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Calidad Y Equidad


Enviado por   •  15 de Enero de 2014  •  2.215 Palabras (9 Páginas)  •  372 Visitas

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REFLEXIONES INICIALES SOBRE EL CONCEPTO DE CALIDAD EN EDUCACIÓN

Mercedes Muñoz Repiso Izaguirre

Hablar de calidad en educación es adentrarse por senderos de indefinición y

controversia, porque es un término que usamos con demasiada frecuencia, dando por

supuesto que todos sabemos a qué se refiere pero, probablemente, con un alto grado

de polisemia. Se podría aplicar al concepto de calidad lo que San Agustín, en el libro

XI de sus Confesiones, decía del tiempo: “cuando no me preguntan, sé lo que es;

cuando me preguntan, no lo sé”. O, como también dice Pirsig, “sabemos y no sabemos

lo que es calidad, solo sabemos que unas cosas son mejores que otras” . Pero ¿en

qué y para quién son mejores o peores? Esta falta de definición explícita lleva a la

ambigüedad y a usar el concepto de calidad en muy diferentes sentidos, para nombrar

realidades y aspiraciones tan distintas que pueden ser hasta contradictorias entre sí.

Además, actualmente existen ciertos riesgos respecto a este tema: por un lado, la

apropiación ideológica del discurso de la calidad por la “nueva derecha”

(identificándola con los niveles de excelencia en lo académico y con la rentabilidad de

las inversiones en lo económico); y, por otro, el reduccionismo tecnicista (asimilando el

concepto de calidad a las estrategias para lograrla, a la gestión de calidad y demás

técnicas). Estas simplificaciones en otros ámbitos pueden resultar más o menos

discutibles, pero desde luego en el de la educación son inadmisibles. En este terreno

no se puede aplicar el esquema agente/cliente/producto y considerar que calidad

equivale a satisfacción del cliente, como suele hacerse en el ámbito de la producción

de bienes y servicios. Tampoco puede asimilarse la calidad a buenos resultados

académicos, sin tener en cuenta otro tipo de consideraciones. Porque la educación es

un fenómeno social extremadamente complejo, donde los papeles no están tan

nítidamente repartidos, los procesos no se reducen a la mera gestión de recursos y los

productos no son totalmente mensurables de manera cuantitativa.

Por todo esto, quizá no venga mal detenerse un poco en desmenuzar algunos

aspectos importantes que integran el concepto de calidad, para entendernos más allá

de tópicos, pre-juicios y reduccionismos. Las fuentes de ambigüedad en los

planteamientos y en la búsqueda de la calidad en educación son muy diversas, entre

otras, los posibles puntos de vista de los interlocutores (que, como decíamos, pueden

partir de posturas diametralmente opuestas) y los ámbitos de referencia (porque es

muy diferente estar pensando en la calidad que ha de alcanzar el sistema educativo en

su conjunto o en el caso concreto de un centro docente). Pero, sobre todo, los

mayores equívocos residen en la mezcla de planos de análisis de la cuestión.

El concepto de calidad educativa tiene dos caras complementarias: la de los

fines (qué sentido tiene la educación, para qué y para quien se educa, qué tipo de

resultados se quiere lograr) y la de los procesos o medios (cómo y con qué recursos

se puede llevar a cabo una mejor educación). Ambas forman parte indispensable de lo

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que se entiende por la calidad, que no consiste sólo en una estrategia para realizar

eficazmente una serie de tareas, sino en alcanzar unos objetivos valiosos, dirigirse a

metas que valgan la pena en sí. Porque, en el fondo, lo que se juega en el concepto

de calidad educativa es la definición misma de la educación. (Sammons, Thommas &

Mortimore (1997). La segunda cara pertenece al plano técnico, regido por el saber que

la investigación y la praxis educativa han ido construyendo. Es el terreno de la eficacia

en la gestión de los recursos para lograr las metas propuestas, pero por sí mismo no

garantiza la calidad, porque el conocimiento técnico puede ser aplicado a fines

irrelevantes o, incluso, perversos. La primera cara, en cambio, se sitúa legítimamente

en un terreno ideológico, pertenece al mundo de los valores y, por tanto, tiene un

ineludible componente ético. Aunque, con frecuencia, los planos se mezclan y la

ideología, disfrazada de asepsia, invade el terreno de lo técnico, a la vez que la

vertiente de las finalidades propiamente educativas queda desierta.

En todos los ámbitos de la educación, sea el sistema en su totalidad, las

instituciones académicas o la relación concreta de enseñanza-aprendizaje en cada

aula, es necesario repensar fines y medios en conjunto. El “lavado de fachada”

consistente en seguir haciendo lo mismo con otros medios no es suficiente para dar

respuesta a la profunda exigencia de cambio cualitativo de la educación. Porque

mejorar alguno de los elementos del proceso educativo sin definir cuál es la finalidad

que

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