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CAPITULO 23 TEORIA GENERAL DE LA OCUPACION, INTERES Y DIENRO

bettyvanegas9326 de Septiembre de 2012

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NOTAS SOBRE EL MERCANTILISMO , LAS LEYES SOBRE LA USURA , EL DINERO SELLADO, Y LAS TEORIAS DEL SUBCONSUMO

POR ESPACIO de unos doscientos años tanto los teóricos de la economía como los hombres prácticos no dudaron que una balanza de comercio favorable tiene particulares ventajas para un país y graves peligros la adversa, especialmente si se traduce en eflujo de los metales preciosos; pero durante los últimos cien años se ha presentado una notable divergencia de opinión. La mayoría de los estadistas y los hombres prácticos en casi todos los países, y cerca de la mitad de ellos aun en Gran Bretaña, cuna del punto de vista opuesto, han permanecido fieles a la antigua doctrina; en tanto que casi todos los economistas teóricos han afirmado que la preocupaci6n por tales problemas carece de base, salvo si se adopta un punto de vista muy estrecho, ya que el mecanismo del comercio exterior es de ajuste automático y los intentos de dirigirlo no solo son insignificantes, sino que empobrecen a quienes los practican, porque anulan las ventajas de la división internacional del trabajo. Será conveniente, de acuerdo con la tradición, llamar a la vieja opinión mercantilismo y a la nueva librecambio, aunque estos términos deben interpretarse con referencia al contexto, pues cada uno de ellos tiene un significado amplio y otro restringido. Hablando en términos generales, los economistas modernos no sólo han sostenido que con la división internacional del trabajo se obtienen, [333] por regla general, ganancias que superan a las que puede pretender la practica mercantilista, sino también que el argumento mercantilista se basa, de principio a fin, en una confusión intelectual. Marshall, por ejemplo, aunque sus referencias al mercantilismo no carecen totalmente de simpatía, sin embargo no tiene miramiento para su teoría central como tal y ni siquiera menciona lo que tiene de verdad en sus pretensiones, lo cual examinaré mas adelante.

D e l m i s m o m o d o l a s c o n c e s i o n e s concesiones teóricas que los economistas partidarios del libre cambio han consentido hacer en las controversias contemporáneas sobre, por ejemplo, el estímulo a las industrias nacientes o la mejoría de la relación de intercambio, no se refieren a la esencia real del argumento mercantilista, Durante la controversia fiscal del primer cuarto del siglo presente no recuerdo que los economistas hayan hecho concesión alguna al principio de que la protección podría aumentar la ocupación nacional. Quizá lo mas justo sea citar como ejemplo lo que yo mismo escribí. Todavía en 1923, como discípulo fiel y convencido de la escuela clásica que no dudaba entonces de lo que se me había ensenado ni tenía la menor reserva sobre esta materia, escribí: "Si hay algo que el proteccionismo no puede hacer, es curar la desocupaci6n... Hay algunos argumentos en favor de la protecci6n, basados en que' puede conseguir ventajas posibles pero improbables, para los cuales no hay respuesta, fácil. Pero pretender curar la desocupaci6n implica la falacia proteccionista' en su forma mas cruda y grosera."

Por lo que hace a la teoría mercantilista, mas antigua, no [334] se disponía, de una exposici6n inteligente, y se nos hizo creer que era punto menos que algo sin sentido. Tan absolutamente abrumadora y completa ha sido la dominaci6n de la escuela clásica. II Permítaseme exponer, en primer, lugar, lo que ahora me parece que hay de verdad científica en la doctrina mercantilista. Luego compararemos esto con los argumentos reales de los mercantilistas. Debe tenerse presente que las ventajas que se le atribuyen son declaradamente de carácter nacional y no es probable que beneficien al mundo en su conjunto.

Cuando un país esta aumentando su riqueza con cierta rapidez, el progreso que sigue a este estado venturoso de cosas puede interrumpirse, en condiciones de laissez-faire, por insuficiencia de estímulos para nuevas inversiones. Dado el medio social y político y las características nacionales que determinan la propensión a consumir, el bienestar de un estado progresivo depende esencialmente, por las razones que ya hemos explicado, de la suficiencia de tales estímulos. Éstos pueden encontrarse, ya sea en la inversión doméstica o en la exterior (incluyendo en ésta la acumulación de metales preciosos), que, juntos, forman la inversión total. Cuando el volumen de inversión total está determinado sólo por el deseo de ganancia, las oportunidades de inversión interior estaban regidas, a la larga, por la tasa de interés nacional, mientras que la magnitud de la inversión exterior está necesariamente determinada por el volumen de la balanza favorable de comercio. Así, en una sociedad donde no haya problema de inversión directa bajo la égida de la autoridad pública, los fines económicos, de que es razonable que se preocupe el gobierno, son la tasa de interés interior y la balanza de comercio exterior. [335] Ahora bien, si la unidad de salarios es relativamente estable y no está sujeta a cambios espontáneos de magnitud importante (una condición que casi siempre se satisface), si el estado de la preferencia por la liquidez es bastante fijo, tomado como promedio de sus fluctuaciones de periodo corto, y si los convencionalismos bancarios son también duraderos, la tasa de interés tenderá a estar regida por la cantidad de metales preciosos, medida en unidades de salarios, disponible para satisfacer el deseo de liquidez de la comunidad. Al mismo tiempo, en una era en que los préstamos sustanciales al exterior y la propiedad directa de riqueza situada en el exterior son escasamente practicables, las alzas y bajas en la cantidad de metales preciosos dependerán principalmente de si la balanza comercial es favorable o desfavorable. De este modo ocurre que la preocupación de las autoridades por una balanza comercial favorable sirvió a ambos propósitos; y fue, además, el único medio disponible de promoverlos. En una época en que las autoridades no tenían control directo sobre la tasa de interés interior o los otros estímulos a la inversión nacional, las medidas para aumentar la balanza comercial favorable eran el único medio directo de que disponían para reforzar la inversión extranjera; y, al mismo tiempo, el efecto de una balanza de comercio favorable sobre la entrada de los metales preciosos era su único medio indirecto de reducir la tasa de interés doméstica y aumentar así el aliciente para invertir dentro del país. Hay, sin embargo, dos limitaciones al éxito de esta política, que no deben olvidarse. Si la tasa de interés nacional desciende tanto que el volumen de inversión reciba estímulo suficiente para elevar la ocupación a un nivel que pase por algunos de los puntos críticos en los cuales sube la unidad de salarios, el aumento en el nivel de costos interior empezará a reaccionar desfavorablemente sobre la balanza de comercio exterior, de manera que el esfuerzo para aumentar esta última habría ido mas lejos de lo conveniente y se habrá neutralizado a si mismo. Nuevamente, se la tasa de interés interna [336] cae tan bajo en relación con las tasas de interés en cualquier otra parte y esto estimula un volumen de préstamos al extranjero que sea desproporcionado a la balanza favorable, esto puede ocasionar un eflujo de metales preciosos suficiente para hacer que se contraríen las ventajas previamente obtenidas. El riesgo de que entre en acción una u otra de estas limitaciones sube de punto cuando un país es grande y de importancia internacional, debido a que, cuando la producción corriente de metales preciosos en las minas sea relativamente en pequeña escala, un influjo de dinero a un país significa un eflujo en otro; de manera que los efectos adversos de los costos crecientes y ]as tasas de interés descendentes en el interior puedan reforzarse (si la política mercantilista se lleva demasiado lejos) por los costos decrecientes y las tasas de interés ascendentes en el exterior. La historia económica de España de fines del siglo XV y durante el XVI da el ejemplo de un país cuyo comercio exterior fue destruido por el efecto de una excesiva abundancia de metales preciosos sobre la unidad de salarios. Gran Bretaña, en los años de pre-guerra del siglo XX, proporciona un ejemplo de país en que las excesivas facilidades para los préstamos al exterior y la compra de propiedades en el extranjero impidieron a menudo la baja de la tasa de interés que era necesaria para asegurar ocupación plena en el interior. La historia de la India en todos los tiempos ha dado el ejemplo de un país de tal manera empobrecido a consecuencia de una preferencia por la liquidez tan apasionada que ni siquiera un influjo enorme y crónico de metales preciosos ha sido suficiente para abatir la tasa de interés a un nivel compatible con el crecimiento de la riqueza real. Sin embargo, si consideramos una sociedad que tenga una unidad de salarios hasta cierto punto estable y características nacionales que determinen la propensión a consumir y la preferencia por la liquidez y un sistema monetario que ligue de una manera rígida la cantidad de dinero con la existencia de metales preciosos, será esencial para el [337] mantenimiento de la prosperidad que las autoridades presten mucha atención al estado de la balanza comercial, porque una balanza favorable será extremadamente alentadora a condición de que no sea demasiado grande; mientras una desfavorable puede producir pronto un estado de depresión persistente.

De esto no se deduce que el grado máximo de restricción de las importaciones será el que promueva el máximo favorable de la balanza comercial. Los primeros mercantilistas pusieron gran énfasis sobre todo esto y con frecuencia se les ve oponiéndose

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