Formación Docente
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3. FORMACIÓN DEL PROFESORADO, DESARROLLO PROFESIONAL E
Conferencia impartida en el seno del II Seminario Internacional sobre Evaluación Implementación
Proyecto FID (Proyecto de Innovación y mejoramiento Integral de la formación inicial de docentes),
Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Santiago de Chile 10 de marzo 2000,
publicado en la Revista Doxa, núm. 2, 2001, Santiago de Chile.
Innovación curricular en la formación docente
1. INTRODUCCIÓN
El profesor tiene un papel determinante en el proceso de enseñanza-aprendizaje: es
un mediador entre el curriculum y sus destinatarios entendiendo que estos
destinatarios son también mediadores de su propio aprendizaje.
Esta afirmación inicial, que puede resultar muy rápida, tiene consecuencias
importantes:
El docente como un responsable del polo de la enseñanza incide en ella desde lo
preinteractivo, lo interactivo y lo postinteractivo. Es decir, su influencia afecta a los
procesos de planificación, de desarrollo práctico de su acción y de la evaluación de la
misma en el aula. Tales procesos, quedan afectados por otros factores más amplios
y envolventes de la función docente, cuales son el contexto específico de la
institución educativa y el contexto general (variables endógenas y exógenas en la
terminología de Ferrández (1996), al referirse al acto didáctico).
Por tanto, el docente es un elemento constitutivo e imprescindible clave de la calidad de
la enseñanza y de la educación en general. No hay duda sobre la influencia de su
actuación en los resultados educativos (rendimiento académico, actitudes,
motivación, etc.); así nos lo han demostrado las investigaciones en las últimas
décadas. Sin embargo, sabemos que no hay una relación unívoca y directa entre
resultados logrados por los alumnos y la actuación docente. Queremos decir, que
no se puede atribuir al profesor toda la causación de tales resultados educativos,
sino que él mismo es un solo factor más en el sistema de factores explicativos de
los mismos. De ahí que no podamos tampoco atribuir toda la responsabilidad al
docente a la hora de mejorar la enseñanza. Sin embargo, sí que asumimos que
ningún cambio para la mejora de la enseñanza puede realizarse sin su
participación ni sin su intencionalidad transformadora.
Se da la paradoja que disponiendo de suficiente información sobre la incidencia
del docente, gracias a los estudios realizados sobre su actuación, exista una falta
de correspondencia entre ésta y la mejora en los planteamientos formativos del profesor
y su desarrollo profesional.
Por otra parte, también se observa, que los adelantos tecnológicos y el mejoramiento
de los recursos no han incidido en el cambio de la función y roles docentes. Con esto
queremos decir que se prescinde de elementos capaces de incidir más en
planteamientos innovadores, y no seguir agarrados como náufragos al
inmovilismo y a los estilos tradicionales de enseñanza.
Además, hoy no se asume que el profesor sea un mero ejecutor en el desarrollo
curricular, sino que es un mediador más entre el curriculum y la situación real en
la que se desarrolla. Esto quiere decir que el docente interpreta y redefine la
enseñanza en función de su conocimiento práctico, de su manera de pensar y
entender la acción educativa.
Estas escuetas consideraciones iniciales nos predisponen a un análisis de la función
docente, los perfiles profesionales y la innovación curricular en su formación.
José Tejada Fernández (2000)
Innovación curricular en la formación docente
2. La función docente
Una de las preocupaciones didácticas ha sido desde antaño el estudio de la función
docente. No es necesario insistir ahora en la trascendencia que presenta en el proceso
didáctico la actuación del profesor, punto de origen, además de la calidad de
enseñanza y de la educación en general.
Pero, aceptada la importancia de la función docente en el debate didáctico no se
escapa
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