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djhanztk20 de Octubre de 2013

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Capítulo 2

El concepto de soberanía

2.1 El concepto de soberanía a través del tiempo.

La palabra soberanía deriva del latín super amus que significa señor supremo. La soberanía

es sinónimo de poder, superior a cualquiera, inalienable e imprescriptible. Es posible

identificarla como una cualidad del Estado, aunque no como un término estático. La

soberanía es el carácter supremo de un poder supremo, en el sentido de que dicho poder no

admite a ningún otro ni por encima, ni en concurrencia con el.1 “El manto protector que

cubre el destino del Estado es, indudablemente, el de la soberanía: el más alto poder dentro

del Estado, reflejo de la voluntad de quienes habitan en un determinado territorio…”2 Sin

embargo, el inicio del siglo XXI trae consigo una fuerte globalización que cuestiona el

término. La dependencia política, económica y tecnológica, siembra preguntas sobre qué

tan soberano puede ser un Estado. No obstante, debido a la falta de reconocimiento -de

ciertos gobiernos y organizaciones- ciertos conceptos como el de soberanía y Estado han

cambiado, existen restricciones y limitaciones hacia actividades como son las

intervenciones humanitarias.

Grecia y Roma son las culturas que cimentaron las bases del orden y la civilización

occidental en las que vivimos. Es precisamente en el mundo griego donde los fuertes

avances en los campos de estudio relativos al Estado, la sociedad y su Derecho inician la gran sistematización de las políticas occidentales.3 Entre sus grandes pensadores

encontramos a Aristóteles, quien exige para el Estado “la independencia potencial y…

respeto del exterior; independencia que se funda tal vez no tanto en su naturaleza de poder

supremo, cuanto en la situación que le es propia al Estado de ser en si mismo suficiente

para satisfacer todas sus necesidades”.4 Los griegos reconocieron que la capacidad de ser

autónomos y autosuficientes les daba una independencia que consideraban digna de ser

defendida. Al igual que los griegos, las primeras comunidades políticas de la historia no

conocieron el término de soberanía en el sentido moderno que le damos, simplemente el

cuestionarse sobre la detentación del ejercicio del poder no estaba en discusión. Se aceptaba

que era el rey, el emperador, el monarca o inclusive el faraón el que lo ejercía; y los

súbditos o gobernados lo aceptaban.

En la Edad Media, la partición del imperio romano en dos y el ensanchamiento de la

Iglesia Cristiana, dio al Papa el liderazgo europeo. La Iglesia asumió el papel de conductora

como única y oficial religión, organizadora social, económica y política, el Papa se

convirtió en eje de la vida de los reinos europeos. Pero para su desgracia, con el transcurso

del tiempo los reinos acrecentaron su independencia económica, política y geográfica,

tornándose más estables.5 En el siglo XV existe un fortalecimiento del fenómeno urbano

que se presenta debido a la búsqueda por el sistema feudal de protección, y que la encuentra

en los monarcas que centralizan el poder en ciudades como Roma, Francia y los diferentes

territorios europeos. Los reinos se forman alrededor de aquel que posee las condiciones

económicas que le permiten una consolidación geográfica de un territorio, lo que causa entre otras cosas, un nuevo sentimiento de nacionalidad, clases sociales y cortes nobles.6 Pero ante todo marca a la Edad Media con la llegada del absolutismo.

El poder del monarca se convirtió en absoluto al derrotar a la Iglesia que buscaba

mantener al Estado a su servicio, derrotar a todo imperio que no concedía a los Estados

particulares más que el valor de provincias, y derrotar también a los grandes señores y

corporaciones que se sentían poderes independientes. Las monarquías absolutistas

concentraron las facultades ejecutivas, legislativas y militares en una persona, y son el

origen de la polémica idea de soberanía,7 aunque fuera aún una soberanía débil. Durante la

Edad Media los monarcas no alcanzaron un verdadero dominio sobre los territorios, la falta

de sistemas adecuados de transporte y comunicación, además de la continua lucha por

justificar como válido el poder del emperador o monarca sobre la Iglesia, no lo

permitieron.8 Es por esto que no faltaron los políticos, pensadores, ejércitos y filósofos que

defendían o atacaban a uno o a otro lado.

En el siglo XVII lo que comenzó por ser una lucha religiosa se convirtió en la

Guerra de los Treinta Años (1618-1648), cuyo motivo central fue la disputa entre las

potencias europeas por encontrar un equilibrio. Al llegar el fin de la guerra y con ella la Paz

de Westfalia, el sistema feudal muere para dar inicio al sistema clásico internacional.

Surgen un conjunto de acuerdos basados en la soberanía de la nación-Estado que

consideraban válida la consolidación del poder soberano en los príncipes, reyes o monarcas,

pero además repudiaban cualquier sumisión a cualquier autoridad.9 Junto con estas nuevas ideas, nacen otros conceptos: la raison d´etat y el equilibrio de poder. Promulgado por el

cardenal Richelieu la raison d´etat “afirmaba que el bienestar del Estado justificaba

cualesquiera medios que se emplearan para promoverlo”10, pues a partir del egoísmo, los Estados encontrarían un equilibrio de poder. La búsqueda de sus propios intereses contribuiría a la seguridad y el progreso de los demás.11 Estos conceptos junto con las ideas del Renacimiento, liberarían al hombre de que la Iglesia fuera el eje de la vida y apoyarían a las monarquías nacionales en su búsqueda de identidad y soberanía.

Son los grandes pensadores de la época Renacentista los primeros en comenzar a

definir el concepto de soberanía. Nicolás Maquiavelo, fundador de la ciencia política

moderna, reconoce la necesidad de mantener el orden a través de un dictador institucional

que concentrara y ejerciera de manera efectiva el poder. Por lo tanto, la organización del

Estado estaría centralizada en un solo hombre soberano, que nombró “El Príncipe” título de

su obra maestra.12 Con la misma idea de defender la monarquía, en el siglo XVI

encontramos a Juan Bodino. Este filósofo-político francés realizó en su obra titulada “Los

Seis Libros de la República” un estudio acerca de las formas de gobierno de la antigüedad,

para así pasar a defender con elementos teóricos el poder monárquico francés. Bodino

consideraba que el Estado es un gobierno de varias familias, similar a la familia patriarcal

romana, que al unirse en asociaciones y conformar comunidades creaba lo que denominó el

Estado soberano. Sobre esta unión reinaba de manera incondicional e ilimitada quien

recibía el derecho de gobernar. Los reyes o soberanos detentaban de manera ilimitada el

poder, con la única excepción de ser responsables ante Dios y el Derecho Natural.13 Juan Bodino aporta a la humanidad el concepto de soberanía, definiéndola como la potestad absoluta, perpetua e indivisible de una república.14

A partir de esta definición el concepto ha trascendido, y en siglos venideros sólo encontramos reelaboraciones teóricas pertenecientes a la evolución del pensamiento político moderno. La posición Bodino se entiende en cuanto al momento histórico que vive. El Estado Nacional se consolidaba como una entidad política independiente del emperador y del Papa, y mediante su lucha por afirmar su existencia nace el concepto de soberanía. En la Edad Media, la monarquía es quien representará al Estado, y por lo tanto la soberanía recaía en el monarca.15 Esta ideología se vio nutrida por el mercantilismo, que gracias al descubrimiento de tierras en el nuevo mundo, la colonización y las riquezas extraídas se fortaleció a la par del Estado moderno.

La evolución de los conceptos se refleja en las ideas plasmadas por otros personajes.

Thomas Hobbes partió de la concepción de que el hombre es malo por naturaleza y colocó

al Estado como una necesidad. “El único camino para erigir un poder común capaz de

defender a los hombres contra la invasión de los extranjeros y las recíprocas injurias… es

conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o una asamblea de hombres… que puedan

reducir sus voluntades a una única voluntad”.16 Para Hobbes, los individuos ceden sus

derechos para construir el Estado o lo que él llama el Leviatán, “una visión antropomórfica

de un monstruo compuesto de una cantidad de pequeños seres humanos, poderoso, con

espada y cruz.”17 Este Leviatán surge para evitar el permanente estado de guerra y su

soberanía es “reconocida por los súbditos a quienes protege y de donde obtiene su legitimación.”18 Hobbes al igual que Bodino justifica el Estado absoluto, pero le da un

nuevo impulso al utilizarlo como un elemento creado por el pueblo vía el contrato social.

Con el fin del siglo XVII y la llegada del pensamiento liberal, comenzaron las

manifestaciones en contra de las teorías

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