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El campesinado fusagasugueño y el cerro fusacatán


Enviado por   •  19 de Octubre de 2012  •  Ensayos  •  1.657 Palabras (7 Páginas)  •  416 Visitas

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EL CAMPESINADO FUSAGASUGUEÑO Y EL CERRO FUSACATÁN

Por:

Aura Lilia Ferreira

La historia del cerro Fusacatán es, en parte, la historia del campesinado fusagasugueño. El tránsito de lugar sagrado, frontera con las comunidades nativas del altiplano cundiboyacense, al de proveedor de energía, abastecedor de productos de exportación y finalmente, lugar despreciado por los citadinos.

Su valor ancestral

La madre tierra, respetada, venerada y admirada por los indígenas que en estas tierras habitaban, dio origen a los padres de este escarpado valle: el padre, el cerro tutelar por excelencia, el Fusacatán, atravesado en sus entrañas por el motor de la vida, el agua; la madre, a Quininí, encantadora, seductora de la noche, allí acaban los días, allí es la frontera, el lugar honrado. Fusagasugá se parió en medio de los dos, no es en vano que la traducción de la palabra Fusagasugá fuera según algunos escritores “pueblo al pie de la montaña, aquí se observa la reverencia a un accidente geográfico, como símbolo del origen de un pueblo.

El cerro Fusacatán, que es todo un sistema montañoso -no sólo la parte más alta- fue el escenario de rituales indígenas, pues desde allí se divisa todo el valle (de aproximadamente 40 kilómetros), sin contar que está más cerca al cielo. Algunas leyendas todavía recuerdan esa magnitud, no en vano, lo s mohanes siguen guardando una laguna o el cerro adquiere vida cuando la agreden su sangre, el agua. En adición a lo anterior, estaban los caminos, que se presentaban como arterías bajando del cerro, eran conductos por donde la diversidad se respiraba, cuando los muiscas descendían con la sal y las mantas, para encontrar en la zona más plana, el oro, la miel y los cueros, provenientes del otro lado de la Quininí.

Los españoles arribaron por las vértices de los padres, el Fusacatán y la Quininí; los hicieron suyos, poniéndoles nombres en español, hasta el punto de que poco se sabe hoy de su significado. Pero la dominación no se detuvo allí. Se convirtió el Fusacatán en punto militar, lugar para evitar que los indios flecheros -panches y pijaos- ingresaran al antiguo territorio muisca, que por ese entonces ya era propiedad del rey de España.

La región, olvidada por cerca de dos siglos, era considera solamente cada seis meses para cobrar el tributo y fue albergue de españoles pobres que al no poder construir su ciudad -Altagracia- se ruralizaron, es decir, encontraron en lo que hoy llamamos campo su subsistencia, a pesar de sus apellidos, su pobreza seguía latente: no había metales preciosos y la mano de obra era reducida, traducción de riqueza en el periodo colonial. Pero con los españoles, llegaron como dijimos la letra, la palabra dominante, entonces la ciudad se volvió el lugar bueno por excelencia, mientras el campo era representación de oscuridad, de penumbra y a veces, porque no, de maldad.

Pero a fines del siglo XVIII, se iniciaría la convalecencia del Fusacatán, ya había sido herido cuando los españoles decidieron atravesarlo con un camino para herradura, ahora el descubrimiento de la quina en 1783 por parte de Antonio de la Torre y Miranda, atraería la Expedición Botánica completa, inclusive a José Celestino Mutis, recordado escuetamente por haber estado en la Hacienda de La

Palma y ser padrino de unos niños de estas tierras. Ese descubrimiento, justamente en el cerro Fusacatán (aunque también existía en el cañón del río Chocho), cambió su vida, allí empezaría su deforestación. Mutis marchó hacia Fusagasugá para indicar la forma de recolectar adecuadamente la corteza de mencionado arbusto, pero a su muerte las directrices cayeron en desuso, primando llenar los bultos no importará el producto, hasta externar la quina del cerro y buena parte de la región.

La pobreza no dejó pensar, la educación no existió, y el cerro fue cambiando su color. Hasta que a mediados del siglo XIX ya no se podía encontrar nada de la dichosa quina, que había puesto el nombre de Fusagasugá en Europa, pues la madre tierra de estos lares había salvado cientos de vidas al otro lado del mar contribuyendo al desarrollo industrial.

La producción de quina, como dice Marco Palacios, animó la compra de tierras en esta zona, largas extensiones de baldíos fueron vendidos por el gobierno nacional, sin saber muy bien sus límites y mucho menos la existencia de habitantes. Ese fue el inicio de lo que luego se conocería como los conflictos agrarios de los años veinte y treinta del siglo XX, poco estudiados por nosotros y mucho menos enseñado a nuestros niños, la ignorancia nos ha hecho pensar que ese es un pasado guerrillero, maligno por excelencia. Lejos estamos de la realidad.

Esa apropiación fue incongruente, hasta el punto que las tierras comunales, en buena parte ubicadas en el cerro Fusacatán pasaron a manos privadas, los mandatarios

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