos religiosos. Comenzaremos, pues, por un acercamiento al entorno en que vivió Jesús desde esta perspectiva. Para el estudio de este tema, en que se irán recorriendo las regiones de la antigua Palestina, ayudará al lector seguir lo que aquí se dice teniendo a la vista los mapas anexados.
1. GALILEA
Las excavaciones arqueológicas realizadas en Galilea, Samaria y Ju¬dea han sacado a la luz casas, estructuras urbanas, utensilios domésticos y herramientas artesanales, inscrip-ciones y sepulcros, que permiten recomponer con bastante verosimilitud histórica el entorno en que se desarrollo la vida de Jesús.
Jesús vivió la mayor parte de su vida en Galilea. Esta región se extiende desde el monte Hermón (2.759 m), al norte, en la frontera con el Líbano, hasta el valle de Esdrelón, que comunica la depresión del Jordán con la llanura costera del Mediterráneo por el sur. Y desde el río Jordán y el lago de Genesaret por el este, hasta el mar Mediterráneo por el oeste.
El río Jordán nace de la unión de tres torrentes que bajan por las laderas del Hermón y se unen formando el lago Hule, de 4 Km. de longitud. A partir de ahí tiene un recorrido de unos 16 Km. hasta que desemboca en la parte norte del lago de Genesaret.
La región tiene un relieve suavemente ondulado. Sus colinas están sembradas de viñas, olivos, trigo y cebada. La cizaña brota a veces en los campos de cereal. También se cultiva la mostaza y el lino . Entre las plantas silvestres están los lirios, que florecen en primavera . También hay nardos y arbustos de áloe, empleados para la confección de perfumes . Además hay otras plantas utilizadas en la cocina y para curación de enfermedades: el eneldo, la menta, el comino y la ruda . También hay arbustos como la zarza, y algunas zonas están cubiertas de hierbas que proporcionan alimento al ganado.
Hacia el este, el terreno desciende hasta llegar al lago de Genesaret o Mar de Galilea, un lago de agua dulce de 21 Km. de largo por 12 de ancho, con una profundidad que llega a los 40 metros. Se encuentra además a 200 mbnm y a unos 40 Km. de distancia del Mediterráneo y en sus orillas se edificaron pequeñas aldeas de pescadores. Desde el Mediterráneo llegan los vientos dominantes que, de vez en cuando, soplan con fuerza y forman torbellinos, debido a los bruscos cambios de presión. Cuando esto sucede se desencadenan en el lago tormentas breves pero violentas, con olas que ponen en serios apuros a las sencillas barcas. Allí en 1986, se encontró una barca muy elemental en relativamente buen estado de conservación. Cons¬truida en madera de cedro, de 8,12 m. de es¬lora por 2,35 de manga. Las pruebas del carbono 14 la datan hacia el año 40 d.C., es decir, apenas diez años después de que Jesús estuviese en esa zona. Muy parecidas a ésta, que actualmente se puede contemplar en el mu¬seo del kibutz Guinnosar, serían las que Jesús viera pescar en el lago.
En las aguas de Genesaret había gran cantidad y variedad de peces. Flavio Josefo afirma que se podían encontrar en él «muchas clases de pescados, diferentes de los pescados de otros lugares, tanto en sabor como en su género» . Se pescaban tanto para el consumo inmediato como para la salazón y exportación.
2. CAMINOS HACIA JERUSALÉN
Al sur de Galilea se extiende la región de Samaria. Esta región limita por el oriente con el valle del río Jordán –que al sur del lago de Genesaret reinicia otro recorrido, esta vez de unos 100 Km., hasta que desemboca definitivamente en el mar Muerto–, y por el oeste con el mar Mediterráneo.
Cuando alguien viajaba desde Galilea hasta Jerusalén tenía que esco¬ger entre los tres posibles caminos que se le ofrecían: el más directo, a través de los montes de Samaria; o bien, dar un pequeño rodeo, si¬guiendo el curso del Jordán; o, si lo prefería, ir junto a la costa del Mediterráneo.
3. JUDEA
Región montañosa de paisaje áspero que, a medida que se avanza del oeste hacia el este, se va haciendo cada vez más adusto hasta terminar en un desierto desolado. Una parte importante del territorio lo ocupa el desierto de Judá, en la zona oriental, hacia el mar Muerto, con una extensión de 80 km de longitud, de norte a sur, y una anchura de unos 30 km de este a oeste. Se trata de un territorio de suelo quebrado, con colinas escarpadas rotas por profundos wadis o gargantas abiertas por torren¬tes. En las zonas más cercanas al mar Muerto, una profunda depresión de hasta 400 mbnm, con suelos áridos y cubiertos de sal, se encuentran algunos de los parajes más desolados del mundo.
Hacia el este, el desierto es menos riguroso. En primavera llueve algún día. En ciertos enclaves de esta región se pueden encontrar rebaños de cabras. No faltan ani¬males salvajes adaptados a ese tipo de terreno como hienas, lobos y chacales. Los pastores se trasladan en borrico y con mu¬cha menor frecuencia en dromedario. El terreno es calizo y rocoso. Entre las piedras y los huecos de las rocas se esconden serpientes y es¬corpiones. Abundan los saltamontes o langostas que se pueden co¬mer y son alimenticias. En algunos parajes con matorrales hay abejas que producen miel silvestre.
Esta zona es poco habitable, por lo que el paisaje que ofre¬ce es un terreno baldío y deshabitado con abundantes cuevas en los rincones rocosos. Por eso constituye un terreno propicio para quien busca retirarse o encontrar refugio, lejos de los caminos concurridos, pueblos y grandes ciudades. Ya en los libros de Samuel y de Reyes se mencionan grupos de guerrilleros que se escondían en el de¬sierto, y en la revuelta macabea frente a los monarcas seléucidas de Si¬ria, muchos hombres se echaron al desierto, llevando una vida austera, prontos a organizarse y disponerse para la lucha.
En los pueblos occidentales de Judea el terreno es propicio para la agricultura. En las montanas se cultivan oli¬vos, y en las colinas y campos, viñas que siguen constituyendo el cultivo más frecuente al sur de Jerusalén, en torno a Belén y hacia Hebrón. También se pueden encontrar abundan¬tes higueras y unos árboles parecidos llamados sicómoros . En algunas zonas próximas al mar Muerto se cultiva la palmera para la obtención de dátiles.
Las dos ciudades más importantes eran Jerusalén y Jericó. El camino que las comunicaba a través del desierto era el más concurri¬do de la región. Desde la misma salida de Jericó el viaje a Jerusalén re¬sulta particularmente agotador. Los 30 km de distancia que separan ambas ciudades discurren por la vía romana. Cuando el viajero va llegando, en la aldea de Betania, encuentra fuentes y árboles donde gozar de una sombra refrescante. Ya solo le falta un último esfuerzo, algo más de media hora andando, para entrar en la Ciudad Santa. Betania está se¬parada de Jerusalén por el Monte
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