ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Inroducción Cristología Del NT

Antxon22 de Diciembre de 2013

13.326 Palabras (54 Páginas)365 Visitas

Página 1 de 54

Raymond BROWN, Introducción a la cristología del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca, 2001, 121-158.

III. Las cristologías de los cristianos del Nuevo Testamento

Introducción

Hacer un seguimiento progresivo desde cómo Jesús se presentó a sí mismo durante su vida a cómo lo presentaron después los que creyeron en él, es más complejo que para cualquier otro personaje. En el caso de otros personajes, quizás podría encontrarse una explicación razonable de ese proceso en factores lógicos, psicológicos y familiares susceptibles de ser diagnosticados. Mencionemos algunos: las expectativas teológicas de sus seguidores; su status respecto a su pertenencia al judaísmo y las presiones ejercidas sobre ellos; la influencia que siguió a su contacto con los gentiles.

Pero en la tradición de Jesús intervino decisivamente un factor que supera todo diagnóstico humano: la resurrección. En la tradición públicamente recibida de Israel, que una generación posterior denominaría canónica, nadie hasta ese momento había resucitado de la muerte a la vida eterna. Otros habían sido resucitados y de algunos se dijo que habían subido a la gloria sin morir (Enoc, Elías). Hasta hubo historias apócrifas sobre personajes famosos que rebasaron lo que aceptaba la tradición canónica. De hecho, algunas de esas historias, como la ascensión de Moisés, casi llegaron a afirmar, por ejemplo, lo que el nuevo testamento reivindica de Jesús.

De ahí que esta afirmación de fe sobre Jesús tuviera una importancia tan enorme. Además de proclamar la victoria sobre la muerte, la elevación de Jesús a la gloria por parte de Dios reivindicó tanto el origen como la verdad de la autoridad/poder que él había afirmado y manifestado. Los seguidores que vieron a Jesús resucitado se dieron cuenta de que era mucho más de lo que ellos se habían imaginado durante su ministerio público.

Utilizando todo el nuevo testamento, estudiaremos cómo las valoraciones de Jesús estuvieron asociadas con diferentes aspectos de su vida. Para esos aspectos empleo el término «momento cristológico», entendiendo por tal un episodio en la vida de Jesús que se convirtió en el medio para expresar la cristología neotestamentaria; por ejemplo, la concepción de Jesús, su juventud, su bautismo, su muerte, su resurrección, su segunda venida. La discusión de «un momento» no incluye la cuestión de si la revelación aconteció históricamente en el tiempo o lugar del respectivo episodio; por ejemplo, ¿se reveló la identidad de Jesús cuando fue bautizado? y si fue así, ¿a quién se hizo esa revelación? La discusión de «un momento» se centra en un episodio concreto sólo para determinar hasta qué punto los escritores neotestamentarios transmitieron cristología a sus lectores al describir ese momento.

En la exposición introduciremos un elemento cronológico, ordenando el material según la probable secuencia de tiempo de las pruebas neotestamentarias sobre el respectivo momento. El primer documento cristiano que se conserva es 1 Tes, escrita hacia el año 50, esto es, después de las dos primeras décadas de la historia cristiana. Sin embargo, podemos acceder de distintos modos al pensamiento cristiano de las décadas precedentes de los años 30 y 40. En sus cartas de los años 50, Pablo utiliza fórmulas que pertenecen a un período más primitivo, a veces de los años 30. Algunos elementos evangélicos ya habían tomado forma mucho antes de que se escribiera el primer evangelio, Mc, probablemente en los años 60; y tenemos un posible acceso a ese período precedente a la formación del evangelio en los casos, por ejemplo, en que Mc y Jn concuerdan independientemente. Los sermones atribuidos a Pedro y Pablo en Hech fueron compuestos por Lucas en los años 80, pero contienen algunas expresiones cristológicas que no se encuentran en ningún otro lugar de Lc y parecen ser primitivas. Aun en el caso de que estas expresiones no sean realmente antiguas, sino que resulten del estilo arcaizante de Lc (esto es, tratar de imaginarse, debidamente informado, cómo hablaban y pensaban los primeros cristianos), estas expresiones pueden ayudar a confirmar el pensamiento primitivo, que se puede detectar por otros medios. Si empezamos por el material reconstruido, anterior al año 50, y de ahí pasamos a los escritos neotestamentarios existentes, siguiendo el orden probable de su composición, podemos encontrar un modelo peculiar de momentos cristológicos que parecen moverse «hacia atrás» con respecto a la vida de Jesús. Las pruebas más primitivas interpretaron cristológicamente escenas de los últimos días de Jesús, mientras que las pruebas más recientes interpretaron cristológicamente escenas de los primeros años de su vida. Esto no carece de lógica: la resurrección, vista como intervención de Dios, llevó a los seguidores de Jesús a creer verdaderamente quién era él, y sólo a la luz de esa fe pasaron a interpretar los elementos anteriores de su vida.

Esta observación puede ser útil, pero exige varias cautelas. Primera: nuestra demostración para uso cristológico, aun respecto al período anterior a los años 50, se inspira en los escritos que se han conservado. El pensamiento cristiano sobre Jesús fue ciertamente más amplio y variado que el que encontramos en los pocos escritos que se conservan. Si organizamos el pensamiento según el probable orden cronológico de los documentos, debemos tener presente que el desarrollo del pensamiento raramente es lineal y que, por eso mismo, seguramente coexistieron en un momento dado diferentes puntos de vista. Segunda: cuando los estudiosos liberales de principios del siglo XX intentaron ofrecer un modelo como el que acabamos de señalar, lo hicieron suponiendo que los desarrollos crearon un sentido cristológico que nunca existió en la vida de Jesús. Es mucho más seguro trabajar con la autocomprensión de los escritores del nuevo testamento, que pensaron que referían y valoraban una realidad ya presente. Así pues, en los capítulos siguientes presentaré un desarrollo a lo largo del siglo I, que supone que los cristianos fueron comprendiendo poco a poco la identidad de Jesús, y no que crearan de la nada una nueva identidad.

Cristologías a la luz de la segunda venida o desde la resurrección de Jesús

En este capítulo trataré las cristologías que se centran en dos «momentos cristológicos», a saber, la segunda venida o parusía y la resurrección, y que fueron atestiguadas en el período de la predicación, entre los años 30 y 50, antes de los primeros escritos cristianos que se conservan.

l. Cristología de la segunda venida (Parusía)

Es una cristología que mira al futuro. Durante el período neotestamentario hubo intensas expectativas de la parusía o de la aparición de Jesús que vuelve del cielo. Aquí, sin embargo, sólo nos interesan las afirmaciones que vinculan una valoración cristológica de la identidad de Jesús a este momento de su segunda venida. La antigüedad de estas afirmaciones es probable pero no cierta. La primera prueba es una afirmación cristológica del segundo sermón de Pedro en Hech que no se parece a la típica cristología de Lc. En Hech 3,19-21 Pedro pide que la gente se arrepienta antes de que llegue la parusía. Ese acontecimiento incluirá el envío por Dios del Mesías designado, Jesús, «a quien el cielo debe retener hasta que lleguen los tiempos en que todo sea restaurado, como anunció Dios por boca de los santos profetas». Esto se puede interpretar en el sentido de que sólo cuando Jesús vuelva, él será el Mesías. Una fuerte tensión en la expectativa judía del Mesías deseaba que este ungido rey davídico instaurara una monarquía con sede en Jerusalén, a donde los gentiles vendrían para el culto. El Mesías traería entonces victoria, paz y prosperidad a Israel sobre la tierra. Pero, en realidad, Jesús no hizo nada de eso. No obstante, las anticipaciones judías pudieron haber permanecido intactas e incluso ser aplicadas a Jesús si se creía que, cuando él volviera, haría todo lo que el judaísmo esperaba del Mesías. Entonces, concluido ya el establecimiento del reino de Dios, Jesús sería el Mesías anunciado por los profetas. No estoy insinuando que los salrnistas o los profetas como Isaías tuvieron una clara presciencia de el Mesías y que pronosticaron en detalle lo que haría esta figura de un futuro lejano. Más bien sus palabras fueron meditadas y reinterpretadas en el período postexílico para dar forma a la espera del gran Mesías futuro.

La plegaria Maranatha, «¡Señor nuestro, ven!», conservada en arameo transliterado en 1 Cor 16,22 y en traducción griega en Ap 22,20, admite también una posible interpretación cristológica futura. Cuando tenemos fórmulas litúrgicas conservadas en dos lenguas, como el «Abba, Pater» del Padrenuestro en Mc 14,36 (ambas palabras significan «Padre») y el nai, amen de Ap 1, 7 (ambas palabras quieren decir «sí, así sea», como respuesta), lo probable es que la fórmula apareciera entre los cristianos de habla aramea y se conservara entre los cristianos de habla griega, que le añadieron un equivalente en su lengua. Al final, este equivalente sustituiría a la expresión aramea entre los cristianos de habla griega. Aunque la comunidad cristiana de habla aramea superó con mucho los años 30 y 40, el hecho de que una fórmula como Maranatha se haya conservado en 1 Cor, escrita hacia el año 55, indica que probablemente se remonta a las primeras experiencias de Pablo con los cristianos en los años 30. Si esa palabra aramea fuese de una época reciente, ¿por qué se iba a molestar Pablo en enseñársela a los cristianos de habla griega de Corinto? La plegaria podría suponer, en un principio, que cuando Jesús viniera sería el Señor que rige la tierra; así,

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (78 Kb)
Leer 53 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com