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Dimensión Histórica De La Perspectiva Intercultural, Educación, Estado Y Sociedad

wera1913 de Noviembre de 2013

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1. Dimensión histórica de la interculturalidad

Históricamente, en el contexto del continente americano, la confrontación violenta entre culturas diferentes, ocurrió entre los conquistadores europeos y los pueblos autóctonos. Fue un proceso que se inició con la conquista colonial. Esta experiencia tuvo las características propias al colonialismo, marcado por el genocidio, el etnocidio y de destrucción de recursos naturales, que se prolongó durante siglos, en el cuadro de un proceso de dominación y de exclusión, cuyas huellas de discriminación y despotismo existen hasta nuestros días.

Los seres humanos somos el producto de diferentes mestizajes ocurridos en las diversas épocas de la historia de las civilizaciones (Laplantine & Nouss, 1977). Este proceso se desarrolla al interior del marco de una extraordinaria diversidad ecológica, de la cual emergió la diversidad cultural, a pesar de la pertenencia del hombre a una sola especie biológica (LANGANEY, VAN BLIJEMBURG & SANCHEZ-MAZAS, 1992). En esta perspectiva, toda pretensión de pureza biológica es insensata: cada uno de nosotros posee un historial genético único. La historia de las sociedades humanas está asociada a la historia de las migraciones, a los contactos culturales que han sido fuentes de múltiples influencias. Estos encuentros han tenido características diversas: ya sea de rechazo y confrontación, ya sea de intercambios pacíficos y de mutuos aprendizajes. Las culturas se han construido y modificado en contextos dinámicos. Igualmente las comunidades, así como los individuos, en tanto que participantes en las interacciones de sus existencias, han estado sometidos a influencias y a condicionamientos múltiples, que han determinado la construcción de sus identidades de diferentes formas.

Actualmente, el proceso de globalización de la economía así como la revolución tecnológica de las comunicaciones y de la información multiplican los contactos en muchos terrenos. Ahora bien, si la política neoliberal facilita, de un lado, el libre trafico de mercancías, del otro, impone múltiple barreras y restricciones al libre tránsito de las personas: el planeta se convierte en una “aldea” llena de contrastes en el ámbito planetario (CHOMSKY & DIETRICH, 1998; FLEURI, 2002; HALLAK, 1998; HOBSBAWM, 1999; 1996; RAMONET, 1997. Mas allá de los intereses de la geopolítica de los grupos hegemónicos, los más de 6 mil millones de seres humanos, vivimos bajo el mismo cielo y en la misma “casa”. La pregunta es: ¿Cómo podríamos hacer para vivir juntos? ¿Cómo hacer para respetarnos y aprovecharnos mutuamente de nuestra diversidad y de nuestras diferencias? Es ahí donde reside el eje central de la perspectiva intercultural de la historia humana contemporánea (DEMORGON, 1998; DEMORGON, 1999).

La manera actual de cómo se desarrollan las sociedades contemporáneas es un hecho intercultural en contextos históricos bien diferentes: descolonizaciones, guerras, genocidios, crisis económicas, migraciones, formación de bloques regionales, como MERCOSUR, construcción de la Comunidad Europea o imposición norteamericana de la ALCA, mutilaciones socio-económicas y culturales, destrucción del mercado de trabajo y exclusión. Es en estos contextos, asociando lo trágico a lo complejo, donde se articula lo local con lo global y es en este contexto histórico, donde se produce la consiguiente pérdida de referencias y certitudes. (MARIN, 2002).

2. El aporte de la interculturalidad: entre identidad y alteridad

El espacio intercultural nos compromete a una reflexión de base en vista de imaginar una pedagogía apropiada a las sociedades pluri-culturales. La comunicación se construye entonces sobre la base del respeto de la diversidad y de la diferencia, permitiendo desarrollar una percepción del mundo en tanto que espacio histórico, donde la exploración no es dada para compartir. El hecho de reconocer y de respetar la existencia de la alteridad, que nos obliga a reflexionar a los problemas referentes a la calidad de nuestras relaciones. Esta reflexión toca a la sociedad, a sus contrastes e injusticias y a la escuela, en tanto que institución intermediaria entre la sociedad y el Estado y, en consecuencia, mediadora de la diversidad cultural, social y lingüística.

Cada cultura construye su propia visión del mundo y puede pretender considerarla como universal en una perspectiva etnocéntrica. Como lo afirma Camilleri: “El hecho de centrarse sobre su propia cultura ha sido observado por los antropólogos. Las culturas son auto-centradas; cada una procede de un modelo de partida en relación de la cual sus representaciones y sus valores son justificados” (CAMILLERI, 1993, p.35).

La implicación social de nuestra vida cotidiana y la interacción de nosotros con los otros, ponen en discusión nuestras identidades; esta puesta en discusión engendra una inseguridad que impide la dinámica intercultural. En consecuencia, podemos imaginar la dificultad que existe para que la descentración cultural indispensable se reencuentre en la reflexión intercultural, teniendo en cuenta la complejidad de la realidad y las exigencias éticas que acompañan la aplicación de esta reflexión. No nos podemos limitar a luchar contra los prejuicios, la intolerancia, el etnocentrismo, el nacionalismo y el racismo. Tampoco nos podemos contentar con la simple descripción o comparación de la realidad social, sin comprometernos en la búsqueda de mecanismos que faciliten el respeto de la pluralidad cultural de nuestras sociedades; el sentimiento de mutua seguridad es, sin duda, el punto de partida para todo reencuentro.

Los aportes de la reflexión intercultural son aplicables en muchos dominios a partir de la historia del encuentro entre la identidad y la alteridad, del dialogo de nosotros con los otros, en una perspectiva que permite el reconocimiento de lo que es común a todos. La perspectiva intercultural permite imaginar la existencia de otras formas de percepción de los conocimientos y otras posibilidades de interpretar la realidad. Lo que toca la dimensión epistemológica. La visión interdisciplinaria y transversal que utiliza la perspectiva intercultural permite el reencuentro con los múltiples rostros de la sociedad, lo que nos permite comprender su complementariedad, en vista de una integración participativa.

Actualmente, ciertas concepciones originadas por el etnocentrismo colonial sobreviven como verdades (tales como: la existencia de razas, la jerarquización biológica y cultural) aún cuando los últimos descubrimientos de la Genética de poblaciones nos permiten afirmar que todos los seres humanos pertenecemos a la misma especie biológica; aún cuando cada uno es diferente del otro. Esta diversidad y diferencia no es un problema, sino una característica determinante para preservar la continuidad de la especie humana. (LANGANEY, BLIJEMBURG & SÁNCHEZ-MAZA, 1997).

3. El concepto de cultura

El concepto de cultura permite una mejor interpretación de la naturaleza humana, los individuos son el producto de la interacción entre su herencia natural y el medio cultural en el que han sido, y son socializados. Somos el producto de un vasto proceso de acumulación de conocimientos determinados por las diferentes oportunidades y experiencias que forman la historia de vida de cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros es el producto de contextos históricos y culturales, en los que somos capaces de reconocernos y sobre los cuales se construye nuestra identidad; contextos dinámicos, complejos y llenos de riqueza a partir de los cuales, tratamos de adaptarnos constantemente. Las identidades no son definitivas, ni rígidas, ni exclusivas. Si no, pueden ser múltiples (MAALOUF, 1998). Nosotros somos los otros, por que nos construimos con ellos. La riqueza nos viene de la interacción, del ínter - aprendizaje que realizamos con los demás. Somos histórica y culturalmente productos colectivos.

Si la cultura puede constituir un recurso muy valioso para nuestra dignidad e independencia, ésta puede también convertirse en un obstáculo infranqueable - una suerte de camisa de fuerza – según la utilización que hagamos de la misma. La cultura puede convertirse en la negación del individuo. Si nuestras culturas son puertas abiertas al desarrollo humano, pueden asimismo constituir trampas. El etnocentrismo sobre el que cada cultura prueba de apoyarse puede convertirse en la afirmación de una identidad exacerbada y producir efectos perversos, llegando incluso a justificar injusticias de todo tipo en la relación de unos con los otros. La historia humana esta llena de ejemplos de estas perversiones.

La cultura se traduce en tradiciones y comportamientos que se expresan a través de sistemas simbólicos, de códigos, de sistemas de valores, de técnicas. Todo este proceso construye identidades. Es a partir de este contexto, donde se origina la “primera cultura”, a partir de la cual, los individuos pueden “negociar” constantemente la adaptación a los condicionamientos o la imposición de las influencias, de los aprendizajes, que ejerce el mundo externo sobre la historia de sus vidas cotidianas. Es en este proceso donde se anudan los lazos entre el individuo y su cultura de origen, confrontada a las interacciones que desbordan ampliamente todo determinismo cultural. Nosotros hablamos de la cultura en plural, mas allá de toda clasificación jerárquica. Cada pueblo se ha interrogado sobre el sentido de su existencia, sobre la muerte, sobre la salud o sobre sus relaciones con la naturaleza o incluso sobre la transmisión de sus conocimientos en diferentes campos; y, se han preguntado también de cómo transmitirlos.

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