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Concepción De La Realidad En términos De Reconocimiento De género


Enviado por   •  31 de Octubre de 2012  •  2.411 Palabras (10 Páginas)  •  463 Visitas

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Concepción de la realidad en términos de reconocimiento de género

En el último tiempo la sociedad avanzó tanto tecnológicamente como intelectualmente, y entre estos avances logró superar diferencias de género que se habían remarcado durante la modernidad. Dichas transformaciones son bien demostradas en reiterados ámbitos tales como el laboral, en la repartición de tareas en lo que al hogar y los hijos respecta y en los modos de publicidad. A pesar de todo lo expuesto anteriormente, ya no es la sociedad en sí, sino algunos tipos de discursos los que todavía siguen resaltando tales diferencias, y por lo tanto siguen dando lugar al machismo que tan reiteradas veces ponen en tela de juicio.

Primeramente, es necesario dejar en claro la manera en que concebimos o entendemos algunos de los conceptos claves en el desarrollo de la siguiente exposición. Así, resulta esencial tener en cuenta el hecho de las “interpretaciones culturales”. De aquí se van a desprender otras concepciones como son la de masculinidad, entendida como un concepto que es definido culturalmente, por lo tanto, variable en cada cultura, al igual que las prácticas que hacen a la masculinidad que existen en cada una de éstas. De igual modo, el género también tiene diferentes interpretaciones culturales, es un producto histórico reciente, y no un producto biológico; viene a ser una construcción social en relación al poder, de la que se desprenden los conceptos de orden de género o régimen de género, que dan lugar a diferentes prácticas, ya que son las diferentes maneras en que las sociedades transforman las nociones de masculinidad y feminidad en relación al poder.

Mientras que el sexo se refiere a la identificación biológica entre machos y hembras; el género hace referencia a los aspectos sociales adscritos a las diferencias sexuales. Éste está presente en toda la vida social y tiene una enorme influencias en la visión que tenemos de nosotros mismos, en nuestras relaciones con los demás, y en cómo nos desenvolvemos en la vida diaria. El género, sin embargo, es mucho más que una mera distinción social entre sexos: implica un sentido de jerarquía y de poder; y se refiere a los contenidos sociales de la masculinidad y la feminidad; o sea, es una concepción que enfatiza los aspectos sociales.

De todo esto se engendran otras acepciones que hacen al entendimiento de las diferencias entre género y sexo y a la forma en que actuamos según tales conceptos y diferencias. Así, la identidad de género resulta entenderse como el estado psicológico en el que se encuentra una persona cuando dice “soy hombre” o “soy mujer”; mientras que el rol de género se refiere al aprendizaje y puesta en práctica de las prácticas sociales asociadas a un determinado género. El contenido concreto de estas prácticas puede variar enormemente de una cultura a la otra. Y, por último, la representación de género implica la manera en que el individuo expresa su masculinidad o su feminidad.

Si bien, se supone, ambos sexos deben tener igualdad de condiciones y reconocimiento, muchas veces las diferencias tanto de sexo como de género están firmemente presentes ya sea en prácticas sociales, como en la interpretación o lectura que las mismas entidades sociales y los individuos hacen de tales prácticas.

En este sentido se puede decir que las normas y declaraciones de la ONU (1993) resultan igualarse a los confrontativos discursos feministas, en tanto que en sus declaraciones sobre la violencia siempre refieren a la violencia que es ejercida contra la mujer, como esquivando o anulando la realidad, en la cual los hombres no siempre resultan los victimarios, sino que otras tantas veces son las víctimas de los hechos violentos.

Todas estas son formas de exaltar, exagerar, y hasta crear nuevas diferencias que, lejos de igualar al hombre y a la mujer en sus condiciones, derechos y obligaciones, lo único que logran es perpetuar el machismo existente desde la época de la modernidad en las formas del patriarcado, el sexismo y la estratificación de género.

Para aclarar ésta idea, vale tomar en cuenta las acepciones de la ONU en el informe sobre la violencia en del año 1993, como el “Estudio multipaís de la OMS sobre salud de la mujer y violencia doméstica contra la mujer” que lanza en el año 2005.

La ONU define a la violencia contra la mujer como todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o que pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como la amenaza de tales actos, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada. Se entiende que la violencia a la mujer abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos:

a) La violencia física, sexual y psicológica que se produce en la familia (…).

b) La violencia física, sexual y psicológica perpetrada dentro de la comunidad en general (…).

c) La violencia física, sexual y sicológica perpetuada o tolerada por el Estado, donde quiera que ocurra (…).

En el segundo caso se ha de resaltar el hecho de que, si bien el informe trata sobre la violencia doméstica, se dirige específicamente a la mujer como víctima de ésta y no a ambos sexos, considerándolos igualmente susceptibles a la situación.

Para contrarrestar esta posición se reconocen a los autores Reynaldo Perrone y Martine Nannini, quiénes en su libro “Violencia y abusos sexuales en la familia” definen la violencia como un fenómeno no individual, sino interaccional, y entienden que en este actos de hayan implicados ambas partes y son igualmente responsables (en un sentido interaccional, no legal); dando por sentado que todo individuo adulto, con capacidad suficiente para vivir de modo autónomo, es el garante de su propia seguridad. Si no asume esta responsabilidad, estimula los aspectos incontrolados y violentos de la otra persona, con lo que organiza y alimenta su interacción de carácter violento. Esta idea nos permite concebir las relaciones humanas desde un punto de vista transaccional en donde cada individuo debe realizar operaciones tendientes a garantizar su seguridad personal. Si la persona no efectúa tales operaciones, las transacciones se organizan de modo tal que se vuelve posible la aparición de la violencia. Los autores también entienden que cualquier individuo puede llegar a ser violeto, ya que la violencia y la no violencia corresponden, ambas, a una situación de equilibrio inestable en un mismo individuo. Éste no es de por sí violento, pero en determinado contexto o situación puede llegar manifestar violencia.

Es notorio que los autores, en su definición y explicaciones,

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