Convence En 90 Segundos
RegiVR13 de Julio de 2015
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imaginación, para que puedas extraer el
mayor potencial a cualquier relación.
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El fracaso no existe, solo existe la relación
Mi primer empleo fue como asistente personal de Francis Xavier Muldoon, a la sazón director de
publicidad de Woman, el semanario de mayor circulación del Reino Unido. Allí aprendí el “evangelio
según Muldoon”, que sostiene que las primeras impresiones preparan para el éxito mucho mejor que
la clase, las credenciales y la formación académica. De hecho, a los dos segundos de conocer a
alguien ya hemos decidido cómo nos responderemos mutuamente. En los 88 segundos restantes
confirmamos y afianzamos la relación, y establecemos la forma en que nos comunicaremos en lo
sucesivo. Esta teoría parte de una observación sencillísima de Muldoon: cuando caes bien, la gente
ve lo mejor de ti. Cuando caes mal, tiende a ver lo peor.
A partir de aquí se extraen leyes prácticas que guían nuestro comportamiento para sacar el mayor
provecho a nuestras relaciones profesionales. Primero, cuando conozcas a alguien, míralo a los ojos y
sonríe para expresar interés y sinceridad a través del lenguaje no verbal. El contacto visual envía una
señal inconsciente de confianza, aunque según cómo se produzca puede expresar superioridad (si se
levanta la cabeza) u hostilidad (mirada fija e inflexible). En cambio, desviar la mirada transmite
debilidad. Los ojos irradian autoridad y proporcionan dirección, objetivo y significado a tu mensaje.
Pero ¿es posible sostener la mirada y sonreír por encargo? Sí, gracias a estos dos ejercicios. Durante
un día anota mentalmente el color de los ojos de todas las personas con las que te encuentres. Así
aumentarás tu autoconfianza y mejorarás el contacto visual y las técnicas de relación. Además,
colócate a 25 cm del espejo, mírate a los ojos y pronuncia la palabra “estupendo” en varios tonos
distintos, por ejemplo enfadado, sensual, suave, etc. Hazlo una vez al día durante tres. La próxima
vez que vayas a conocer a alguien, repítete “estupendo” tres veces y verás que te sale una sonrisa.
A los tres días de trabajar con mi primer jefe tenía la sensación de conocerlo de toda la vida. Era el
resultado de la segunda ley de Muldoon, la adaptación. Como nos gusta la gente que se nos parece,
sincronizarnos con el otro nos permite formar parte del mismo grupo. Cuando adaptamos
conscientemente nuestros comportamientos, actitudes, expresiones y gestos a los de los demás, los
hacemos sentirse cómodos. Las personas más proclives a salir adelante son las que conocen y
entienden a muchas otras dentro de su empresa o sector. Son los camaleones.
Pero la conexión inicial no basta. También tenemos que convencer, y para eso está la tercera ley de
Muldoon: capta la imaginación y seducirás el corazón. Convencer es hacer que los demás deseen
hacer lo que tú quieres que hagan, y eso requiere confianza. Para conseguirlo, debemos presentar
nuestra postura o propuesta de forma lógica, y a continuación apelar a la imaginación para llegar a la
emotividad de nuestro interlocutor. Confianza, lógica y emoción, estos son los tres niveles que
garantizan una comunicación efectiva.
La puesta en práctica de estas leyes exige que todas nuestras acciones estén guiadas por el principio
KFC, por sus siglas en inglés. Significa saber (know) lo que quieres, averiguar (find out) lo que estás
logrando y cambiar (change) tu modo de actuar hasta conseguir lo que deseas. Define lo que quieres
en términos positivos, presta atención a las respuestas que recibes y prueba enfoques distintos, no
repetitivos, hasta alcanzar tu objetivo.
Para aplicar este principio, fíjate en tres cosas que no te gusten de tu empresa. Enúncialas de modo
positivo. No digas “No quiero oír las conversaciones telefónicas de los demás”, sino “Quiero trabajar
en un lugar silencioso que me permita concentrarme”. Cuando sepas lo que quieres, actúa con
creatividad y flexibilidad, y prueba soluciones distintas, como llevar auriculares o tapones, hablar
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con la persona que te distrae o decirle a tu jefe que serías más productivo en un entorno silencioso.
Obtén todas las respuestas posibles y cambia tu enfoque hasta obtener lo que deseas.
También debes comenzar a crear memorias futuras. Elige un momento concreto y razonable, y
recrea todas sus sensaciones. La infinita capacidad organizativa de tu mente subconsciente te sirve
mejor cuando puede ver, oír y sentir lo que quieres en vez de programarse con objetivos verbales.
Conectar con la naturaleza humana
Cuando saludas a un extraño, él decide inconscientemente si sale corriendo, pelea o se queda
contigo. Todo lo demás está influido por esos instantes iniciales. Ya que no podemos evitar que la
gente formule juicios instantáneos, al menos podemos lograr que esos juicios operen a nuestro favor.
Gracias a Muldoon aprendí que debemos ajustar nuestras señales no verbales para que nuestro
interlocutor se sienta cómodo, seguro y confiado.
En los primeros contactos, el instinto animal nos hace estar alerta y decidir si debemos luchar o huir.
Sin embargo, es posible neutralizar esa reacción y estimular los juicios inmediatos favorables. En
primer lugar, hay que saber que nos sentimos atraídos por quienes desprenden salud y vitalidad, por
los que aportan energía. Todos emitimos señales no verbales que transmiten impresiones positivas o
negativas. Estas impresiones pueden generar juicios erróneos en los demás.
Entre las impresiones positivas están las de hablador, abierto, interesante, fiable, sereno, persistente,
amigable y cuidadoso. Y entre las negativas, callado, cerrado, aburrido, etc. Elige a una persona que
creas que tiene aspectos negativos y pregúntale dónde está algo. Fíjate en su respuesta. ¿Confirma o
desmiente tu juicio inicial? Haz lo mismo con alguien que parezca poseer aspectos positivos. Observa
a algún compañero de trabajo y evalúalo como si fuera la primera vez que lo ves. ¿Concuerda con lo
que ya sabes de él? Busca fotos antiguas y recientes de ti mismo y observa qué pistas dabas y qué
pistas das. ¿Qué sugieren de ti y de tu entorno? Cada vez que alguien no cumple tus expectativas,
vuelve a mirar a esa persona con ojos más amables. Quizá te sorprenda.
Un error que debemos evitar al conocer a alguien es invadir su espacio personal. Las intrusiones
inesperadas son negativas, sobre todo por sorpresa. Para aprender a calcular los espacios personales
ajenos, elige a un amigo y colócate a seis metros de él. Camina lentamente hacia él manteniendo el
contacto ocular y pídele que haga un gesto con la cabeza o que diga “ahora” cuando entres en su
espacio social. ¿Has podido anticipar su respuesta con solo observar su lenguaje corporal? Sigue
avanzando y dile que te avise cuando hayas entrado en su espacio personal. Continúa caminando
hacia él y dile que te señale con un gesto que has entrado en su espacio privado. ¿Pudiste anticiparlo?
Cambia los papeles.
Así llegamos al ABC de la comunicación no verbal: actitud, lenguaje corporal (body language) y
coherencia. Como los gestos dirigen el comportamiento, antes de hablar podemos neutralizar las
impresiones negativas y contagiar nuestra conducta. Las actitudes más útiles, las atractivas, se
engloban en tres: entusiasta, curiosa y humilde. El entusiasmo es hipnótico y magnético, así que
contagia ilusión, energía y vitalidad. Por otra parte, mantente abierto a tu curiosidad innata.
Muéstrame a un hombre de negocios que desee asimilar más acerca de lo ocurre a su alrededor y
tendrás a alguien evolucionado. Por último, las personas más exitosas tienen un gran ego, pero se las
arreglan para reprimirlo y transmiten una imagen pública modesta, sencilla y servicial.
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El aburrimiento, la hostilidad y la impaciencia son inútiles. La colaboración, el compromiso y la
valentía son útiles; el sarcasmo, la timidez, la ansiedad y el desánimo son inútiles. Una persona
cálida, servicial y relajada es útil; una persona arrogante e irrespetuosa, no. Elige varias actitudes
útiles, cierra los ojos y piensa en un momento en el que te hayas sentido así. Selecciona una actitud
favorita y revive lo que viste, oíste, sentiste, oliste y hasta a qué te supo aquello. Rememóralo todo,
imprégnate y realiza el ejercicio de la sonrisa en tonos osados y audaces manteniendo todas las
sensaciones de aquel momento. Así es como debe vivirse una conducta realmente útil.
En cuanto al lenguaje corporal, debe ser abierto. ¿Cruzas los brazos y las piernas mientras mantienes
el contacto ocular con otra persona? Siéntate erguido, inclínate hacia delante y relaja y suelta los
hombros. Las manos ocultas, los puños apretados, la mirada esquiva y manosear algo nerviosamente
es una expresión corporal que transmite incomodidad, rechazo y aprensión. Un solo gesto no
transmite ningún mensaje, pero la combinación de dos
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